Tomás Romay Chacón falleció el 30 de marzo de 1849. Desde esa fecha, gracias a su legado, quedaría en la historia de su patria como el fundador de una ciencia genuinamente cubana.
Realizó estudios en el Convento de los Predicadores, donde recibió el grado de bachiller en 1783. Dos años después y con 21 de edad, pues había nacido el 21 de diciembre de 1764, alcanzó por oposición la Cátedra de Texto Aristotélico.
En la Universidad Pontificia de San Gerónimo de la Habana se graduó como doctor en medicina en 1791. Ya para esa fecha era profesor de la Cátedra de Vísceras (Patología) y hacía gala de su saber e inteligencia.
Comenzaba en Cuba el gobierno de Don Luis de las Casas, momento en el que la burguesía local hizo florecer ideas avanzadas. Romay fue parte esencial de ese movimiento desde las páginas del Papel Periódico de la Habana, del que fue fundador, redactor y director.
Defensor entusiasta de la educación científica, apoyó la creación de un jardín botánico en la capital de la colonia. También fue partidario de eliminar los enterramientos de las iglesias, como medida de higiene pública.
Integró la Sociedad Económica de Amigos del País desde 1793. En esta institución, de la cual llegó a ser director, sobresalió por sus propuestas para modernizar la práctica médica y la enseñanza de la medicina.
Gracias a sus gestiones se restableció la enseñanza de la medicina en el Hospital Militar de San Ambrosio. Durante varios años fue profesor de Clínica Médica e inspector de los cursos en este centro, nombrado por la Real Sociedad Patriótica.
Buena parte de su labor asistencial la realizó en la Real Casa de Beneficencia, de la que fue fundador. En 1832 ocupó el cargo de decano de la Facultad de Medicina de la Universidad.
En defensa de la vacuna
Romay es recordado, sobre todo, por su esfuerzo para la introducción de la vacuna contra la viruela en Cuba. Esto sucedió en 1804, apenas unos años después de su descubrimiento por el médico inglés Edward Jenner.
La situación era difícil, pues en esos momentos Cuba enfrentaba una epidemia de viruelas desde finales de 1803. A esto se sumó la demora de la expedición del médico Francisco Xavier de Balmis, encargada de traer la vacuna desde Europa.
Comisionado por la Sociedad Patriótica, Romay inició la campaña en favor de la vacunación. Para convencer a los incrédulos, realizó una demostración pública en la cual utilizó a sus propios hijos como sujetos de prueba.
El éxito de la vacunación en Cuba se debió, en gran parte, a la dedicación de Romay. En premio a sus esfuerzos fue nombrado presidente de la Junta Central de Vacuna, creada el 13 de julio de 1804.
El publicista
Entre sus méritos se destaca que Romay fue el iniciador de la bibliografía médica cubana. Esto sucedió con la publicación en 1797 de su Disertación sobre la fiebre maligna, llamada vulgarmente vómito negro.
También dio a conocer el libro Discurso sobre los obstáculos que han impedido progresen las colmenas en la isla de Cuba y los medios de fomentarlas (1797). Con esta obra demostró su interés por el progreso económico del país.
Otras obras suyas fueron Medicina clínica (1802) y Memoria sobre la introducción y progreso de la vacuna en la Isla de Cuba (1804). Merece destacarse además el Discurso sobre las sepulturas fuera de los pueblos (1806).
Como premio a su labor científica fue electo miembro corresponsal de la Real Academia de Medicina de Madrid. También integró sociedades y comisiones médicas de París, Burdeos y Nueva Orleáns. Recibió la Orden de Caballero Comendador de Isabel la Católica.
Tomás Romay imprimió a la medicina y la ciencia de su tiempo un carácter innovador. Atento a los avances del mundo, supo traerlos a su patria y hacer de la medicina cubana un campo de investigación y creación. (ALH)