Hace casi cuatro siglos nació Anton van Leeuwenhoek, protagonista de una curiosa historia. Gracias a un ingenioso invento se convirtió, siendo comerciante de telas, en una de las grandes figuras históricas de la biología.

En su infancia nada presagió su futura dedicación a la ciencia. Nació en Delft, Países Bajos, el 24 de octubre de 1632. Muy joven fue enviado a Ámsterdam para aprender en el comercio de telas. Al regresar fundó su propio establecimiento y desempeñó varios cargos administrativos.

Fue precisamente la función de comerciante la que despertó su curiosidad científica. Resulta que comenzó a utilizar pequeños artefactos con cristales de aumento, con los cuales se evaluaba la calidad de las telas. Pronto adquirió uno y comprendió que con ese rudimentario microscopio podía hacer observaciones muy diversas.

Comenzó entonces a crear lupas y cristales de aumento de mejor calidad que las existentes. También inventó fijaciones para pequeñas lentes biconvexas montadas sobre platinas de latón que se sostenían muy cerca del ojo, como estructuras tipo microscopio. Mediante ellas observó preparaciones ampliándolas hasta doscientas veces.

A pesar de no poseer formación científica, realizó descubrimientos desde una perspectiva novedosa, libre de los prejuicios de la época. Plasmó las descripciones de sus observaciones en más de 300 cartas enviadas a la Royal Society de Londres. En la primera de ellas describió la estructura del moho y del aguijón de la abeja. Esta institución lo admitió como miembro en 1680.

Leeuwenhoek utilizó microscopios simples que él mismo construía. Durante su vida fabricó más de 500 y al morir legó 26 de ellos a la Royal Society. Sin embargo, al no dejar ninguna indicación sobre los métodos que utilizaba, hubo que esperar varias décadas para disponer de nuevo de aparatos tan potentes. En la actualidad solamente se conservan una decena de sus microscopios.

Primera persona en observar bacterias y otros microorganismos, en una carta fechada el 7 de septiembre de 1674 evocó las minúsculas formas de vida que observó en las aguas de un lago. En 1677 descubrió los espermatozoides. Realizó observaciones en el campo de la zoología, pero además en botánica, química, microbiología, física y anatomía.

Se opuso de la generación espontánea e hizo numerosas observaciones sobre los insectos y su reproducción. Estudió la anatomía de las abejas y las larvas de los mosquitos. También la estructura de las hojas y de la madera de diversas especies. Observó la estructura de algunos metales, así como de rocas, cristales, sales y otros objetos.

Recibió en su residencia a numerosos visitantes famosos, como la reina María II de Inglaterra, Pedro el Grande o Federico I de Prusia. Todos deseosos de observar en su microscopio el maravillo mundo invisible que había descubierto. Al morir Leeuwenhoek el 26 de agosto de 1723, después de una larga vida, era considerado por los científicos de su tiempo como el padre de la microbiología. (ALH)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *