Francisco de Frías y Jacott, Conde Pozos Dulces, fue una destacada personalidad de la ciencia y la política cubanas en el siglo XIX.

La Habana fue el lugar de nacimiento, el 24 de septiembre de 1809, de Francisco de Frías y Jacott. Por ser heredero de un título nobiliario, fue más conocido como Conde de Pozos Dulces. Así se le identifica en la historia de Cuba. Su vida fue un ejemplo fehaciente de las contradicciones que golpearon durante toda la centuria decimonónica a la burguesía criolla. A los 10 años fue a estudiar a los Estados Unidos junto a sus hermanos Antonio y José, radicándose en Baltimore hasta 1826. En 1832 realizó un corto viaje a España, lugar donde se puso en contacto por vez primera con las concepciones científicas europeas. También constató el atraso científico y técnico de la agricultura española.

Diez años después el Conde de Pozos Dulces volvió a Europa, esta vez a Francia, para estudiar geología, ciencias físico-químicas y agricultura. Permaneció en París hasta 1844, ciudad que en ese momento era el centro del desarrollo científico mundial. Volvió a Cuba, donde fue consejero de la Junta de Fomento e inspector del Instituto de Investigaciones Químicas fundado en 1848. También fue socio de número de la Sociedad Económica de Amigos del País y presidente de su Sección de Agricultura y Comercio. En esta última presentó un proyecto para fundar una Sociedad de Agricultura. Integró igualmente el Liceo Artístico y Literario de La Habana.

Esta última institución premió en 1849 su “Memoria sobre la industria pecuaria en la isla de Cuba”. La misma se publicó en el Diario de la Marina y en los Anales de la Junta de Fomento, en 1850. En 1851 presentó ante la Junta de Fomento un “Informe acerca del Instituto de Investigaciones Químicas”, calificado como “…un trabajo magnífico, luminoso y brillante…”, por el Dr. Antonio Caro. Fue deportado a España en 1853, por su participación protagónica en la llamada Conspiración de Vuelta Abajo. Después pasó a Estados Unidos y se vinculó a la Junta Cubana Revolucionaria, de orientación anexionista, de la que llegó a ser la figura más sobresaliente.

Ciencia para la patria

Al disolverse la Junta en 1856 el Conde de Pozos Dulces se encaminó a París. Allí profundizó sus conocimientos agropecuarios y económicos. Se le nombró corresponsal del Liceo de La Habana y comenzó sus célebres cartas a los periódicos habaneros El Correo de la Tarde, que mantuvo de 1857 a 1858, y El Porvenir del Carmelo, durante el año 1860. En este último, que era dirigido por su hermano José y por el novelista Anselmo Suárez y Romero, aparecieron sus “Cartas a todos sobre todo». Escritas desde París, en ellas abordó múltiples temas relacionados con la agricultura cubana.

Gracias a estas cartas, según Ricardo del Monte, el Conde de Pozos Dulces se convirtió en “…el verdadero iniciador en Cuba de la agricultura científica…” y en “…incansable defensor de la reforma agrícola…”.  Para Rafael Montoro, mediante ellas “…dio a conocer una parte no pequeña de sus ideas de reforma económica y, sobre todo, agrícolas, que habían de hacer su nombre tan célebre entre nosotros”. Una compilación de estos escritos se publicó bajo el título de Cartas del Conde de Pozos Dulces sobre la influencia agrícola de la isla de Cuba y sobre ciencias y artes (1860).

Dentro de su labor de estos años también se destaca que fue el autor y promotor de la concepción y trazado del barrio del Vedado. La memoria “¿Descansa sobre bases científicas la opinión de que la destrucción del reino animal lleva consigo la del vegetal y viceversa?” (1858), fue premiada con el título de Socio de Mérito y con una medalla de oro, por el Liceo de La Habana. Este trabajo suyo se publicó en 1859 en los Anales de la Junta de Fomento.

Colección de Escritos sobre Agricultura: un libro fundador

Otras obras que dio a conocer el Conde de Pozos Dulces fueron: Colección de escritos sobre agricultura, ciencias y otros ramos de interés para la isla de Cuba (1860), que se consideró el primer tomo de sus obras. También La cuestión del trabajo agrícola y de la población de la isla de Cuba, teórica y prácticamente examinadas (1860). Otra fue Atraso de la agricultura española y necesidad de mejorarla (1861). En 1862 escribió el prólogo del famoso libro de Álvaro Reynoso, Ensayo sobre el cultivo de la caña de azúcar, donde resaltó los méritos de su autor y las particularidades de esta obra, sin duda esencial a la hora de estudiar el desarrollo histórico de las ideas científicas en Cuba.

Como ejemplo de su ideario político, que por esta época se debatía entre el fracasado anexionismo, la revitalizada idea reformista y el siempre latente independentismo, está el folleto En defensa de Cuba (1859), que dio a conocer en París. En este texto increpó a los españoles con argumentos que hacen recordar la “Vindicación de Cuba”, escrita por José Martí en 1889:

“¿Qué son vuestra agricultura, vuestros telégrafos y vapores comparados con los nuestros? ¿En qué ciencias físicas, naturales o morales tenéis vosotros representantes que desluzcan a los nuestros? ¿Tenéis vosotros un poeta que sobrepuje a nuestro Heredia, inmortal cantor del Niágara? ¿Escritores más castizos que Delmonte y Saco? ¿Filósofo más profundo y enciclopédico que José de la Luz y Caballero? ¿Sacerdotes que en ciencias, caridad y virtudes se puedan comparar con el evangélico Varela? Mostradnos, entre vosotros, físicos y naturalistas más alcanzados que los Poey, padre e hijo; facultativos más distinguidos que los Gutiérrez, Jorrín y Díaz; químicos más eminentes que Álvaro Reynoso; jurisperitos de la talla de Anacleto Bermúdez y del ciego Escobedo. Y por fin, ¿en cuál de vuestras ciudades, incluso la capital, se levanta hoy una generación tan aplicada, tan estudiosa y tan apta para todas las carreras y destinos de humana actividad, como la que hoy brilla en el suelo cubano y tantos timbres de gloria promete a su patria y a la civilización”.

Durante la década de los años 60, el Conde Pozos Dulces puso su pluma y su prestigio al servicio de la causa reformista. Esta se vio favorecida por la política conciliadora de los capitanes generales Serrano y Dulce. Asumió el 18 de mayo de 1863 la dirección de El Siglo. Este periódico, fundado en 1862, se convirtió en vocero de los reformistas. Gracias a la labor del Conde en esta publicación, se conformó un clima favorable a la convocatoria de la Junta de Información en 1865.

El Siglo fue defensor del reformismo y se opuso a la revolución. No obstante, tuvo un saldo positivo en la historia de las ideas en Cuba, en lo cual influyeron las concepciones políticas, económicas y sociales del Conde de Pozos Dulces. Estas sostenían dos ideas básicas: la importancia de la agricultura para la economía de Cuba y el peligro de la industrialización forzada del país. Dentro de los aspectos tratados por el Conde se destacó que defendió la emancipación de la mujer. Apoyó la libertad de cultos y criticó la intolerancia religiosa. También se opuso a la pena de muerte y simpatizó con las corrientes socialistas europeas.

Además, apoyó demandas obreras como las lecturas en los talleres y las escuelas de artesanos. Defendió la libertad de expresión y propugnó la promulgación de un código rural cubano. Se opuso a la industrialización de la fabricación del azúcar y criticó la trata de esclavos. Defendió el derecho de los trabajadores a agruparse en cooperativas. Abogó por mantener la esclavitud como algo inevitable, pero simpatizó con la causa de Lincoln en la Guerra de Secesión por los beneficios que traería para el azúcar cubano la derrota del Sur.

Portada de uno de los libros del Conde de Pozos Dulces. Archivo del autor.

El Conde de Pozos Dulces defendió una reforma agraria para la isla de Cuba, aunque de carácter conservador. Estimuló la aplicación de la ciencia a la agricultura, sobre todo la tecnificación agrícola y la diversificación de los cultivos. Criticó la monoproducción y pidió con vehemencia una reforma arancelaria para Cuba. Divulgó numerosos adelantos científico-técnicos del momento.

En 1865, el Conde de Pozos Dulces fue electo miembro de la Junta de Información, cónclave en el que defendió sus ideas junto a los demás delegados antillanos. Al fracasar este evento, debido a la intransigencia española, fue el redactor de la protesta de los comisionados al ver frustradas sus esperanzas.  Regresó a Cuba en 1867, reasumiendo la dirección de El Siglo hasta su desaparición en 1868, cuando le sucedió El Occidente, que se fusionó con La Opinión ese mismo año.

El 11 de octubre de 1868, el Conde de Pozos Dulces pronunció su discurso de ingreso a la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, donde trató el tema: “Sobre la variabilidad de las especies en plantas y animales”. En este discurso, que fue contestado por el insigne naturalista Felipe Poey, el Conde retomó aspectos ya tratados en un artículo suyo publicado en 1860 con el título “Sobre el origen de las especies por medio de la selección natural o la conservación de las razas favorecidas en la lucha por la vida”. En este analizó el contenido de la magna obra de Carlos Darwin, que había sido publicada en Londres el año anterior. Este artículo, que fue la primera aproximación de un cubano al tema del darwinismo, se publicó en 1880 dentro del tomo 8 de la Revista de Cuba.

Al respecto debe destacarse que su interés por el mejoramiento ganadero fue el motivo por el cual el Conde de Pozos Dulces profundizó en el texto de Darwin, con cuyas ideas fundamentales no coincidió. No obstante, a pesar de criticar la teoría darwinista, acertó al señalar que el problema de la variabilidad de las especies era su punto más débil. Sin embargo, hay evidencias, según su biógrafo Vidal Morales, de que con el paso de los años llegó a aceptar la teoría darwinista.

Destierro y muerte

Cuando comenzó la guerra del 68 el Conde de Pozos Dulces integró, contrario a lo que debía esperarse de sus antecedentes, la Junta de Bienes Embargados. Esta se creó para confiscar las propiedades de los patriotas alzados después del 10 de octubre. En esta institución permaneció poco tiempo y después partió exiliado hacia Francia.

Dentro de la comunidad francesa de los desterrados cubanos el Conde de Pozos Dulces fue una figura prominente. Al parecer, no se manifestó abiertamente en favor de la independencia. Allí en París, en medio de la miseria, murió el 25 de octubre de 1877. Había nacido en la riqueza y ostentaba un título nobiliario, pero consagró la vida a su patria. Se ha planteado que sus últimas palabras fueron: “La vida se me va lejos de tu sol… ¡Oh Cuba de mis ensueños!”. Diez años después, Manuel Sanguily escribió que el Conde de Pozos Dulces, en sus últimos días, expresó sus más íntimos deseos:

“Muero con el desconsuelo de no ver realizado el sueño de toda mi vida: la libertad de Cuba. Espero que mis amigos no la abandonen y que jamás transijan con sus opresores”.

Tras su muerte, la polémica vida del Conde de Pozos Dulces continuó siendo fuente de debate. Su condición de reformista y anexionista por intervalos y su aparente postura de enemigo de la independencia, que algunos contemporáneos e historiadores han negado, fueron las causas de su vida trascendiera algunos años, a pesar de que hoy es una figura prácticamente olvidada. Lo cierto es que en su testamento pidió que sus restos regresaran a Cuba cuando fuera libre.

Para destacadas figuras del Partido Autonomista como Ricardo del Monte y Rafael Montoro, el Conde fue “…el más inmediato precursor del programa reformista”. Manuel Sanguily, nada sospechoso de transigir con los que se oponían la independencia de Cuba, escribió:

“Su sueño, el sueño de su vida, no fue, no pudo ser la realización del ideal reformista. El Conde de Pozos Dulces, que se había educado en los Estados Unidos, y que tantos años había vivido lejos de las influencias de España, era acaso el menos español de los hijos de Cuba. Amaba a Cuba con vehemencia, y en armonía con su temperamento, su educación y su carácter, ansiaba para ella, ansió desde muy temprano y hasta el último momento, algo que él y muchos de sus compatriotas consideraban mejor y más alto que el ideal reformista”.

Imagen del monumento al Conde Pozos Dulces en el Vedado habanero. Archivo del autor.

En la República Burguesa el conocido novelista y ensayista José Antonio Ramos le dedicó a esta figura varios estudios. El propio Ramos lo denominó, por la proyección de sus ideas y su actuación científica y política, el “…inútil vidente…”. En lo relativo a su posición política sostuvo que el Conde

“…nunca creyó en la posibilidad de edificar una república democrática sobre las ruinas de una colonia española”.

Otra opinión de Manuel Sanguily permitirá hacer una conclusión final dentro de este bosquejo sobre un hombre que amó a Cuba y a la ciencia:

“Estudioso agrónomo, escritor inspirado y elegante, caballeroso en la sociedad, virtuoso en su hogar, cariñoso con sus amigos, cortés y mesurado con el contrario, afable con todos, en corazón noble, en inteligencia grande, en las ciencias aventajado, reunió el Conde de Pozos Dulces excelencias que pocas veces se encuentran juntas constituyendo la personalidad, por tales títulos elevada y superior, de un solo hombre. Pero fue, al cabo, un hombre, y por eso no pudo vivir exento de debilidad y de error”.

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