Allí donde el mar se impone y parece unirse con el azul del cielo, una mujer desafía las olas, el viento… y los estereotipos. Ly es madre, cubana, militar y lleva quince años sirviendo con orgullo en el Ministerio del Interior. Su historia es la de muchas jóvenes, que con su ejemplo diaro, escriben capítulos de valentía y autenticidad.
«Soy de Cienfuegos, comencé la especialidad en el Instituto Superior de Villa Clara y fue un poco compleja esa transición de lo civil a lo militar. Hay normas, leyes que tienes que cumplir y adaptarte»
La protagonista de esta historia es Licenciada en Derecho en la Especialidad de Seguridad Pública. Y luego de su graduación se desempeñó durante quince años como Jefe de Sector.
«Al principio fue un poco difícil porque son personas de interés policial, que tienen antecedentes, que son familias disfuncionales y es un poco complejo, pero me abrí paso y fui cumpliendo con la tarea. Una vez aquí en Matanzas, quise cambiar de trabajo porque tengo un niño de 6 años y la tarea en la policía demanda más tiempo, no tiene horario, es un poco más difícil. Y por eso quise venir para Guardafronteras, porque era una de mis aficiones estar aquí cerca de los barcos, del mar. Y bueno, pude cumplirlo y aquí estoy cumpliendo la tarea, me gusta lo que hago.
En su andar firme se refleja la disciplina que solo se forja con años de entrenamiento, compromiso y sacrificio. Su historia es la de muchas mujeres cubanas que, sin abandonar su esencia maternal y humana, han sabido imponerse en terrenos tradicionalmente dominados por hombres.
Una vocación que nació en el mar
Su deseo de estar cerca del mar y disfrutar la maternidad sin renunciar a su profesión, la llevaron a enlistarse en las Tropas Guardafronteras de Matanzas, donde deja huellas en cada una de las tareas que asume. Esa pasión, unida a un profundo sentido de responsabilidad social, definen a esta joven, convertida en una mariana de estos tiempos.
Los inicios no fueron fáciles. El solo hecho de ser mujer la obligaba a demostrar el doble y resistir más. Pero si algo la caracteriza es la perseverancia. Rendirse no es una opción. La protagonista de esta historia superó entrenamientos extenuantes, turnos nocturnos e incluso largos períodos lejos de su hijo. Y su esfuerzo se vio recompensado en su reciente ascenso a capitana; un mérito que le aplaude toda la familia, en especial su mamá.
Ser madre y militar implica una dualidad constante. Su hijo, inquieto y travieso, a sus seis años crece con el orgullo de saber que su mamá no solo le dio la vida, sino que protege la de muchos otros. Habla con serenidad, pero en sus ojos se lee la fuerza de quien ha tomado decisiones difíciles, de quien ha antepuesto el deber, sin dejar de ser humana. Su rutina implica riesgos, tensión, pero también una enorme convicción: “Proteger nuestras costas es proteger a Cuba”.
Liderazgo con rostro de mujer
Hoy, con quince años de experiencia, es un referente dentro de su unidad. Lidera con ejemplo, escucha, corrige, enseña. Sus compañeros la respetan por su constancia, su capacidad para resolver bajo presión y por su profundo sentido del deber.
Para ella, ser militar es mucho más que vestir un uniforme: es servir, cuidar y proteger. En cada jornada deja una huella, no solo desde su puesto de trabajo, sino también en la historia de las mujeres cubanas, que han sabido hacerse un lugar en todas las trincheras.