Felipe Poey Aloy fue, además de un relevante investigador, el autor de los primeros libros de geografía de Cuba que tuvieron nuestras escuelas.

La vida científica de Felipe Poey Aloy fue larga. Nacido en La Habana el 26 de mayo de 1799, falleció en la propia ciudad el 28 de enero de 1891. Vivió casi 92 años y desde muy joven se consagró a la ciencia. Aunque realizó inicialmente trabajos sobre las mariposas cubanas, pronto lo cautivaron los peces, grupo zoológico al cual se dedicó casi por entero. Fue, además, un destacado profesor universitario desde 1842 y hasta el mismo momento en que murió.

Felipe Poey Aloy. Archivo del autor.

Fundador de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, formó parte de otras muchas instituciones. Editó en dos volúmenes las Memorias sobre la historia natural de la Isla de Cuba (1851-1858). Dirigió la revista Repertorio Físico-Natural de la Isla de Cuba (1865-1868). Educó una legión de naturalistas que realizaron estudios sobre la flora y fauna de Cuba, entre los que sobresalió el matancero Carlos de la Torre y Huerta.

El aporte de Felipe Poey Aloy a la ciencia cubana se valora, sobre todo, por su labor como zoólogo, en particular por sus investigaciones sobre los peces de nuestros mares. Es cierto que en esta especialidad alcanzó renombre mundial, pero reducirlo a eso es un error. Verdadero enciclopedista, Felipe Poey escribió el primer libro de texto de Geografía de Cuba que se utilizó en las escuelas del país. Las 19 ediciones que tuvo esta obra son una prueba patente de su éxito.

Poey y su libro de geografía

En 1835 Felipe Poey apareció como parte del claustro del célebre colegio de San Cristóbal, en Carraguao. En este afamado centro impartió Geografía de Cuba y Geografía Moderna como maestro de los primeros grados. También, aunque en educación secundaria, lengua francesa y latina. Ese fue el inicio de un estrecho vínculo entre el cada vez más famoso naturalista y la ciencia geográfica. Este desempeño lo convenció de la necesidad de un libro de texto cubano, adaptado a nuestro país, que reflejara fielmente sus características geográficas.

El Compendio de la geografía de la Isla de Cuba, de Felipe Poey, se publicó por vez primera en 1836. La última edición fue en 1858. Tuvo diecinueve ediciones, casi todas corregidas y aumentadas. En 1839 llevó como título Compendio de la geografía de la Isla de Cuba para los colegios y escuelas secundarias. A partir de la tercera edición se denominó Compendio de la geografía de la Isla de Cuba (1842). Las últimas cinco ediciones fueron como Geografía física y política de la isla de Cuba.

Portada de la segunda edición de la Geografía de Poey (1839). Archivo del autor.

La sociedad cubana reconoció rápidamente los méritos del libro de Felipe Poey. El 12 de julio de 1836, el Diario de la Habana publicó lo siguiente:

“El autor de esta obra ha enseñado la geografía de la Isla en el colegio de Carraguao; y ha conocido por experiencia el método más conveniente de tratar esta parte útil de la enseñanza pública. El orden y subdivisión de los capítulos, los nombres propios sacados a la línea y puestos con letras bastardillas, la situación de los lugares indicados casi siempre, y la juiciosa elección de los mismos, para contar a los literatos y estudiosos, sin sobrecargar la memoria de los niños, recomiendan esta obrita que por su naturaleza no puede ofrecer otro carácter de originalidad. Los datos nuevos se encuentran principalmente en el artículo sobre definiciones, puesto al principio del compendio, donde el frasco del consulado y las otras medidas de capacidad para mieles y aguardientes, se hallan reducidas a litros en beneficio del comercio; y comparando el metro con las varas de Madrid, de Burgo y de la Habana, se dan noticias curiosas para los agrimensores”.

En la primera edición, Felipe Poey escribió:

“Doy a luz este primer tomo de la Geografía de la isla de Cuba, que encierra la parte más necesaria a la instrucción de los niños, en los colegios y escuelas públicas, para cuya utilidad la he compuesto”.

Acerca de las características didácticas del libro, destacó:

“Terminaré con algunas observaciones acerca de lo material de la impresión del compendio. Pudiera haberlo reducido a dos pliegos omitiendo la situación de los lugares; pero hubieran sacado menos provecho los discípulos que no siempre pueden tener el mapa delante; las indicaciones que he puesto servirán de mucho a la memoria. He procurado también hablar a los ojos, para facilitar el estudio, y sobre todo los repasos; para lo cual he empleado a menudo la letra bastardilla y la mayúscula, y he sacado a la línea casi todos los nombres propios. Así se ha aumentado el gasto de la impresión, pero ha sido en beneficio de los lectores estudiosos”.

El volumen se dividió en 13 capítulos. La parte inicial la ocupó una exposición detallada y exhaustiva del sistema de pesos y medidas vigente en Cuba, que fue de referencia por muchos años. Se presentó, además, el equivalente de cada denominación con sus similares de España y otros países de Europa. También fueron definidos términos relacionados con la economía y a la sociedad cubanas.

En el primer capítulo apareció la situación geográfica de la isla, para lo cual Felipe Poey siguió lo apuntado por Alejandro de Humboldt. Después se explicó la división territorial de Cuba, según cinco secciones: civil, militar, marítima, de real hacienda y eclesiástica. El contenido del tercer capítulo se dedicó a mencionar las ciudades, villas y pueblos más importantes de cada uno de los tres departamentos en que se dividía el país. Ocho capítulos se ocuparon de la descripción de los montes, penínsulas, cabos, puertos, islas, cayos, bajos, estrechos, canales, lagunas y ríos. Los últimos capítulos contienen explicaciones sobre los caminos reales y el ferrocarril.

Portada de la novena edición de la Geografía de Poey (1849). Archivo del autor.

Como buen maestro, Felipe Poey fue perfeccionando el libro de Geografía de Cuba en cada nueva edición, sobre todo desde 1842. En el volumen publicado en esa fecha, eliminó los apéndices de la anterior edición y algunas explicaciones sobre accidentes geográficos. Recomendó a los lectores consultar trabajos recientes sobre geografía de Cuba, sobre todo los de José María de la Torre. En esa oportunidad, reconoció las carencias que aún tenía el libro y en las cuales trabajaría en el futuro:

“Por haberse vendido más pronto de lo que esperaba la segunda edición de esta Geografía, me hallo en el caso de dar la tercera sin haber concluido los trabajos necesarios para formar la parte natural y política”.

En la edición de 1857, al hacer referencia a las características didácticas de la obra, escribió que el volumen estaba

“…arreglado a la capacidad de los niños; y no creo que cumplen mejor con este propósito los que suprimen la introducción de los capítulos, y las noticias breves e instructivas que amenizan el estudio; conservando por otra parte casi el mismo número de nombres geográficos, que son los que únicamente pueden sobrecargar la memoria”. (…) “He suprimido el Apéndice de Geografía antigua, por ser punto de minuciosa erudición más bien que de precisa utilidad para los jóvenes”.

Este libro de Geografía de Cuba escrito y publicado por Felipe Poey, primero que se editó en Cuba, gozó del favor de los colegios privados cubanos. No es de extrañar entonces que después de promulgada la Ley de Instrucción Pública de 1842, las autoridades españolas se dieron a la tarea de autorizar otros textos similares más convenientes a los intereses de la metrópoli.

En la Gaceta de la Habana se publicó, el 17 de septiembre de 1871, un texto de Ramón María de Araíztegui, dirigido a criticar la labor de los cubanos en relación con la educación. Para este señor, esa era la causa principal del estallido de la Guerra del 68. Figuras como José de la Luz y Caballero y colegios como San Cristóbal de Carraguao y El Salvador, no escaparon de sus diatribas. Sobre los libros de texto señaló:

“¿Qué fruto puede producir la mala semilla arrojada en terreno virgen y cultivada por maestros de mala intención? Hasta en libros elementales de Geografía, adaptados para texto se ha depositado mala doctrina”.

No obstante estos criterios, el elevado servicio prestado por Felipe Poey a Cuba con ese libro fue reconocido por sus contemporáneos y continuadores. Para uno de sus discípulos, el naturalista Juan Vilaró, la Geografía de Cuba fue un

“Excelente texto, a la claridad y pureza de las formas une un verdadero caudal científico —en especial, zoológico— y una corrección por desgracia bastante rara, más que todo, si se le compara con los que —salva contada excepción— reemplazaron el texto expresado en la enseñanza reglamentaria”.

Una geografía nacional

La Geografía de Cuba de Felipe Poey fue un producto de una ciencia nacional, autóctona, que ya empezaba a dar frutos. Para su redacción consultó los trabajos sobre Isla de Pinos realizados por Alejo Helvecio Lanier y publicados en 1836. Según declaró, para las sucesivas ediciones, tuvo como asesores a personalidades destacadas por sus aportes al conocimiento de la geografía y la historia de Cuba. Fue el caso de Esteban Pichardo Tapia, Tranquilino Sandalio de Noda, José María de la Torre, Juan Cristóbal Gundlach y Antonio Bachiller y Morales, entre otros. También consideró datos de Alejandro de Humboldt.

Portada de la edición 17 de la Geografía de Poey (1857). Archivo del autor.

Al mismo tiempo, en la Geografía de Cuba de Felipe Poey, edición de 1857, se encuentran trazos de las propias investigaciones que él realizó. Acerca del manjuarí, destacó:

“…el Manjuarí; este último, muy notable por su tamaño, su escama endurecida y el conjunto de su organización que lo aproxima a los reptiles crocodilianos; pertenece al género Lepidósteo, que es el único representante vivo que ha quedado de una edad geológica antiquísima, anterior a la existencia de los cocodrilos y de los peces actuales; por lo que se prueba que el Nuevo Mundo, inclusa la isla de Cuba, tienen una antigüedad mayor que la que comúnmente se ha creído”.

Sobre otro tema, la llamada ciguatera, al cual dedicó esfuerzos investigativos, escribió:

“La ciguatera es una enfermedad más o menos peligrosa ocasionada por ciertos peces en ciertas circunstancias. Los más sospechosos, prohibidos en el mercado, son la Picuda, el Coronado, el Jurel y la Morena verde. El mejor remedio contra esta enfermedad es el limón. La mayor parte de los peces no aciguatan”.

Al tratar de los animales “Anulosos”, Felipe Poey incluyó parte de sus propias indagaciones y aclaraciones sobre especies cubanas:

“…una especie de Avispa en cuyo cuerpo suele desarrollarse después de muerta, un hongo que el vulgo toma por una mata de Jía, por lo que la llama Avispa de la Jía…”.

“…la Polilla destructora de las bibliotecas (Anobium bibliothecarum Poey)…”.

“Por corta que sea esta reseña, no dejaré de citar al Mosquito (Culex mosquito); ni al Jején (Oecacta furens Poey), cuyas numerosas legiones tanto molestan en ciertas playas, a pesar de la pequeñez del insecto…”.

“El animal que el vulgo nombra erradamente Culebrita de la crin, corresponde al Gordio acuático de Europa”.

Acerca del almiquí, pequeño mamífero insectívoro endémico de Cuba, sobre el cual investigó, Felipe Poey resaltó:

“El carnicero lleva en mis Memorias sobre la historia natural de la isla de Cuba el nombre de Almiquí, y viene a ser el Ayre de Oviedo, según la opinión bien fundada del Sr. Pichardo: se halla también en Haití, de donde fue remitido a Europa el primer ejemplar, que recibió la denominación científica de Solenodon paradojo. Es del tamaño de una hutía, pelo largo, rabo desnudo, ojos chicos, nariz prolongada en forma de trompa, uñas largas; viviendo en madrigueras, y de correrías nocturnas”.

En la edición de 1857 de la Geografía de Cuba, también es posible leer criterios que resaltaban cualidades de los cubanos. Esta fue otra de las características positivas de este texto: reflejar aspectos que era necesario destacar, como forma de combatir ciertos recelos de inferioridad. Por esta razón afirmó Felipe Poey:

“En cuanto al carácter de los habitantes, resalta el desprendimiento y la hospitalidad, que tanto escasean en otros países más civilizados, la urbanidad y otras cualidades que amenizan el trato social”.

Sobre el adelanto cultural de Cuba dejó este párrafo, en el que deslizó una velada crítica a la desatención que sufría por parte de la metrópoli:

“La cultura intelectual es mucha en toda la Isla, gracias al trato frecuente con las naciones más ilustradas de Europa y de América. El establecimiento de una Real Universidad y de las Sociedades Económicas, contribuye grandemente a aumentar la instrucción pública”.

Otro reproche lo escribió al mencionar la agricultura, pues consideró que “Está muy atrasada en cuanto a los métodos y a los instrumentos”. Además, no faltó una mención a la influencia negativa de la esclavitud sobre la sociedad cubana:

“La facilidad de servirse de negros esclavos para el cultivo de las tierras, aparta a muchos campesinos de los trabajos corporales: y por esto son tantos los que se inclinan a diversiones ociosas y al juego perseguido con tesón por el Gobierno”.

Vista del busto de Felipe Poey Aloy en la Universidad de La Habana. Archivo del autor.

Por estas y muchas razones, el libro de Geografía de Cuba escrito por Felipe Poey realizó un enorme servicio a la conformación de la nación cubana. Facilitó el conocimiento del espacio nacional desde varios puntos de vista. Unió, en un número no elevado de páginas, lo que en la realidad estaba desunido y disperso. Lo que no podía hacer en ese momento el estado de los caminos, y que intentaba realizar el ferrocarril: unir a Cuba como un solo territorio, lo hizo este libro. Recogió y puso en conocimiento de la niñez cubana la riqueza de nuestro paisaje, un paisaje que ya estaba a punto de ser el de la patria.

En la actualidad las diferentes ediciones de la Geografía de Cuba escrita por Felipe Poey sólo pueden ser consultadas en bibliotecas. Sin embargo, en un valioso aporte a la cultura cubana, dos de ellas han sido reproducidas recientemente. La edición inicial, Compendio de la geografía de la Isla de Cuba (1839), formó parte del volumen Obras (1999), de Felipe Poey, como parte del sexto volumen de la Colección Biblioteca de Clásicos Cubanos, con un ensayo introductorio y notas de Rosa María González López. La edición 17 de Geografía física y política de la Isla de Cuba (1857) apareció en el volumen Felipe Poey y Aloy en su letra y espíritu (2019), publicado por Eduardo Torres Cuevas y Patricia González.

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