Solo resta un capítulo y, a estas alturas, ya esperamos poco de Regreso al corazón. Un asesinato misterioso que agitó la trama desde la primera mitad, la partida de Joaquín, repleta de emociones, y la confesión de una paternidad secreta que reveló un lazo más directo para Gunga y Diego han figurado entre los principales asuntos que trascendieron el pequeño espacio familiar. Se habla de la novela en cualquier sitio, y eso, por sí mismo, constituye la forma más genuina de aceptación popular.

Por supuesto, se trata de un producto comunicativo al fin, con histórica e innegable repercusión social. Por otra parte, un pueblo que se enorgullece de haber sembrado códigos fundacionales para Latinoamérica y el mundo siempre tendrá el tema de la telenovela como esa convocatoria a la charla masiva y plural, donde todos construyen su opinión. Pero ¿qué ha sucedido con la entrega que nos dice adiós este lunes? ¿Acaso quedará en la memoria? ¿Podemos despedirla como una historia funcional de nuestro tiempo? Tal vez, la acogida contenga varias respuestas.

No pocos respiraron ciertos aires de Televisa durante sus episodios iniciales. Y es que, de pronto, se reveló ante nosotros la esencia misma de un folletín tradicional, universal. Que nos cause asombro en estos momentos solo lanza una reflexión en torno a la transformación del género y los ajustes contemporáneos que lo matizan y lo revisten. En cualquier caso, persisten las raíces de un melodrama con todo lo que ello implica. Regreso al corazón no traiciona su razón de existir, no renuncia al entretenimiento desde su poder de válvula de escape para quienes no quieren pensar en otra cosa a las 9:00 de la noche.

Esa intención creativa, lejos de ser cuestionable o incorrecta, se mezcla con la mirada natural a la sociedad que integramos, con los hilos rojos que nos conectan como seres humanos o los vínculos que se producen en distintos círculos de interacción. En definitiva, toda historia de amor o dolor necesita un paisaje social para fluir, y ese telón de fondo propicia la inserción de temáticas que necesitan reflejarse. Hasta ahí, Regreso… cumplía (y cumplió) su cometido. No podemos buscar una «novela social» per se, ni asumirla así cuando ella misma no presenta tal naturaleza.

El guion, concebido por Alberto Jaime Salmón y Yoel Monzón, dividió criterios desde el minuto cero. En televisión, el nombre de Alberto Jaime nos suena poco, debido a sus orígenes profesionales en el mundo de la radio. A este guionista santiaguero le debemos la idea original del argumento, el cual se enriqueció con la colaboración de Monzón, un viejo conocido que nos ha regalado títulos como Más allá del límite o, recientemente, Renacer. Sobre Monzón sabemos que apuesta por relatos clásicos, fieles al género, que conecten con sus públicos y despierten emociones. Sin duda, este Regreso al corazón coloca otra vez sobre la mesa la ilusión de un amor del pasado, destinado a ser, pero con obstáculos que amenazan y ramificaciones de conflictos.

La historia de Diego y Alejandra parece destino, y si bien a muchos nos quedó el sinsabor de la poca química, no puede negarse que el recurso funciona a la perfección dentro de la concepción dramática que la novela propone. En cambio, diversos núcleos y sucesos paralelos, como siempre, alcanzaron el vuelo necesario para hacer de la telenovela un flujo constante de peripecias, imprevistos o sorpresas. Hubo en Regreso al corazón shows de transformismo, interioridades de agencias artísticas y grupos de teatro, maternidades y paternidades ocultas, muerte fingida, alzhéimer, inseminación in vitro, reinserción social de un exrecluso y un gigantesco negocio de floristería. ¿Más colorido? Imposible.

Uno de los detalles más asombrosos —y plausibles— radica en el cambio de percepción de los televidentes a medida que avanzaron los capítulos y se asimiló la telenovela con giros más movidos. Evidentemente, el azúcar de una pareja protagónica e intentos constantes de separarlos no podía actuar como fórmula única de éxito. Luego llegaron el acoso hacia Olivia, la vil muerte de Silene, las trampas de Mariano, los errores de Leticia, las intrigas de Verónica, el verdadero rostro de Ignacio. De modo que la telenovela se armó de recursos que, predecibles o no, medianamente cuestionables dentro de la realidad (o no), encajaron dentro del universo narrativo alrededor de familias, tierras y girasoles.

En la dirección, Loysis Inclán materializó de nuevo una telenovela moderna, de colores y transiciones fuera de lo común. Regreso… delata su esencia desde el diseño de apertura. La codirección y dirección de actores corrió a cargo de Eduardo Eimil, responsable de un trabajo actoral en armonía. Otro aspecto significativo de la puesta fue la banda sonora de Waldo Mendoza. A pesar de que, en los últimos años, la música en telenovelas ha retomado impacto, existe aquí una rica apropiación de los temas para personajes o situaciones, un cuidadoso atributo que refuerza la belleza y el lirismo.

Llega el final y, con él, la nostalgia. Mucho se comentará estos días sobre Regreso al corazón. Y, pese a todo lo que pudo ser perfectible, no cabe duda de que saldó la deuda con un público aferrado a la novela tradicional que, al contrario de lo que se piensa, jamás desaparecerá.

Lety Mary Álvarez Águila/ Televisión Cubana

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