Las abuelitas casi dejaban sin aliento al de la barba joven, luego de asecharlo con la mirada por mucho tiempo durante aquella reunión interminable en la que muchos tenían algo que argumentar.

Tras los aplausos finales, las señoras y hasta los señores se agolparon sobre el mozo que solo tuvo oportunidad de ponerse de pie frente a la silla donde estaba.

Todos tenían algo que decirle, todos al unísono, como quien aconseja a su nieto o le recuerda cosas de cuando nació.

Los besos se le escurrían por la mejilla mientras una madeja de manos arrugadas le apretaban las suyas.
Mas, el muchacho no reconocía rostro alguno, eran ancianos llenos de energía y voluntad longeva completamente ajenos a sus viejos conocidos; pero tampoco temía a ese asedio de afectos.

El brillo en sus ojos almendrados opacaba el cansancio de todo un día de andar en recorridos y conversaciones con decenas de personas. Él estaba dispuesto a saludar sin ingnorar a nadie, por larga que fuera la espera para dedicarle palabras.

De pronto un chiquillo de 13 años pero más alto de lo común franqueó la muralla de brazos que retenían al joven de la barba tierna para saludarlo. Al aferrarse a su brazo cual fiera atrapa a la presa, llamó a un séquito uniformado que alborotó el ambiente.

En estampida blanca y azul llegaron hembras y varones a posar para selfies. El vulgo extasiado giró una y otra vez mirando para acá y para allá, se acomodó, cambió de poses y no dejó de soltar alaridos.

Todos parecían deslumbrados con aquel tipo cuya sonrisa inagotable alcanzaba para la multitud y que en cada fotografía regalaba un perfil beato.

Cuando la escena parecía terminar en una escapada a contrarreloj por el extenso pasillo de aquella escuela primaria, al pasar frente a un aula de tercer grado, una maestra le ofreció disculpas por tomarlo repentinamente por la muñeca, aunque para entonces ya había abducido medio cuerpo del joven dentro del recinto.
«Miren, este es el muchacho del que les hablé»- dijo a los infantes con orgullo, como quien muestra una reliquia viviente.
Los pequeños descubrían con asombro de arriba a abajo a un hombre robusto y de mediana estatura. Tal vez en sus mentes infantiles esperaban ver al niño de su edad que según cuenta la historia regresó en un avión en los brazos de su padre, luego de que un pueblo entero enfrentara al imperio por su reclamo.

Dice la maestra que cuando el de la barba tenía 5 años, quedó solitario a merced del mar en una balsa hasta llegar a la orilla.


Sin embargo ya no es un pequeño, ese que ahora sonríe frente a todos es incluso, papá de una niña y tiene 29 años.
En instantes, solo bastó una invitación para quebrar la disciplina y la organización del grupo. Al proponer una foto no hay nueva generación que se resista a la tentación del lente. Entonces entre sillas y mesas abrieron un espacio para mirar a los numerosos celulares que captaban el momento.

No importaba quien tomaba la foto, solo importaba la evidencia del suceso y eso era suficiente para ellos.
Así de humilde es Elián. Así de modestos son también Brito, Ismaray, Alex y Dopico, los cinco candidatos a Diputados a la Asamblea Nacional del Poder Popular nominados por el municipio Cárdenas.

Elián González Brontons, el joven, es para muchos el pequeño de la Batalla de Ideas; pero para los miles de cardenenses que él representará ante el Parlamento Cubano, es ahora una promesa de pueblo.

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