Un pico y voluntad bastaron para que al usufructuario Abraham Gómez le pariera la tierra, donde solo se avistaba lo imposible.
En sus más 10 hectáreas se intercalan frutales como la guayaba, el limón, la fruta bomba y el café. El terreno pedregoso que albergó una vez el marabú, con ayuda de las lluvias sirve sus nutrientes para los nuevos cultivos.
Los frutos reafirman que la sapiencia y buenas prácticas para la atención cultural de los cultivos prevalecen en la finca El Castillito. Cuando la producción nacional de alimentos es premisa de estos tiempos, Abraham aporta su pedacito, para contribuir a ese objetivo. (ALH)