Fiel a la ciencia, el médico matancero Enrique Barnet se consagró a su profesión. Al mismo tiempo, fue un patriota que contribuyó a sanar las heridas de su madre mayor: Cuba.

El 14 de julio de 1855 nació, en la ciudad de Matanzas, Enrique Buenaventura Barnet y Roque de Escobar. Recibió la enseñanza primaria en el Colegio La Empresa de su ciudad natal, donde bebió la savia vital del patriotismo. Se graduó de bachiller en el Instituto de Segunda Enseñanza de Matanzas en 1869.

Muy joven viajó a España para cursar estudios. En la Universidad de Barcelona obtuvo el título de licenciado en medicina y cirugía en 1875, grado que revalidó en las Universidades de New York (1896) y Caracas (1898).

En 1892 visitó Francia, Suiza y Alemania, donde estudió la organización de la higiene pública de esos países, experiencia que le serviría de mucho en el futuro. De regreso a Cuba en 1875, ejerció su profesión en Ceiba Mocha, Cienfuegos, Cruces y Santa Isabel de las Lajas, hasta 1895.

Conspirador comprometido con la nueva contienda, se trasladó a Nueva York al comenzar la guerra del 95. Allí formó parte de la emigración patriótica y fundó el club revolucionario “Oscar Primelles”. En este club organizó, en 1896, un célebre homenaje a los ocho estudiantes de medicina fusilados en 1871. Además, fue nombrado enviado especial del Partido Revolucionario Cubano en Colombia y Venezuela.

Regresó a Cuba terminada la guerra y asumió como médico del ejército. En 1900 alcanzó el doctorado en medicina en la Universidad de La Habana. La tesis que defendió para obtener ese grado trató acerca de “Ciertas manifestaciones locales de la sífilis”.

Se desempeñó como jefe de despacho de la Jefatura Nacional de Sanidad, jefe ejecutivo del Departamento de Sanidad de La Habana y secretario de la Junta Nacional de Sanidad (1902-1909). También fue asesor sanitario de la comisión consultiva del segundo gobierno interventor (1906-1909) que aprobó la creación de la Secretaría de Sanidad y Beneficencia y director del Boletín Oficial de la Secretaría de Sanidad y Beneficencia (1909-1916).

Sobresalió, junto a Carlos J. Finlay, Juan Guiteras y otros médicos cubanos, en la organización de la salud pública cubana. También se destacó en el saneamiento del país y el combate a la fiebre amarilla.

Perteneció a la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, la Sociedad de Estudios Clínicos, la Sociedad Económica de Amigos del País, la Sociedad Cubana de Medicina Tropical, la Academia de Historia de Caracas, The Natural Geographic Society y otras instituciones.

Publicó Algunas instituciones sanitarias de Berlín (1908) y Consideraciones sobre el estado sanitario en Cuba (1913). Le correspondió escribir los elogios de sus colegas Domingo Fernández Cubas y Joaquín Albarrán. Aportó sus conocimientos sobre higiene pública en Fiebre amarilla. Instrucciones populares para evitar su contagio y propagación (1906), Fiebre tifoidea. Instrucciones populares para evitar propagación (1907) e Instrucciones populares sobre la peste bubónica (1908).

Al morir, víctima de la tuberculosis en Nueva Orleans, Estados Unidos, el 23 de septiembre de 1916, su cuerpo fue trasladado a Cuba. La Academia de Ciencias le rindió un sentido homenaje. En ese triste momento, el doctor Jorge Le Roy expresó: “su muerte deja un vacío difícil de llenar y su vida pública un ejemplo digno de ser imitado por todo el que verdaderamente ame a su patria”. (ALH)

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