La ciudad de Matanzas cumple 331 años de fundada este 12 de octubre de 2024. No se debe olvidar que el sobrenombre de Atenas de Cuba también se sustentó en la ciencia.
La fundación de Matanzas fue, en sí mismo, un hecho científico. La futura ciudad, establecida oficialmente el 12 de octubre de 1693, fue diseñada en un plano fundacional. Con el objetivo de fortificar la población, entre 1680 y 1697 se radicaron en ella varios ingenieros militares, quienes conformaron el primer grupo de profesionales con actividad científico-técnica en el territorio y tuvieron una influencia trascendental en el inicio de la construcción del Castillo de San Severino.
Desde 1729, fecha en que se estableció el primer maestro: Carlos M. Contino, la educación matancera comenzó un ascenso que en la primera mitad del siglo XIX era reconocido internacionalmente. Sobresalieron educadores insignes del territorio como Ambrosio J. González y los hermanos Guiteras. Entre los establecimientos escolares se destacó el Colegio La Empresa, que se fundó en 1840. En 1838 el presbítero Manuel F. García estableció la Cátedra de Filosofía, donde se impartieron, por primera vez en Matanzas, cursos de lógica, filosofía, física y ciencias naturales.
Algo similar ocurrió con la medicina. Un siglo después de ser autorizado el primer médico, Bernardino Palanco en 1752, la ciudad era puntera por su dedicación a las ciencias médicas. Hay que destacar el establecimiento de una sucursal del Protomedicato de La Habana en 1785, la administración de la vacuna contra la viruela en 1804 y la creación de la Junta de Sanidad en 1814. El Hospital de Santa Isabel, obra del arquitecto francés Jules Sagebien, abrió sus puertas en 1838, en un inmueble que aún está en activo prestando servicios médicos.
Sobresalió la introducción de nuevas tecnologías en la industria azucarera. En 1817 se aplicó con éxito la máquina de vapor en un ingenio local. Al poco tiempo, en 1820, se comenzó a usar el alumbrado por gas en estas fábricas. Durante 1841 se incorporaron la centrífuga y los trenes al vacío. Un molino de seis mazas fue probado en el ingenio La Mella durante 1850 y ese mismo año se comenzó a consumir carbón de piedra. La fundición más importante de Cuba se estableció en Bemba (Jovellanos) en 1849. El libro Tratado general de escuela teórico-práctica para el gobierno de los ingenios de la isla de Cuba (1856), de José Montalvo, considerado el mejor manual azucarero del siglo en Cuba, se publicó en Matanzas.
En 1813 se estableció la primera imprenta y se imprimió el primer periódico: Diario de Matanzas. Esto posibilitó la producción sistemática e ininterrumpida de libros de ciencia hasta 1860. El pionero fue Examen de las aguas minerales de San Pedro, publicado en 1827 por Juan N. Casanova. El sabio Esteban Pichardo publicó en 1836 un Diccionario provincial de voces cubanas, recopilación filológica de importancia trascendental. Hay que destacar la publicación, por autores locales, de una enorme cantidad de libros de texto para las escuelas de la ciudad.
La filial de la Sociedad Económica de Amigos del País se estableció en 1827 con el nombre de Diputación Provincial. Esta creó en su seno una Sección de Educación, encargada de la inspección de los centros escolares, la fundación de nuevas escuelas, el otorgamiento de licencias, la reglamentación del trabajo de los maestros y la administración de la Casa de Beneficencia. También fundó en 1828 el periódico La Aurora de Matanzas y en 1833 la Biblioteca Pública.
En 1837 se fundó la Empresa del Ferrocarril de Cárdenas, encargada de la introducción en suelo yumurino de ese importante adelanto tecnológico, que potenció la expansión azucarera por el territorio. Otros adelantos técnicos que beneficiarían a la sociedad matancera tendrían lugar. Entre ellos la comunicación telegráfica directa entre Matanzas y La Habana, establecida en 1853. También comenzarían, desde 1860, los viajes de barcos de vapor entre Matanzas y Nueva York. Este mismo año llegó a la ciudad el ferrocarril habanero.
Hasta 1860 numerosos científicos extranjeros visitaron la región matancera para realizar estudios sobre su flora y fauna. Entre ellos los miembros de las célebres expediciones del Conde de Mopox y de Jaruco y Botánica de la Nueva España. Otros que investigaron sobre la naturaleza yumurina fueron los botánicos John Fraser, escocés; Eduardo F. Poeppig, Eduardo Otto y Ferdinand Rugel, alemanes. También los malacólogos Luis Pfeiffer y Augusto Gould, alemán y estadounidense, respectivamente. Visitante ilustre fue el arqueólogo y naturalista español Miguel Rodríguez Ferrer.
Entre los extranjeros que se radicaron en suelo matancero se destacó el francés Alejandro Dumont, quien escribió sobre el café y la caña de azúcar. También el español Jaime Badía, especializado en temas económicos. La botánica norteamericana Nancy Anne Kingsbury Wollstonecraft residió en Matanzas durante la década de 1820. Como resultado de sus pesquisas escribió el libro Specimens of the plants and fruits of the Island of Cuba, que permaneció inédito por casi dos siglos. La figura más relevante fue el alemán Juan Cristóbal Gundlach, destacado ornitólogo, que se dedicó al estudio de la fauna de vertebrados, en especial las aves.
Figuras cubanas de prestigio realizaron investigaciones en zonas matanceras o se radicaron en ellas largo tiempo. Merece ser mencionado en primer lugar el sabio naturalista Felipe Poey, por sus estudios acerca de los peces de nuestros litorales. Además, el presbítero José R. de la Paz y Morejón, quien hizo labor pastoral en Hanábana y Guamutas, activo colaborador de la Sociedad Económica de Amigos del País y del Museo de Historia Natural de Madrid. El boticario Ambrosio C. Sauto, nacido en Pinar del Río, fue reconocido en 1855, cuando obtuvo una medalla de plata en la Exposición Universal de París, por sus productos químicos y farmacéuticos.
Al inicio de la década de los años 60 del siglo XIX, la sociedad matancera gozaba de un esplendor jamás visto antes, debido en lo fundamental a su desarrollo económico. La cultura en general, la literatura, el periodismo, la pedagogía y las ciencias médicas y naturales, serían lógicas beneficiadas de este proceso. La consagración definitiva sucedió el 17 de febrero de 1860, durante la solemne fiesta con que fue inaugurado el Liceo Artístico y Literario de Matanzas. Esa noche se hicieron famosas y eternas las palabras de Rafael del Villar, quien llamó a Matanzas, por primera vez, la Atenas de Cuba, sobrenombre que el tiempo y la tradición han mantenido.
La ciencia tuvo un papel trascendental en el desarrollo cultural de la ciudad hasta 1860, cuestión que ha sido poco abordada por la historiografía local. Considerarla la Atenas de Cuba se debió también a la ciencia y a la obra de los científicos que en ella brillaron.