En 1928 el escritor José Manuel Carbonell dio a conocer la compilación titulada La ciencia en Cuba, donde incluyó varios matanceros.

José Manuel Carbonell y Rivero (1880-1968) fue un escritor y político cubano, miembro de una familia de prosapia mambisa. Al inicio del gobierno de Gerardo Machado, recibió el encargo de compilar una obra donde se recogiera el desarrollo intelectual cubano desde los orígenes de la nacionalidad. El objetivo era obsequiarla a los participantes en la VI Conferencia Internacional Americana, a celebrarse en La Habana en enero de 1928. Esto dio lugar a la compilación Evolución de la cultura cubana (1608-1927), que tuvo 18 tomos y se publicó ese propio año.

José Manuel Carbonell y Rivero. Archivo del autor.

Evolución de la cultura cubana (1608-1927) incluyó cinco tomos para “La poesía lírica en Cuba” que, dentro de la colección, fueron los volúmenes del I al V, con un tomo adicional para la “La poesía revolucionaria en Cuba”, que fue el volumen VI. Les siguieron, del volumen VII al XI, otros cinco sobre “La oratoria en Cuba”. “La prosa en Cuba”, tuvo igual cantidad, numerados del XII al XVI. Además, se añadieron otros dos volúmenes, el XVII, dedicado a “La ciencia en Cuba” y el XVIII y último, sobre “Las bellas artes en Cuba”.

Contenido de La ciencia en Cuba

La ciencia en Cuba inició con una “Introducción”, redactada por José Manuel Carbonell. En esta señaló que la sinopsis del desenvolvimiento intelectual de Cuba no sería exacta, si no incluyera lo relativo al desarrollo científico. A continuación, expone una serie de criterios negativos sobre Cuba, los cuales rechaza, y destaca los aspectos que han limitado, a lo largo de la historia, los avances de la ciencia nacional. No obstante, consideró inadmisible creer que “…el cubano sea incapaz de producir obra científica, metódica y detenida”. Seguidamente añadió:

“…es justo afirmar que el cubano sí es hombre de ciencia, de esfuerzo metódico y sostenido, con dotes extraordinarias para toda clase de empresas y propósitos, porque lo que otros hicieron y hacen en pleno disfrute de la libertad, en el goce pleno de todos los recursos y estímulos, él ha venido haciéndolo aherrojado y ensombrecido por los nubarrones de la ignorancia, en medio de un ambiente en que era punible, por leyes del fanatismo religioso y la intransigencia política, alimentar una aspiración en el espíritu y un poco de luz en el cerebro”.

En La ciencia en Cuba, José Manuel Carbonell incluyó breves biografías de 18 científicos, así como textos escritos por cada uno, escogidos dentro del conjunto de su obra. De ellos, tres no nacidos en Cuba: el portugués Antonio Parra, el español Benito Viñes y el alemán Juan Cristóbal Gundlach. De los cubanos, seis son habaneros: Felipe Poey, Manuel González Echeverría, Luis Montané, Ismael Clark, Rafael Nogueira y Vicente Pardo. Además, aparecen Tranquilino Sandalio de Noda, oriundo de Vuelta Abajo; Carlos J. Finlay, quien nació en Camagüey, y Joaquín Albarrán, hijo de Sagua la Grande.

Portada del volumen La ciencia en Cuba. Archivo del autor.

Las otras seis personalidades de la ciencia cubana que aparecen son matanceros. Tres tuvieron la ciudad de Matanzas como cuna: Juan Guiteras, Carlos de la Torre y Enrique Lluria. Del resto, Eusebio Hernández nació en Colón, Benigno Souza en Arratia, Corral Falso de Macuriges y Horacio Ferrer en Sabanilla del Encomendador.

Acerca del conjunto de personalidades incluidas en La ciencia en Cuba, José Manuel Carbonell destacó lo siguiente:

“Estos hombres, en su mayoría, laboraron con fructífera constancia, realizando exploraciones e investigaciones, y descubrieron, ratificaron, rectificaron o inventaron teorías propias dentro de sus realidades y su criterio. En cuanto a los vivos, colóqueseles en ambiente más propicio y póngase a su disposición laboratorios, material y estímulo, y Cuba podrían ofrecer una contribución próvida y jugosa al progreso científico…”.

Para resumir, expresó que

“…constituyen una legión de intelectuales consagrada a labores positivas suficientes para enaltece a cualquier pueblo culto de la Tierra”.

Los matanceros

El primer científico matancero que apareció en La ciencia en Cuba fue el médico Juan Guiteras Gener. De este destacado hombre de ciencia, a quien José Manuel Carbonell consideró con justicia “…fundador de la Parasitología en Cuba…”, alguien que “…a su título de médico ilustre pudo agregar el de benemérito de la humanidad”, se incluyeron dos trabajos. Estos fueron “Patología médica. La fiebre amarilla considerada como enfermedad de la infancia en los focos antillanos” y “La fiebre amarilla infantil y la extinción de la endemia en la Habana”.

Juan Guiteras en el libro La ciencia en Cuba. Archivo del autor.

Le siguió la figura de Eusebio Hernández, también médico. Para José Manuel Carbonell, este era “…un creador en el campo de las especulaciones científicas”. Además, lo consideró un “…sabio, verdadero gran sacerdote de la verdad científica”. De la producción científica de este destacado ginecólogo matancero, se reprodujo el “resumen de un trabajo presentado al IV Congreso Médico Nacional Cubano. Sobre la cirugía obstétrica de las estrecheces pélvicas”.

 

Eusebio Hernández en el libro La ciencia en Cuba. Archivo del autor.

A continuación, en La ciencia en Cuba se rindió homenaje a Carlos de la Torre y Huerta, quien, ya en 1928, era la máxima figura de la ciencia en el país. Destacó José Manuel Carbonell su “…temprana vocación científica…” y “…ansia de saber…”. Le llamó “…sabio cubano…” y resaltó que sus trabajos “…revolucionaron la historia geológica de América”. Precisamente estas fueron las investigaciones de De la Torre que se agruparon en este volumen: “Comprobación de la naturaleza continental de Cuba a principios de la época cuaternaria”, “Restauración del Megalocnus rodens” e “Investigaciones paleontológicas en las sierras de Viñales y Jatibonico”. Hay que señalar que sólo en el caso de Carlos de la Torre se incluyeron tres trabajos científicos en La ciencia en Cuba.

Carlos de la Torre en el libro La ciencia en Cuba. Archivo del autor.

Enrique Lluria Despau fue el otro matancero incluido en La ciencia en Cuba. Médico sobresaliente en urología y también un luchador por reformas sociales, José Manuel Carbonell lo consideró un “…pensador originalísimo…” que realizó “…profundos estudios sociológicos”. De la autoría de este científico apareció “Hacia el porvenir”.

Enrique Lluria en el libro La ciencia en Cuba. Archivo del autor.

En relación con Benigno Souza Rodríguez, médico que sobresalió además como historiador, expresó José Manuel Carbonell que su nombre se pronunciaba con “…reverencia admirativa”. Lo elogió por ser un “…maestro por intuición”, que era un “…verdadero virtuoso…” como cirujano. Además, reconoció que le preocupaban por igual “…los destinos de su patria y los de la sociedad humana”. De los trabajos de este hombre de ciencia se incluyó “Ausencia del recto. Ano ilíaco previo. Sigmoidectomía y anoperineotomía. Curación”.

Benigno Souza en el libro La ciencia en Cuba. Archivo del autor.

Por último, apareció en La ciencia en Cuba, el también médico Horacio Ferrer Díaz. En este caso, José Manuel Carbonell enumeró los aportes realizados a los “…progresos científicos…” de Cuba. De sus trabajos como oftalmólogo reconoció que “…son tantos y de tal trascendencia, que con verdadera justicia ha aportado a su nombre la fama de que dispone”. Dos artículos científicos pueden leerse a continuación: “Ciego de nacimiento operado con éxito a los 29 años” y “La tonometría previa en la operación de la catarata”.

Horacio Ferrer en el libro La ciencia en Cuba. Archivo del autor.

Otras presencias matanceras

Además de estos seis científicos, de ellos cinco médicos y un naturalista, Matanzas tuvo otras dos representaciones en La ciencia en Cuba. Fue incluido el ornitólogo alemán Juan Cristóbal Gundlach, gran estudioso de la fauna cubana, sobre todo de las aves, quien vivió varias décadas en zonas de Canímar, Cárdenas y Jovellanos. Precisamente de su libro Ornitología cubana, que José Manuel Carbonell consideró “…una obra monumental”, es el fragmento que se presentó: “Orden 1. Accipitres. Familia 1, Vulturidas. Género Cathartes”.

Juan Cristóbal Gundlach en el libro La ciencia en Cuba. Archivo del autor.

Además, el territorio yumurino se mencionó en la parte correspondiente al antropólogo habanero Luis Montané Dardé, destacado investigador del pasado aborigen cubano. En La ciencia en Cuba, José Manuel Carbonell incluyó el trabajo “El indio cubano de la ciénaga de Zapata”, donde Montané analizó el descubrimiento, en 1913, de un cementerio aborigen en Guayabo Blanco. Este hallazgo revolucionó los conocimientos acerca de la cultura de los aborígenes cubanos, por lo cual se considera un hito en la historia de la arqueología cubana.

La ciencia en Cuba fue uno de los volúmenes que conformaron la obra Evolución de la cultura cubana (1608-1927). Polémica por su vínculo con el gobierno de Gerardo Machado, intentó dar una idea amplia del desarrollo de la literatura, el arte y la ciencia cubanas. En el caso de la ciencia tuvo ausencias notables, que fueron señaladas desde el propio año 1928. Tal fue el caso de Tomás Romay, Félix Varela, Álvaro Reynoso y otros científicos relevantes.

No obstante, puso de relieve la importancia de la ciencia en el devenir histórico de la cultura nacional. La inclusión de los matanceros antes señalados, un tercio del total de personalidades que allí aparecen, fue un acto de justicia. Debemos sentirnos orgullosos por eso.

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