La vida y el pensamiento antirracista del matancero Martín Morúa Delgado han sido estudiados parcialmente, pero su ideario educativo aún espera por los investigadores.

Nacido en Matanzas el 11 de noviembre de 1857, de padre español y madre negra criolla, Martín Morúa Delgado se educó de forma autodidacta. Solo hizo estudios primarios y trabajó de tonelero a temprana edad. Aficionado a la lectura, muy joven publicó en su ciudad natal el periódico El Pueblo.

Implicado en los preparativos de la Guerra Chiquita, fue a prisión y después embarcó hacia Cayo Hueso, Estados Unidos. Participó activamente en el Plan Gómez-Maceo y tras su fracaso fue lector de tabaquería y fundó la Revista Popular en esa ciudad de la Florida. Allí aprendió Inglés, Francés y Portugués.

Regresó a Cuba en 1890 y se incorporó al Partido Liberal Autonomista, donde militó hasta después de iniciada la Guerra del 1895. Más tarde volvió al exilio y regresó a la patria en 1898, como parte de una expedición mambisa dirigida por el general José Lacret Morlot.

Publicó las novelas Sofía (1891) y La familia Unzúazu (1901). Fue además un crítico notable y un sagaz traductor.

Participó como delegado en la Asamblea Constituyente de 1901, donde votó a favor de la aceptación de la Enmienda Platt. Tras la instauración de la República fue senador por el Partido Liberal. En 1909 fue primer cubano negro que ocupó una secretaría (ministerio): la de Agricultura, Comercio y Trabajo. En esa función falleció, de forma repentina, el 28 de abril de 1910, a los 48 años.

Ese mismo año presentó la famosa “Enmienda Morúa”, que prohibía los partidos políticos fundados bajo un criterio racial excluyente, aunque recogía parte de lo que había defendido durante décadas, esta iniciativa legal fue aprovechada por los políticos de la época. Morúa murió poco después de ser aprobada y no fue testigo de la violenta y genocida represión provocada por esa enmienda contra los Independientes de Color en 1912.

Sin embargo, es innegable que Martín Morúa Delgado fue un activo defensor de la igualdad racial y de la integración de los factores étnicos del pueblo cubano. Sustentó que eso sólo sería posible mediante la educación. Al respecto sostuvo que “La igualdad no se da, se adquiere por medio de la honradez y la instrucción”.

Escribió numerosos artículos, como “La fortuna es libre. El saber liberta” y “No solo el siervo es esclavo”, en los que defendió la emancipación humana mediante la educación. Así lo hizo también en “Ilustración” y “La instrucción no es «el maná»”. La frase “Sin libertad no hay vida; más sin ilustración no hay libertad”, es un ejemplo de las ideas que enarboló en plena sociedad colonial cubana.

Confiado en el valor de la educación, enfatizó su poder liberador: “La libertad es la base y el progreso de los pueblos. De nada nos ha de valer la libertad del cuerpo si esclavo el espíritu se encuentra dominado por la ignorancia”.

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