Médico de formación, el matancero José Ignacio Torralbas sobresalió por una extensa obra científica marcada, al mismo tiempo, por las múltiples facetas que abarcó.
Hijo de Matanzas, José Ignacio Torralbas Manresa, nació en esta ciudad el 23 de enero de 1842. Realizó estudios primarios en el colegio de Joaquín Andrés Dueñas en su ciudad natal y se graduó de bachiller en 1858. En 1864 recibió el título de doctor en medicina en la Universidad de La Habana en 1864. Más tarde realizó estudios en Venezuela.
Formó parte de la Escuela de Ciencias de la Universidad de La Habana, como profesor de Ciencias naturales. Fue nombrado médico de la Junta de Caridad del Barrio de San Nicolás, durante la epidemia de cólera de 1867, y médico de Plana Mayor del Cuerpo de Ingenieros al año siguiente.
Fue electo miembro de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de la Habana el 8 de enero de 1871. En esta institución desempeñó varios cargos: secretario general interino de 1887 a 1889, secretario general en propiedad de 1889 a 1892, vicepresidente de 1894 a 1897 y entre 1899 y 1901. Integró además la comisión encargada de redactar la Farmacopea Cubana.
Sobresalió en otras asociaciones científicas cubana, como la Sociedad Antropológica de la Isla de Cuba. También fue director del Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana de 1894 a 1895. Como parte de esta responsabilidad dirigió los Anales de esta institución.
Desde la Guerra de los Diez Años, iniciada en 1868, Torralbas fue un activo luchador por la independencia. Debido a su militancia revolucionaria fue obligado a salir a la emigración, estableciéndose en Venezuela.
Emigró de nuevo en 1896, esta vez a los Estados Unidos. Participó en la creación de la Sociedad Patriótica de Tampa. Regresó a Cuba tras el fin de la Guerra de Independencia y estuvo entre los fundadores del Partido Nacional Cubano.
Se le nombró profesor auxiliar de la Facultad de Ciencias de la Universidad de La Habana en 1900. Además, de conservador de los museos de zoología y antropología. Entre 1902 y 1903 sustituyó a Carlos de la Torre como profesor de Biología y Zoología, al ser este electo miembro de la Cámara de Representantes.
Como hombre de ciencia legó a su patria una amplia y multifacética obra. En los Anales de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de la Habana dio a conocer numerosos trabajos científicos sobre medicina. Entre ellos “Alimentación en la primera infancia (1871), “Los cementerios considerados desde el punto de vista de la higiene” (1882) y “Preceptos higiénicos que la Academia de Ciencias, considera conveniente se practique en el caso de una invasión de cólera” (1884).
Además, aparecen “Ampliación necesaria en un caso de tétanos traumático” (1885), “Consideraciones sobre la difteria y el croup” (1890) “Infecciones en los niños de la primera infancia” (1895) y “La tuberculosis y la leche” (1899). Acerca de la fiebre amarilla dio a conocer “Contribución a la profilaxia de las fiebres reinantes” (1892) e “Informe sobre «un tratamiento de fiebre amarilla»” (1895).
Fue autor del texto Lecciones de historia natural (1882). Dejó inéditos una Cartilla de agricultura y la memoria “Peces cubanos de agua dulce”. Publicó en Venezuela el libro Estudio teratológico de un caso de exencefalia (1876) y colaboró con la revista Escuela Médica.
Sobre botánica escribió con Manuel Gómez de la Maza acerca de la Flora fanerogámica del Jardín Botánico y del Vedado (1895). En 1899 editó el catálogo del herbario de la flora cubana existente en el museo del Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana. Uno de sus trabajos más reconocidos fue “Las palmas de Cuba”, que apareció en la revista The Island of Cuba Magazine en 1899.
Publicó artículos sobre antropología. Entre ellos “Consideraciones sobre la antropología de la Oceanía” (1885), “Etnografía de Grecia” (1894) y “La etnografía y la lingüística” (1894). También puede citarse “Etnografía de los fueguianos” (1896).
La tesis que defendió para obtener el doctorado en Ciencias Naturales, titulada Los insectos y la selección natural de las plantas (1890), se considera uno de los hitos de la aceptación del darwinismo en Cuba. Acerca de la historia de esta teoría científica dio a conocer “La evolución del darwinismo” (1894) y “Haeckel y el origen del hombre” (1903).
Después de una vida intensa como científico y como patriota, José I. Torralbas falleció en La Habana el 6 de diciembre de 1903.
En 1919, en el libro Cultura cubana. La provincia de Matanzas y su evolución, el escritor italiano Adolfo Dollero señaló: “Como sabio, podemos asegurar que pocos han contribuido como el Dr. José I. Torralbas a la cultura de Cuba, y si no reproducimos su bibliografía muy rica, por ser muy extensa, sí aconsejamos su lectura a los más cultos de nuestros lectores”. (ALH)