Eleuterio Paz Gómez, cuya sagrada memoria se recuerda en Jagüey Grande, fue un médico español que ejerció la medicina como un sacerdocio.

Nacido en Castillo de Bayuela, Toledo, España, el 18 de abril de 1854, Eleuterio Paz Gómez alcanzó el grado de bachiller en el Instituto de San Isidro en Madrid. Después se graduó como doctor en medicina en la Universidad Central de Madrid el 19 de julio de 1872. Durante sus estudios había conocido a un grupo de estudiantes cubanos, con los cuales mantuvo una entrañable amistad toda su vida. También conoció a José Martí, con quien formó parte de la Logia Armonía número 57, en Madrid.

Noticia de la salida hacia Cuba del doctor Paz, publicada en la revista española El Genio Médico-Quirúrgico, 1875. Archivo del autor.

Gracias al apoyo de dos de sus amigos, Juan Santos Fernández y Vicente de la Guardia, viajó a Cuba en 1875, con la intención de radicarse aquí de forma definitiva. Desde su llegada trabajó junto al doctor Santos Fernández en su Clínica Oftalmológica. Se incorporó además como uno de los redactores de la revista Crónica Médico-Quirúrgica de La Habana y trabajó en el Laboratorio Histo-Bacteriológico e Instituto de Vacunación Antirrábica de La Habana. Junto al doctor Domingo L. Madan, con quien estableció fuertes lazos de amistad, editó el primer tomo de Clínica de enfermedades de los ojos (1879), compilación de trabajos del doctor Juan Santos Fernández.

Anuncio de la revista Crónica Médico-Quirúrgica de La Habana, de 1875, donde aparece Eleuterio Paz entre los redactores. Archivo del autor.

Más tarde, Eleuterio Paz Gómez decidió establecerse en Corral Falso de Macurijes, Matanzas, donde laboró como médico posiblemente desde 1880. Ejerció específicamente en el poblado de Pedroso, enclavado en una zona rural. Allí contrajo matrimonio con María Eloísa Gutiérrez Hernández, con quien formó una extensa familia. Estuvo entre los que se adhirieron, en 1890, a las conclusiones del Primer Congreso Médico Regional de la Isla de Cuba, celebrado ese año. Formó parte de la Sociedad de Estudios Clínicos de La Habana.

Noticia del nombramiento del doctor Paz como médico municipal, Diario de la Marina, 4 de septiembre de 1901. Archivo del autor.

En 1896 Eleuterio Paz Gómez estableció su residencia en Jagüey Grande, lugar donde ejerció la medicina con singular dedicación y desinterés. Mantuvo una destacada actitud en la atención a heridos y enfermos durante la Guerra de Independencia, por lo cual fue respetado tanto por los españoles como por los mambises. En 1897 se trasladó a Matanzas, donde trabajó de forma ardua junto al doctor Domingo L. Madan, en la atención a las víctimas de la reconcentración. Regresó a Jagüey Grande tras el fin de la contienda en 1898.

En agosto de 1901 fue nombrado médico municipal de Jagüey Grande. Se desempeñó como el primer jefe local de sanidad, cargo en el cual sobresalió por su labor sistemática y desinteresada. Tuvo vínculos con la educación, pues el 10 de mayo de 1903 se le designó Director Escolar del Subdistrito Número 1, primero de forma interina y después en propiedad. El junio de 1911 recibió su carta de naturalización como ciudadano cubano.

Foto de Eleuterio Paz Gómez publicada en 1918 por el periódico Claridades. Archivo del autor.

Casi toda la obra científica de Eleuterio Paz Gómez se publicó en la revista Crónica Médico-Quirúrgica de la Habana, dirigida por Juan Santos Fernández. Entre los variados artículos que publicó estuvieron “Mal del sueño” (1876) y “Pústula maligna curada por medio de la cauterización del bicloruro de hidrargirio” (1877). También fue autor de “Higiene escolar” (1890) y “Clínica ginecológica privada” (1894). Tuvo a su cargo, por varios años, la sección dedicada a comentar la nueva bibliografía médica que se publicaba en Cuba y el mundo.

El homenaje de un amigo

En el testimonio “Un hombre excepcional”, texto incluido en la autobiografía Recuerdos de mi vida (1918), el doctor Juan Santos Fernández, gran amigo de Eleuterio Paz Gómez, escribió este homenaje:

“Nuestro compañero de Toledo, el más joven, fue siempre un modelo en todos sentidos y jamás se condujo de otra manera que no fuera como la de un hermano”.

“Nuestro joven compañero de Toledo con una discreción sin igual, que después ha sabido tener toda su vida y en todas las circunstancias, sin el menor servilismo porque no cabía en su dignidad habitual y lo hubiera desprestigiado ante los cubanos, escudó siempre los asuntos de la guerra que no tenía por qué tratar y mantuvo con los más exaltados, relaciones afectuosas hasta el día y éstos le tributaron siempre el mayor respeto y cariño”.

“Una vez establecido yo en La Habana, mi compañero de la provincia de Toledo me expresó su deseo de venir a Cuba, y yo temí que los odios y rencores existentes durante la guerra del 68, que estaban en todo su apogeo, pudieran perturbar una amistad tan bien cimentada entre los dos. Le expresé mis temores por la fiebre amarilla, de que podía ser víctima, privando a su anciano padre de su apoyo; pero como me manifestase que estaba dispuesto a correr todos los riesgos y los corrió pues la tuvo, le facilité su viaje y en diciembre de 1875 estábamos juntos en la Habana, con la misma cordialidad que cuando éramos estudiantes en Madrid. Fue mi ayudante algún tiempo con el doctor Madan y a la par que desempeñaba una plaza en una Casa de Salud, en la que llegó a ser Director, en sustitución del que la abandonó para servir otra y quiso recobrarla otra vez, por lo cual renunció mi amigo a su dirección. Entonces me pidió le presentase al Sr. Conde de Ibañez porque quería establecerse en el campo. Lo hice y sucedió lo que tenía que suceder se ganó el afecto y la estimación de la localidad y se casó en ella y formó parte de una familia dignísima. Estalló la segunda guerra por la independencia en 1895 y en plena campaña iba de un lado a otro sin que ni tirios ni troyanos le molestasen; pero era peligroso de un modo u otro permanecer en el campo, donde todo había sido quemado o arrasado y tuvo que ampararse en Matanzas, capital de la provincia, donde enfermó y estuvo tan grave que su íntimo amigo que lo curaba allí, el doctor Domingo Madan, me dijo un día que creía perderlo. Tropezó de nuevo mi compañero de Madrid en Matanzas, con el Dr. Madan, otro hombre que como a él le tenía yo bien probado, y era una criatura perfecta”.

“Al final de mi vida, después de haber tratado tantas personas puedo asegurar sin ambages que yo. no he visto dos seres moralmente más iguales, psíquicamente más perfectos, que mi amigo de Toledo y Madan. Se compenetraban de tal modo, que al morir Madan inesperadamente durante la guerra, víctima de los horrores de la reconcentración que como un apóstol se dedicó a mitigar, su amigo que estaba tan enfermo no pereció como él temía y se volvió al campo terminada la guerra”.

“Al llegar a su localidad, le nació un niño, y me manifestó por primera vez que fuese yo el padrino de uno de sus hijos, pues tenía más de 9 y yo no había sido padrino de ninguno, sin saber por qué. Coincidió el nacimiento del niño, con la muerte de Madan, y ambos, sin ponernos de acuerdo, convinimos en que mi ahijado se llamaría Domingo Lorenzo como el amigo excelso de los dos que acabamos de perder”.

“…hace más de 42 años que está en Cuba, se mantiene en la misma localidad en que se estableció, al frente de una numerosa familia que le idolatra y sería todo lo feliz que se puede ser en la tierra, si no hubiera tenido achaques que le han hecho sufrir y en la actualidad le molestan, y sobre todo si no hubiera perdido inesperadamente dos de sus hijos mayores, cuyas heridas no se le han cicatrizado aún”.

Noticia en el Diario de la Marina sobre el homenaje recibido por el doctor Paz en 1917. Archivo del autor.

Un parque con nombre de médico

En su 65 cumpleaños, Eleuterio Paz Gómez fue declarado Hijo Adoptivo de Jagüey Grande y recibió un emotivo homenaje popular. Así lo destacó Juan Santos Fernández:

“Finalmente, al cumplir sus 65 años de edad, el pueblo en que reside Jagüey Grande (…), ha sido objeto de una gran manifestación de respeto y de cariño que es a lo más que puede aspirar un profesional. Todos los del pueblo y fuera de él se congregaron en su morada el 26 de abril de 1917 para hacerle una ofrenda, con motivo de su cumpleaños, de una cantidad subida, que aunque la rehusó, se la impusieron y además esto es lo más significativo y envuelve singular coincidencia, como todo lo que se relaciona con este modesto y noble personaje, el pueblo de Jagüey Grande nombre su hijo adoptivo, al doctor don Eleuterio Paz y Gómez que así se llama mi querido amigo, es decir, que el doctor Paz es hoy hijo adoptivo de un pueblo de Cuba, como yo lo soy desde hace 44 años de su pueblo natal de la provincia de Toledo”.

Esquela mortuoria publicada por Juan Santos Fernández en el Diario de la Marina, el 9 de julio de 1918. Archivo del autor.

Poco más de un año después, el 8 de julio de 1918, falleció Eleuterio Paz Gómez en Jagüey Grande. Ese día se declaró de duelo mediante una disposición del alcalde municipal. Tras ser velado, el cadáver se trasladó por tren a La Habana, donde recibió sepultura.

Noticia del fallecimiento del doctor Paz, en Diario de la Marina, 9 de julio de 1918. Archivo del autor.

El reporte del corresponsal del Diario de la Marina informó de la tristeza por su fallecimiento:

“Era el doctor Paz querídisimo por sus excelentes prendas personales. Lo prueba el luto que durante el día de ayer se ha guardado en este pueblo en el que el comercio en general cerró sus puertas, y los particulares, industriales, comercio, colonos, etc., desfilaron por la casa del fallecido para testimoniar su sincero y gran dolor”.

«Hoy a la una y media de la madrugada fue llevado su cadáver para esa en un tren especial, y a la estación a despedir al benefactor de este pueblo, acudió el pueblo en masa, triste, lloroso, inconsolable… Se le hizo durante la noche guardia de honor”.

“El lujoso sarcófago, fue totalmente cubierto de coronas y flores. Estas llenaban, además, el carro en que el cadáver fue colocado”.

“Muchas personas de significación acompañaron el cadáver hasta esa capital, y muchas también tuvieron que verse privadas de rendir ese tributo a quien por todos conceptos se hizo acreedor de todas las muestras de cariño y simpatía que en su muerte se le tributaron”.

“Era el doctor Paz, español de origen, cubano nacionalizado. De joven vino a este pueblo, y aquí permaneció por espacio de treinta años, hasta su muerte”.

“Médico notable, era solicitadísimo por todos, y el hecho de que haya muerto casi en la miseria, no obstante su justísima fama de sabio doctor, prueba hasta la saciedad su renombre de caritativo y de bueno de que gozaba. Siempre era el primero en acudir a donde sabía que eran necesarios los auxilios de la ciencia, y cuando, después de curado el paciente, le preguntaban cuánto le debía, siempre respondía, tratándose de gente pobre: «para usted nada, no me debe nada». Y llegaba en muchas ocasiones hasta regalar las medicinas para que el enfermo se curase. Por eso murió en la miseria, y por eso también, y este es su premio, han sido incalculable las pruebas de cariño que recibió últimamente y las demostraciones de afecto sincero que sin distinción de personas el pueblo entero le ha dedicado con motivo de su muerte”.

Necrología publicada en la Revista de Medicina y Cirugía, julio de 1918. Archivo del autor.

A propósito del triste acontecimiento, el periódico local Claridades dedicó el número completo del 15 de julio a rendirle sincero homenaje. En esa edición incluyó variados textos que recordaron la humanitaria labor que desarrolló. Entre ellos estuvo “El Doctor Eleuterio Paz y Gómez”, sentido artículo que el doctor Juan Santos Fernández dedicó a su amigo fallecido. Se publicó en el Diario de la Marina el 10 de julio.

Primera página del número dedicado al Doctor Paz por el periódico Claridades. Archivo del autor.

Con posterioridad a su muerte, Eleuterio Paz Gómez recibió varios homenajes de recordación. El parque de la localidad se denominó oficialmente con el nombre de “Eleuterio Paz”, al igual que la Casa de Socorros. En 1924, el periódico jagüeyense Nueva Era propuso erigir un monumento a su memoria. El 6 de febrero de ese año se creó un Comité Por-Monumento al Doctor Eleuterio Paz, presidido por Mariano Mendía, amigo cercado del ilustre médico. Sin embargo, estas gestiones iniciales no fructificaron.

Tarja colocada en la casa donde vivió el doctor Paz. Archivo del autor.

Otro tributo se le rindió en 1929, cuando se colocó una placa de bronce en la casa donde vivió, por iniciativa de la Respetable Logia Helios. El principal promotor de esta iniciativa fue el doctor Miguel A. Beato.

Busto del doctor Eleuterio Paz Gómez en el parque que lleva su nombre. Foto de Diego Alamino Ortega.

Fue la Asociación Hijas de la Acacia Filial no. 20, la que retomó la intención de 1924 y el 27 de agosto de 1944 acordó emplazar un busto de Eleuterio Paz Gómez en el parque así nombrado. Una vez recibida la autorización del alcalde municipal, se dio a la tarea de recaudar los fondos necesarios a partir de actividades de la propia institución, pues la familia del doctor Paz no autorizó la realización de una suscripción pública con ese objetivo. El 21 diciembre de 1946 se realizó la actividad de inauguración del monumento, que incluía el busto, sobre un pedestal de concreto, tallado en piedra por el escultor José Pereira Casuso, y una tarja alegórica. Se develó por Victorina y Domingo Paz, dos de los hijos de Eleuterio Paz Gómez. Al mismo tiempo, el parque se remodeló y se colocó en la glorieta una tarja que lo identifica.

Momento en que los hijos del doctor Paz develan su busto en 1946. Archivo del autor.

Eleuterio Paz Gómez hizo de Cuba su segunda patria. Conocido también como “el paño de lágrimas de los pobres”, se le recuerda de manera permanente. El parque de Jagüey Grande debe ser el único en Cuba, dedicado a homenajear a un médico que se dedicó exclusivamente a su humana labor. Así lo dice la tarja que acompaña su busto: «Honor a quien hizo de su profesión un sacerdocio».

Los parques de los médicos

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