El polémico escritor matancero Antonio Vinageras dedicó numerosos poemas a la ciencia de su tiempo.

Antonio Vinageras fue un escritor muy conocido en la época en que vivió, aunque hoy es un gran desconocido. Tuvo una existencia signada por la polémica, la amplitud de temas que bordó como escritor y relaciones humanas marcadas por actitudes diversas. Su apellido aparece con j en algunas fuentes. Se ha preferido Vinageras por ser como se puede leer en la portada de la mayor parte de sus libros.

Vida de un matancero

Grabado de Antonio Vinageras en el primer tomo de sus obras (1855). Archivo del autor.

Nacido en Matanzas el 31 de octubre de 1832, Antonio Quintín Vinageras Cruz realizó estudios secundarios antes de trasladarse a Francia para estudiar medicina en la Universidad de Montpellier. Sin embargo, no se graduó, se dedicó a escribir y se radicó en España. Más tarde alcanzó el grado de Doctor en Derecho en la Universidad de Salamanca, primero que lo hizo a título de suficiencia. Como resultado de su experiencia en Montpellier publicó el libro Amador. Natural de Cartagena. Profesor de la Facultad de Medicina de Montpellier. Noticia biográfica (1862).

En 1855 publicó en París dos tomos de sus obras, que dedicó al Instituto de Francia. Presentadas a la Academia Francesa, le valieron ser nombrado miembro de esa institución. Además, fue presentado a la reina Isabel II por Ramón María Narváez, presidente del gobierno, tras lo cual recibió la condición de Caballero Comendador de la Orden de Carlos III, cuando sólo tenía 22 años. También se le incorporó a la Sociedad libre de Bellas Artes de París, a la Unión de Poetas de la esa ciudad y a la Academia de Ciencias y Bellas Artes de Rouan. Esto le valió establecer relaciones con importantes figuras de las letras francesas y españolas, así como de la política de ambos países.

Portada del primer tomo de las Obras de Antonio Vinageras. Archivo del autor.

Es conocida la polémica que desató al criticar la condición poética del sabio cubano Felipe Poey. Lo hizo en el libro Elogio de Poey (1858) y por esa razón recibió una contundente respuesta de parte del naturalista. Aunque la discusión terminó de forma amigable, la sombra de ese episodio lo persiguió el resto de su vida. Sin embargo, puso de relieve sus cualidades como crítico en el texto Bosquejo crítico de la Vida de Lord Byron de D. Emilio Castelar (1873).

Asentado en Madrid se dedicó a escribir para la prensa política según las pasiones del momento. Así lo demostró en los libros Los elementos jóvenes de la Unión Liberal (1865) y El pan del pueblo. Ofrenda a S.M. la Reina de España (1866). Fue defensor de la monarquía española, de la Iglesia Católica y nunca se interesó por la independencia de Cuba.

A propósito de la inauguración del Liceo Artístico y Literario de Matanzas, escribió una oda que se publicó como libro. Escribió varias obras dramáticas en francés y español, varias de las cuales fueron representadas y gozaron de fama. Publicó la novela Enriqueta (1868). Sobresalió, además, como estudioso de la vida de Cristóbal Colón. Dejó inéditos “María Antonieta”, drama en dos actos, y “Lienzos y pinceles”. Usó el seudónimo Quintín de Castañeda.

Antonio Vinageras fue profesor en el Ateneo de Madrid, donde impartió numerosas conferencias. Por ejemplo, en 1874, trató temas vinculados a la Revolución Francesa: “Preludios de la revolución: Mirabeau”, “La guillotina: Danton, Marat y Robespierre” y “Turgot, Neker, Mesmer, Cagliostro y el Collar”. Otros temas que abordó en ese año, fueron “La conquista del hombre por el hombre”, “La vida de Galileo”, “Origen de la especie humana” y “Fisionomía moral de las primeras sociedades del globo”. Dejó inédita una obra que tituló “Historia de los conocimientos humanos”.

Datos del libro El Congreso de Guinea. Archivo del autor.

Visitó Cuba después de la paz del Zanjón y ofreció conferencias en La Habana y Matanzas. En ellas se opuso firmemente a la teoría darwinista. Una de ellas, “El hombre bíblico”, desató una controversia. Llegó a publicar, en su ciudad natal, el extenso poema El Congreso de Guinea (1879), donde ridiculizó las ideas evolucionistas. En esa misma fecha estrenó en el Teatro Tacón, en La Habana, el drama «Virtud o crimen» y en el Teatro Esteban, de Matanzas, la obra «Por todas partes se va a Roma”.

Tras las polémicas que enfrentó en La Habana, volvió a España. En 1880, en carta a Vidal Morales, el naturalista e historiador matancero Francisco Jimeno dijo de Vinageras:

“…este escritor de omni re scibili, presuntuoso desde niño, la edad no ha aminorado sus exageradas pretensiones, vuelve a Madrid disgustado de sus compatriotas”.

Desempeñó varios cargos oficiales. Fue oficial de la Obra-Pía en Estado de Ultra mar y Vice-Cónsul de España en Rabat, Mogador y más tarde en Gibraltar. Vivió cinco años en Puerto Rico, donde fue Oficial de Administración y también impartió conferencias. Al regresar a España se le destinó a Soria y después a Castellón de la Plana, Valencia. En esta ciudad murió el 28 de diciembre de 1904.

Tras la muerte de Antonio Vinageras, el historiador matancero Carlos M. Trelles escribió una breve biografía del escritor yumurino. La publicó en la revista Cuba y América y en ella elogió al

“…bardo matancero que murió lejos de su país y legándole a su patria con su último suspiro, el recuerdo del hijo ausente que supo engrandecerse en alas de sus propios merecimientos. Los que tuvieron oportunidad de reconocer en el señor Vinageras su elevada cultura, su esclarecido talento, su fino trato y los rasgos característicos de su caballerosidad, no pueden olvidar las veces que hubo de deleitarlos con sus brillantes producciones que un selecto auditorio acogía entre aplausos y ovaciones; y hoy, en el aniversario de su muerte, tributan un sentido recuerdo al inspirado poeta que desapareció para siempre, sintiendo con Matanzas, la cuna de los dulces trovadores, la ausencia de uno de sus hijos más ilustres, llevando siempre el recuerdo que deja el Genio para orgullo de la posteridad!”.

Poesía y ciencia

Fiel a su tiempo, donde el afán científico era visto como tendencia ineludible del progreso, sobre todo, tecnológico, Antonio Vinageras no dejó de cantar a la ciencia. En el tomo primero de Obras de Antonio Vinageras. Dedicadas al Instituto de Francia (1855), aparecen seis poemas relacionados con esa esfera del conocimiento. No son grandes poemas en el estilo y la calidad del verso, pues su autor nunca lo fue. Lo que importa es el afán de reflejar la ciencia de la época en que vivió.

El primero que apareció fue “Grandes pasos del genio, o fusión de principios y de fuerza en el siglo XIX”, título que el autor acompañó con esta oración: “Modesta ofrenda a los ilustres miembros del Instituto de Francia”. De inspiración filosófica, este poema refleja las ideas sostenidas por su autor en relación con la existencia divina y su influencia en la vida de los hombres. Fue, además, una afirmación de reverencia al Instituto de Francia. No faltó la alusión a Cuba:

“Oh! devorad las ciencias,

Y desplegad las alas,

Vosotros que en la Isla

Que tanto amó Colón,

Tenéis la mente clara

De rayos revestida,

Que es digna la Academia

De vuestra aspiración”.

Le siguió la poesía “Newton, o ensayo de una literatura basada en los principios fundamentales del arte y de la ciencia”, que dedicó “A mi consecuente amigo el excelentísimo señor don Francisco Martínez de la Rosa en prenda de cariño invariable”. Insertó Antonio Vinageras, antes del poema, una “Carta del autor’, donde expuso criterios acerca de la relación entre la poesía, la filosofía y la ciencia, a partir de un debate ocurrido en el Instituto de Francia. Después apareció el texto poético, con el título de “Newton”. Comenzó entonces con una descripción de la célebre historia de la manzana que golpeó la cabeza del físico inglés:

“Sentado bajo un árbol cuya rama

Busca la luz del sol enrojecido,

Un hombre en viva inspiración se inflama,

Y está en sueños fantásticos perdido.

Torna á mirar del sol la eterna llama,

Y hallándose el filósofo abstraído,

Una manzana cae de repente

Dándole al pensador sobre la frente”.

Describió el autor matancero el diálogo de Newton con Dios a raíz del suceso y expuso las interrogantes que debió hacerse tras el casual hecho. Más adelante escribió:

“Y Newton así dice: la física en su vuelo

No aclara las cuestiones profundas del imán!

¿Será un imán el astro dominador del cielo

Que extiende su influencia y hasta el lejano suelo,

Del sol las influencias multiplicadas van?”.

(…)

“Y después que el filósofo en su anhelo

Traza números, borra o no los quita,

Y que colmado de ilusión medita

Repite en profundísima abstracción.

—Centro de fuerza el sol! centro que atrae

Y en razón tan directa de la masa

Que el equilibrio universal atrasa

Si disminuye su admirable acción!”.

“Y llevado del Genio así pronuncia:

—Y Dios para evitar que en su lumbrera

El sistema hermosísimo cayera,

Hace que al sol lo atraigan los demás,

Y de esto pues, resulta el equilibrio,

La gravedad universal se ostenta

Y el sublime espectáculo presenta

Sin que se pueda destruir jamás!”.

La estrofa que presentó la conclusión a la que arribó Newton fue la siguiente:

“Luego la ley que a la manzana hacia

Caer a tierra cuando yo soñaba,

Oh! fue la gravedad que se ocultaba

Para mi mente de esa causa en pos.

¿Mas quién, grande geómetra, ha podido

El débil fruto sujetar vehemente

A la ley de ese sol resplandeciente?

Solo un ser infinito! sólo Dios!”.

“A la invención de la brújula. Oda”, fue uno de los poemas más conocidos de Antonio Vinageras. Lo publicó como una “Modesta ofrenda al ilustre poeta don Ángel Saavedra, duque de Rivas”. Comenzó la composición con referencias a la creación divina. Después comentó las necesidades derivadas de la navegación y el comercio, las que reconoció como causas de la invención de la brújula. Cantó entonces el poeta:

“Instrumento admirable! Oh tú dichoso

Por todas las centurias,

Primer mortal que en Genio poderoso

Del mar burlaste las traidoras furias!

Ved cómo llega la opulenta nave

A los pies del Comercio, y refulgente

Con la brújula, el mundo, solamente

De súbito adelanta:

¡De un modo tal que el orbe se agiganta,

Toma el género humano más aliento,

Y desde entonces progresando marcha

El Genio vencedor del pensamiento!”.

Grabado del telescopio de Rosse. Archivo del autor.

Con la composición “Telescopio gigantesco de Lord Rosse. Oda”, Antonio Vinageras rindió tributo a otro producto tecnológico del ingenio humano. Se trató de la obra del astrónomo y ingeniero irlandés William Parsons, tercer conde de Rosse (1800-1867), quien construyó el telescopio más grande del mundo para la época. Lo erigió en su propiedad en Birr, Irlanda. Se trató de un telescopio reflector de 72 in/1.8 m, conocido como “Leviatán de Parsonstown”. Gracias a este instrumento Lord Rosse descubrió 15 nebulosas espirales y nombró la Nebulosa del Cangrejo.

Antonio Vinageras encabezó el texto con un fragmento del astrónomo inglés John Herschel. En el inicio del poema mencionó la ciencia de los astros:

“Oh grave astronomía!

¿Qué ciencia como tú? ¿ni cuál sublima

Como tú el corazón? tu llama pura

Mas clara que la mente centellea,

En ese sol que espléndido fulgura

Y el horizonte inmenso señorea!”.

Después insertó una referencia a Galileo:

“Tus víctimas perecen

Grandes en el martirio: Galileo

Sabe que va a morir: en ansia impura

Al venerable anciano prosternado

El pueblo grita con furor: ¡abjura!

Él, ancha hoguera ante su planta mira;

Niega que el globo tiene movimiento,

Y exclama luego con sublime acento:

¡Y sin embargo nuestro globo gira!”.

Más adelante hizo mención a Ross:

“Mas yo te miro ¡oh Ross! modestamente

Subiendo al éter: a la inmensa esfera

Donde nunca se vio la planta humana:

La gloria te decora

Y cuando miras la región flamante

A través de tu enorme telescopio,

Dios con sus astros baja refulgente

Para ceñirte un lauro relumbrante”.

“Por ti la ciencia ¡oh sabio! su dominio

¡De un paso agigantó: tal como el nauta

De sus cartas fiado

El astrónomo surca el éter vago

Tal vez pequeño, estrecho a sus arrojos!”.

(…)

“Tu Genio; ioh Ross! en el de Dios enciende;

Sereno en tanto los espacios mira,

Que hay mucho que esperar del vasto cielo

Sabio investigador y en vivo anhelo

En loco afán tu corazón inspira!

Pueda cada mortal dentro del alma

Ver tan clara la estrella que le sigue

Como la gloria tú! pueda la Europa

¡Ay! ver el astro que le sigue al paso

Como tú los laureles que te brinda

Hoy por mi labio el inmortal Parnaso”.

Cerró el poema con este párrafo:

“¡Humanidad! En tu envidiable vuelo

Ten por gigante telescopio el cielo.

Yo te juro que un día,

Cuando solo virtud reine en el mundo,

A través de ese azul resplandeciente

Entonces trasparente,

Alcanzarás a contemplar gozosa

La providencia inescrutable y santa,

Que indica al Genio porvenir que encanta

Y a la virtud una esperanza hermosa!”.

En “Cook delante del Polo. Oda”, exaltó Antonio Vinageras la proeza de James Cook (1728-1779), quien viajó en varias ocasiones por zonas del Pacífico y el Atlántico sur. Aunque nunca llegó a visitar la Antártida, Cook cruzó tres veces l círculo polar antártico y alcanzó, el 10 de enero de 1774, el lugar más austral visitado en el siglo XVIII. Para Vinageras era obra de Dios iluminar la mente de los grandes científicos y exploradores. Así lo reflejó en este poema:

“El Genio entonces que ilumina el orbe,

La verdad infalible

Por tanto tiempo triste y baldonada,

Su sien sacude y como en áureas ondas

Del sol relucen las madejas blondas

Luz derramó su celestial mirada.

Abrió sus anchos senos

Al arte y al saber: cúbrese el orbe

De grandes hombres y las ciencias crecen

Al fuego vigoroso

De tal aplicación, de tal aliento,

Y Dios que mira el progresar fecundo

La humanidad ensancha en un momento

Cuando muestra a Colon el Nuevo Mundo!

Muéstralo y rompe por pasmosa vía

Mayor ilustración, y el siglo en tanto

Se inmortaliza desde polo a polo:

Lauros le ciñe a Guttemberg la fama,

La brújula en el orbe se eterniza,

Keplero audaz detiene a los cometas

En su curva grandiosa,

Leibnitz se acerca al infinito mismo

Con cálculos que Newton meditaba,

Fulton parte veloz, Franklin detiene

Al rayo que en la atmósfera serpeaba,

Y la Gloria inmortal llena de vida,

Uniendo tiempos en su voz sonante,

Pronuncia sobre el mundo suspendida

Hiriendo bronces. Sófocles y Dante!”.

Después mencionó varias veces la hazaña de Cook con estas palabras:

“Un hombre empero con serenos ojos

La gran región del ártico mirando,

Le roba al sol su luz: en vano truena,

El ponto horrible y vanamente el polo

Tiembla de furia…”.

(…)

“Y mientras él con incansable vista

Del orbe ve la superficie inmensa,

Tal vez en sus entrañas

Lo estudia un inmortal naturalista.

Y ciencias mil esperan la victoria

Del arrojado inglés, del gran marino

Que un nombre empero le dará a la gloria

Y al denodado nauta otro camino”.

(…)

“Y el sublime viajero

Estudia las alturas: de los vientos

La varia rapidez arrebatada,

Y pone un yugo con la mente osada

Al fragor de los recios elementos!

Compara el ecuador: inmensas líneas

Hace cruzar en todas direcciones,

Y va la sonda sin cesar bajando

En alas Cook de su talento mismo,

Y huyendo al Genio y a la par tronando

Nueva profundidad toma el abismo!”.

Terminó entonces el poema con una alabanza muestra de fe en la ciencia y sus conquistas:

               “…y Cook reverenciando

Al sumo Creador, del Genio siente

La llama reluciente

Mientras la fama que su canto entona

Del nauta, el nombre lleva enajenada

Desde la esfera por el sol bañada,

Del ártico espantoso, hasta la zona.

¡Oh momento feliz! y cuando gira

La nave en busca de la sabia Europa

El universo con asombro mira

Crecer las ciencias, progresar el hombre,

Agigantarse la verdad radiante,

Y en gloria fulgurante

A la posteridad pasar un nombre!”.

Por último, el poema “Cosmos, o ensayo de una descripción poética del mundo”, que se dedicó “Al insigne naturalista M. Alexandre de Humboldt”, rindió homenaje a la máxima figura de la ciencia en la primera mitad del siglo XIX. Alguien que simbolizaba, en ese momento, el aspecto romántico del conocimiento científico. Antes del poema, se insertó una carta que Antonio Vinageras dirigió al naturalista alemán, en la que expresó admiración por su obra e hizo, además, divagaciones filosóficas acerca de la ciencia. En ella le planteó la influencia que ejerció sobre él la lectura de la grandiosa obra Kosmos:

“Con el temor propio de una juventud indigna por la escasez de su mérito para elevarse a grandes investigaciones en el campo de la naturaleza, he escrito el adjunto y sencillo bosquejo del Cosmos universal, estudiado este, bajo el punto de vista que presenta el cuadro poético de la creación, argumento interesante para un poema gigantesco, y cuya idea he debido a la atenta lectura del magnífico trabajo concebido y tan brillantemente realizado por el más respetable sabio de la Europa”.

Resulta interesante la referencia que hizo Antonio Vinajeras a Cuba:

“…nacido en un país que me honra, pero que carece de los elementos necesarios para dar cima en él a investigaciones serias, he tenido que continuarlas solo, descansando de la aridez científica al entregarme a la recreación e interés de la literatura: no hubo un día en que mis ojos se fijaran bajo el benigno cielo de Cuba en la ocular de un telescopio; pero aquella naturaleza tan rica, aquel azul profundo de su cielo, me servían de instrumento admirable para estudiar en Dios, bendecirlo en sus obras, y crecer a la sombra de mis padres”.

Además, le hizo saber la admiración que sentía por su obra magna:

“¡Dichoso quien cual vos lanza en medio de los siglos un monumento como el Cosmos en el que se descubren aquellos raros privilegios que distinguen a un talento universal!”.

En el poema abundan las referencias a los conocimientos humanos y su desarrollo desde las primeras épocas históricas, hasta llegar al libro Cosmos. Escribió ya al final Antonio Vinageras:

“Por eso el gran poema donde el talento escriba

Los pasos que este mundo para el progreso dio,

El inmortal poema do la verdad describa

Los cuadros donde el Genio la inspiración tomó,

Será la grande empresa de las generaciones,

La Biblia majestuosa de todo el porvenir,

El Cosmos, el conjunto de eternas concepciones,

La descripción poética, que no podrá morir”.

Para el matancero Antonio Vinageras la ciencia fue un legítimo motivo para la poesía. Junto a sus concepciones idealistas y fuertemente católicas, el poeta y escritor matancero siempre manifestó una clara confianza en el avance de la ciencia. Fue, en este sentido, un cantor del progreso científico de su siglo.

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