Fotos: Cortesía del entrevistado
Yanior Tejera Soca desde muy pequeño sentía inquietud por las artes, en particular por la pintura. En el hogar familiar, en su Ceiba Mocha natal, compartió esa pasión con sus primos, que más tarde se desarrollarían como artistas de la plástica.
Trazo tras trazo encontró su inspiración y desbordó su talento, totalmente empírico, en rostros de diosas y ninfas.
Quizás fue esa misma afición por dibujar el rostro femenino lo que lo llevó a interesarse por el estilismo y la peluquería.

Graduado de técnico Medio en Construcción Vial, laboró en varias entidades antes de decidirse. Hasta que un día, con más ganas, que conocimientos, en un primer momento, y motivado fundamentalmente por su esposa Mayelín, manicurista además, emprendió el camino que lo llevaría a convertirse en como cariñosamente lo conocen: «el peluquero de Gelpis».
«Hace unos 15 años que comencé como peluquero y puedo decirte que me esmero en cada clienta como si fuera la primera.
«Existen días en que me siento decaído por alguna razón, pero a penas comienzo a trabajar, regresa la motivación. Cuando se hace lo que se ama, el trabajo deja de serlo, para convertirse en alegría».

Desde su pequeña peluquería, ubicada en su hogar actual, en el Reparto 2 de Diciembre (Gelpis), en Matanzas, convierte en arte el cabello que llega a sus manos.
«Siempre quise trabajar en mi comunidad, me siento útil aquí. A veces viene la cliente con deseos de un cambio de look. Debo decirle lo que necesita sin ofenderla. A mi me sucede que desde que veo a la persona, ya en mi mente la estoy transformando.
«Ahora, la parte complicada, resulta, cómo lograr que esa persona, acceda a realizarse ese cambio que ya creé en mi mente. Hay que tener también arte para eso y que la cliente salga enamorada y satisfecha».

Aunque se desempeña como peluquero nunca ha dejado de pintar. Yanior tuvo la oportunidad y el privilegio de formar parte de cursos de pintura y diseño, promovidos por la Asociación Cubana de Artesanos Artistas en Matanzas. Recibió allí clases del destacado diseñador matancero Rolando Estévez Jordán, a quien agradece por su formación y también a otros profesores como Enelio Suárez, Margarita Tundidor y Puchol.

«Dibujo de vez en cuando como una manera de desestresarme y olvidar algunas tristezas ( perdió recientemente a sus padres). Encuentro en la pintura como en la peluquería un refugio para alegrar mi alma, aún en los días más grises».
Yanior no solo arregla el cabello a sus clientas, en ocasiones también arregla corazones, pues su peluquería resulta un espacio donde por muy triste que puedas llegar, el resultado te estampará una sonrisa.

«Trato que mi lugar de trabajo, sea espacio de relajación. Como trabajé en tiendas, específicamente en La Reina, aquí en Calle Medio, aprendí mucho sobre el trato al cliente.

«Tengamos en cuenta que quienes pagan por el servicio de peluquería buscan verse; pero también sentirse mejor con la imagen que encuentren en sus espejos. Ahí radica la magia.

«Soy su peluquero pero cuando están sentadas en el sillón a veces me siento un poco su psicólogo. – Sonríe con picardía -. Las aconsejo y escucho con especial cariño».
Él disfruta sobremanera innovar y siente que la peluquería es un oficio que se perfecciona a diario.
«Recibí un curso de estilismo por seis meses, promovido por el gobierno, hace ya unos años. En la peluquería la práctica permite que te vayas perfeccionando. Gracias a la Internet también veo muchos tutoriales, leo y me actualizo sobre cortes, estilos. Debemos marchar al ritmo de los tiempos actuales, porque llegan clientas de diferentes edades».
Sus hijas y nietas, junto a la peluquería y la pintura, llenan su vida de felicidad, dice sentirse realizado haciendo el trabajo que le cambió la vida.

Hoy, su esposa no está, desgraciadamente un accidente se la arrebató, prácticamente al mismo tiempo que empezó en el mundo de la peluquería.
«Sé que en ese lugar especial, donde Maye está, disfruta, junto a mi, cada trabajo terminado. Estará feliz de ver mi realización como peluquero y padre».
