Desde muchacho disfruta al máximo de los guateques, para muchos la fiesta menos aburrida en Cuba y donde se cuentan historias curiosas como en pequeñas cápsulas.

«No me pierdo ninguno, los espero cada semana con mucho interés», dice Luis Cordero Peguero, entre quienes se alzararon en fecha reciente con el Premio Nacional de Cultura Comunitaria.

Foto: Estudio Revolución

Este hombre ya octogenario, delgado y con más de una pinta de guajiro, admite sin embargo que nunca estuvo en sus planes ser un iluminado improvisador. Cree tener muy bien definida su vocación, y uno siente que se complace sobre todo en ser algo así como el pie forzado, esencia de la versión de la décima que inspira a los demás.

«Lo mío fue siempre la poesía, desde que inicié en la escuela primaria; llegué a escribir inclusive varios cuentos, algunos de los cuales lo publicaron años más tarde. La décima llegó después, ya en plena madurez».

Afirma con humildad que el valor más notable de su trabajo es el de ayudar a los demás, mostrar las dotes de otros, lo que se dice un auténtico promotor.

«Es lo que más alegría me produce; por eso abrazo el proyecto de los hogares cucalambé que nacieron para dignificiar la cultura campesina y criolla, con particular fuerza en mi natal Máximo Gómez, en el municipio de Perico».

Cordero Peguero es coordinador general del Movimiento de Hogares Cucalambé, desde su fundación en 1993, y asegura que su tiempo esencial está enfocado en contribuir al trabajo comunitario de su territorio, en particular, el de la cultura campesina y criolla.

Cuenta que una de las cosas que sabe muy bien es reunir a todos los que aman ese mundillo, y lo hace con gusto porque «la décima es el centro de nuestra identidad hispánica», subraya convencido. «Es lo que más me motiva».

Gracias a ese esfuerzo, la localidad matancera cuenta hoy con más de una docena de poetas del género campesino e igual cantidad de hogares cucalambé en activo, con una incontable población motivada por las canturías y las décimas.

«Resulta sorprendente cómo todo el mundo apoya», significa tras destacar el respaldo de la Casa Naborí, de Limonar, y de las autoridades del municipio de Perico.

«Claro, siempre hay quien subestima este género, aún viviendo en el campo. No toman en cuenta que cuando vamos a La Habana a todos, sin distinción y por puro instinto, nos llaman guajiros», comenta sin ocultar el propósito jocoso.

A los 81 años de edad, bien llevados a juzgar por las apariencias, muestra un vigor que tal vez venga de su herencia isleña. Dice llevar con orgullo un apellido que es mayoría en la comunidad de Máximo Gómez.

«Probablemente sea la familia más larga de toda la comarca, la que más se hace notar aquí y más ruido hace en el pueblo. Todavía se habla que en una verbena por los años 50 del pasado siglo había casi un centenar de personas con el apellido Cordero. Ah, y comprometidos políticamente; más de una veintena cumplió misión internacionalista en Angola».

El destacado poeta, narrador y promotor socio cultural, manifiesta sentirse satisfecho además porque en la ceremonia donde se dio a conocer a los ganadores del Premio Nacional de Cultura Comunitaria, tuvo el gusto de estrechar la mano de Díaz-Canel en dos ocasiones.

«Primero me felicitó por el Premio y luego volvió a darme la mano al concluir mis breves palabras de agradecimiento. ‘Sigue impulsando tu trabajo que está muy bien’, expresó de manera afectuosa».

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