¿El sinsonte de Torales?

¿El que a Tino defendía?

Sí, señora, el que vivía

a orillas del Quintanales.

Los versos con que encabezo esta semblanza de Pedro Pérez, El Sinsonte de Torales, constituían una especie de credencial. Entre familiares y amigos, la dichosa redondilla era como una carta de presentación, pero no precisamente para mi abuelo materno, el poeta, sino más bien para el visitante, que así daba cuenta de conocer al protagonista de nuestra historia.

Pedro Pérez Pijeira nació el 31 de enero de 1901, en la finca Torales, del entonces municipio matancero de San Antonio de Cabezas. Desde pequeño ayudó a su padre en las labores del campo y aprendió las primeras letras con su madre y otros labriegos que poseían alguna instrucción. Incansables lecturas y su voluntad autodidacta cultivaron la sensibilidad poética del humilde campesino.

Fumero y Torales son

como dos almas gemelas,

o como dos centinelas

con idéntica misión.

 Lindan con el callejón

que en los tiempos coloniales,

iba hasta los cafetales

de las montañas sureñas

donde se pierde entre peñas

el hundoso Quintanales.

Muy joven cantó sus primeras décimas y dio señas de sus inquietudes versificadoras. Improvisadores de la zona como el reconocido Eloy Romero compartieron su canto.

Bajo el seudónimo de El Sinsonte de Torales escribió para distintas publicaciones de la época, de 1918 a 1921. La sencilla naturaleza de su verso gozaba de una verdadera gracia descriptiva. Con él, cantó las bellezas de la campiña cubana tanto como la pobreza que durante la neocolonia se apoderó de nuestros campos.

Quincenarios como la Política Cómica y el periódico La Prensa dieron cuenta de su quehacer decimístico durante los años cuarenta. A propósito de la recién estrenada telenovela El derecho de soñar, que recrea la historia de la radio cubana, en 1949 en el programa Buscando al Príncipe del punto cubano, de la RHC Cadena Azul, El Sinsonte de Torales se presentó y resultó invicto. Tales eran sus dotes poéticas.

Como guajiro cubano

a las orillas del río

tengo mi pobre bohío

hecho de tabla y de guano.

Establecido con su familia en la finca Santa Rita, perteneciente a la barriada de Guanábana, donde vivió hasta sus últimos días, cultivó la tierra sin apartarse de la décima. En fechas señaladas con sus hijos, parientes y amigos poetas o instrumentistas, se tañía el laúd y aclarando sus voces con algún trago de ron, organizaban el guateque en el campestre retiro.

Con su verso denunció las tropelías del machadato y las del sanguinario sargento devenido General. Precisamente el 24 de febrero de 1958, La Novia de Matanzas, Carilda Oliver Labra, en plena dictadura batistiana, visitó la finca de Pedro Pérez Pijeira, acompañada por otros destacados poetas. Así lo recuerda en entrevista concedida al periodista Roberto Vázquez para el periódico Girón en 1996. “…debajo de una mata de aguacate en la finca de un cantor de punto guajiro, conocido por El Sinsonte de Torales, celebramos el III Festival de la Décima, que sirvió para denunciar al régimen de Batista”.

Foto: Cortesía familiar.

Años más tarde, luego del triunfo revolucionario, ante las dificultades impuestas al país por la agresión enemiga, lamentó no poder hacerle mejor regalo a mi madre en ocasión de su cumpleaños. Pero no cede un milímetro en sus principios y en décima condenatoria y resuelta concluye:

… disfruten ellos allá,

en esas tierras lejanas,

 de sus uvas, sus manzanas,

sus pavos y sus perdices,

que yo comeré raíces

de palo, pero cubanas.

De hablar pausado, gustaba de las noticias y las historias que le traían los visitantes. En esos casos atendía a su interlocutor con vivo interés y admiración, que manifestaba cada vez con una frase sorprendida: ¡Caramba, hombre!

Pedro Pérez Pijeira falleció el 7 de febrero de 1984. Muchos años después, en San Antonio de Cabezas, poco antes de la crisis epidemiológica, visité la animada canturía que trimestralmente dedicaban en esa localidad al Sinsonte de Torales.

En las lomas de San Antonio, Fumero y Torales, de cuando en vez, alguna tonada campesina pareciera rumorar la voz de su Sinsonte. (ALH)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *