¡Ay, paloma! Cuida el ala
de la bala que más duele.
No dejes que el ala vuele
por donde pasa la bala.
Corrían los días de octubre de 1977, movilizados en la unidad militar La Paloma –así se le conocía–, del municipio matancero de Los Arabos, cuando conocí a Pablo Luis Álvarez, Wicho, el Poeta.
Sería la segunda noche, durante las horas de asueto, y algunos soldados de Pedro Betancourt y Limonar compartíamos cuentos, anécdotas y algún juego de mesa. Alguno de ellos destacó entre nosotros la presencia de Wicho Vasallo, barbero y poeta de Bolondrón.
Al amanecer del día siguiente, de forma incógnita dejé sobre su cama una décima apresurada. El texto aludía a una paloma que elevando el vuelo abandonaba la nostalgia para cantar las nuevas luces del día.
Durante el desayuno conversamos someramente sin que ninguno hiciera alusión a la subrepticia décima. Pero al regresar a la barraca, sobre mi almohada encontré un papel doblado. Era la respuesta en décima que en algún momento Wicho dejó en mi cama. Una mirada cómplice selló el encuentro. Durante la movilización una metafórica paloma sobrevoló, en una docena de décimas, los más importantes acontecimientos que han signado al décimo mes del año.
Pablo Luis Álvarez Denis, conocido como Wicho Vasallo, había nacido en Bolondrón el 5 de octubre de 1949, y era apenas un año mayor que este cronista. Joven aún, amante del verso improvisado, lo construyó con singular belleza. Pero su creación literaria, plena de imágenes y simbolismo, hallaba en la décima escrita otra manifestación de su arte poética. Alexis Díaz Pimienta, quien compartió con él la escena y el taller, lo identifica con un estilo muy personal, lleno de barroquismo, a veces casi surrealista.
Eres desde don Vicente
samiesa de redondillas,
unida por dos costillas,
en la espalda y en la frente.
Cualquiera de las décimas de Wicho podría sorprenderte, por esa capacidad para descubrir la poesía en el más común de los hechos y expresarla con inusitadas y bellas imágenes. Es el caso de la décima El Barrendero, donde sutiles reminiscencias, vivencias nocturnas, seguramente distantes del hecho que cantan, dibujan el universo de un humilde trabajador, para hacer el milagro de la poesía.
Las calles duermen, por ellas
sudas el amanecer
sonámbulo de barrer
el polvo de las estrellas.
La soledad tiene huellas
que arden sobre los estratos
de la luz. El reuma a ratos
la paciencia me joroba
cuando barres con la escoba
el eco de los zapatos.
En Vigilia de amor para una madre, jugará con la estructura de la estrofa, además de la aventura tropológica. Esta vez inicia las tres espinelas con que cuenta el poema con una redondilla añadida. Al hacerlo compromete la rima consonántica de cada estrofa que admite entonces armónicamente la asonancia.
Estrujando el almidón
de las sábanas que planchas
que pequeñas y que anchas
todas sus arrugas son…
Duermes del sol. En tus canas
perfumadas por el sueño
despierto la voz. Soy dueño
de un insomnio sin mañanas.
Emboscado en las ventanas
del verano (las orillas
del tiempo, como puntillas
le clavan sombras al cuarto)
entro con la brisa y parto
un beso en tus dos mejillas.
Wicho Vasallo sumaba a sus dotes poéticas las cualidades del entusiasta organizador y promotor de recordados espacios y eventos de la cultura matancera.
Al frente de la Casa Naborí en Limonar, desató un verdadero torrente de iniciativas creadoras en el ámbito de la música y la poesía de nuestros campos. Eventos como el Juramento de los poetas, Recordando Campo Armada y los Encuentros de jóvenes repentistas, hicieron de la institución limonareña la meca de la cultura campesina.
Su ímpetu creador no cejaba en el empeño de reconocer, promover y estimular la tradición decimística. Reconocimientos individuales y colectivos, como la Viajera Peninsular y los Hogares Cucalambé, se instituyeron para premiar la obra de cultores y defensores naturales de las más auténticas raíces de nuestra cultura.
El decimante, juego didáctico que permite incrementar gradualmente su nivel de complejidad, nació del imaginario de Wicho, como instrumento para la enseñanza de la décima, además de legítimo divertimento.
Trabajó la propia naturaleza de la estructura poemática, como vimos en el poema Vigilia de amor para una madre. En otras propuestas armonizó los versos octosílabos de una espinela con los endecasílabos de un soneto clásico, para crear la sonela, nueva estrofa así llamada por él.
Tras el alta hospitalaria de una grave enfermedad que poco después le arrebataría la vida, me confesó haber vivido una metáfora de la muerte.
El reconocido poeta falleció el 1 de noviembre de 1994, en Pueblo Nuevo, donde vivía. Su obra y su memoria se perpetúa cada año en la Casa Naborí, mediante los Encuentros de jóvenes repentistas Pablo Luis Álvarez, Wicho. Su poesía permanece en el imaginario de las nuevas promociones de decimistas, quienes desde la estrofa cantada o escrita se acercan a la espinela con la gracia y la plenitud del bardo matancero. (ALH)
¡Detengan la piel morena
que se encabrita de amor!
(El río alivia el dolor,
pero no limpia la pena)
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