“No hay odio de razas, porque no hay razas.”
José Martí
Habían transcurrido 15 días desde que Cristóbal Colón, tropezara con las tierras del nuevo mundo, cuando pisó el suelo cubano, que llamó Juana. Era 27 de agosto de 1692.
Desde entonces la historia de nuestros pueblos es la historia de la conquista, la colonización, el saqueo y el exterminio de sus primeros habitantes, escrita a punta de espada y a la sombra de la cruz.
Largos siglos de lucha, signaron el destino de los pueblos americanos. Una cuota inmensa de sangre costó independizarse del yugo colonial. Aun así, en las primeras décadas del pasado siglo, una pretendida comunidad iberoamericana cantó loas a la conquista y denominó el 12 de octubre como Día de la Raza. Seguramente no habíamos aprendido bien las enseñanzas del Apóstol.
Todavía se recuerdan las banderas blancas con tres cruces cóncavas de color púrpura, que nos hacían pintar en las escuelas allá por los años 50. Acaso un tributo a los horrores de la conquista, la bandera de la raza reproducía la imagen del velamen que identificaba las carabelas y la nao de la expedición colombina.
No es posible desconocer la significación del llamado encuentro de dos mundos, que muchos reconocieron como un “encontronazo”. Desde la llegada de Colón, seguido por otros navegantes, el mundo fue otro. El reconocimiento a la diversidad, la naturaleza y las culturas de los pueblos que hoy habitan el planeta, deben al acontecimiento su colisión fundacional.
Por eso molesta la intransigencia de quienes se niegan a manifestar un simple gesto, una sencilla palabra, con que disculpar al menos simbólicamente, tantos años de crueldad e ignominia.
El reciente desencuentro entre el gobierno mexicano y el rey Felipe VI de España, privado este último de una invitación a la toma de posesión de la Presidenta Claudia Sheinbaum, es una expresión de como se aprecia en nuestro tiempo la significación de la fecha. Convocado años atrás por Andrés Manuel López Obrador, a pronunciar la consabida disculpa, omitió toda respuesta, dando lugar a la actitud mexicana. Con este pasaje traído a colación, no puede identificarse en modo alguno, al pueblo español como deudor de las atrocidades cometidas por la corona. Es solo una muestra de cómo se percibe en nuestros días el crimen perpetrado por la realeza con nuestros pueblos originarios.
En todo caso sus gobiernos hallarán “vías de entendimiento”- como expresara la Presidenta mexicana- para resolver sus diferencias.
El homenaje a la resistencia
Desde el final del pasado siglo muchos países de América rechazaron la celebración del llamado Día de la Raza. En su lugar conmemoran el 12 de octubre con distintas denominaciones, como Día del Encuentro de Dos Mundos, Día de la Nación Pluricultural o el Día de la Resistencia Indígena, entre otros muchos.
En España el 12 de octubre se celebra como el Día de la Fiesta Nacional, a partir de la ley promulgada en 1918, por Alfonso XVIII. En distintos momentos como en la más reciente celebración es tenido como Día de la Hispanidad.
En Cuba, la ocasión dejó de celebrarse hace años. Mucho después, durante la visita del Papa Juan Pablo II a nuestro país, Fidel Castro recordó el genocidio cometido por los conquistadores europeos contra la población aborigen de Cuba.
A 532 años del acontecimiento, crece la tendencia a recordar la fecha como un homenaje a la resistencia mostrada por los pueblos originarios.Es lícito exigir respeto por las víctimas. La soberbia de los poderosos no puede acallar la voz de los pueblos. (ALH)