ETECSA: ¿Nuevas Tarifas, Viejos Problemas? Un análisis entre divisas, calidad y equidad

Un usuario en redes sociales recuerda como se debatía años atrás entre círculos estudiantiles y académicos por un internet accesible y cómo se convirtió ello en fuerte reclamo en la blogosfera y otros espacios digitales.
ETECSA, con el tiempo y dinero, logró ofrecer paquetes de datos más asequibles, un respiro en medio de la compleja Tarea Ordenamiento. Pero hoy, ese alivio económico se ve opacado por una realidad cruda: la calidad del servicio es, en amplias zonas del país, sencillamente pésima. Cortes eléctricos, antenas saturadas y una conectividad errática son el pan nuestro de cada día para muchos cubanos.
Frente a este colapso inminente, la empresa estatal de telecomunicaciones ha lanzado una nueva estrategia comercial. ¿Solución necesaria o golpe desproporcionado? Analicemos.
La raíz del problema es tan dura como la economía cubana: ETECSA necesita divisas, y urgentemente. Mantener dos cables submarinos de fibra óptica, miles de radiobases, servidores y tecnología de punta requiere dólares, euros, moneda fuerte. El bloqueo no es un cuento de camino, es una realidad que estrangula las importaciones tecnológicas, y además, en medio de ese escenario, hay otro problema interno igualmente grave: el colapso de las recargas desde el exterior.
Antes, familiares en la diáspora recargaban directamente, inyectando divisas frescas. Hoy, enviar 20 USD -que en la calle se convierten en más de 7 000 CUP- es más «rentable» para la familia que recibe que una recarga directa de ETECSA. ¿Resultado? El usuario en Cuba compra paquetes baratos en pesos -equivalentes a menos de 1.5 USD-, y la empresa se descapitaliza.
Sin divisas, no hay mantenimiento, no hay expansión, no hay mejora. ETECSA, única en el mercado, ha optado por una solución radical: segmentar el mercado y cobrar mucho más a quien más consume. La medida busca aumentar drásticamente los ingresos en divisas o su equivalente.
Pero, ¿para quién es -relativamente- buena noticia? Usuarios de bajo consumo -de hasta 6GB/mes- mantienen precios similares. Si no navegas mucho, el impacto inicial es menor. Por otro lado, ¿quién lleva el golpe más duro? Los usuarios de alto consumo: trabajadores digitales, creadores de contenido, emprendedores, estudiantes en línea, cualquiera que necesite internet para laborar.
Recargar GB adicionales significa desembolsar 3 360 CUP -¡casi un salario promedio!- o 10 USD. En esa vuelta de tuerca, algunas plataformas digitales se vuelven lujos inalcanzables. La clase obrera vinculada a la economía digital es la más afectada. La medida, aunque responde a una necesidad financiera real, levanta una tormenta de interrogantes éticas y prácticas.
La primera de ellas: ¿equidad o exclusión? El salto de 360 CUP a 3 360 CUP (o 10 USD) es abismal. ¿No existe un término medio? ¿Dónde quedan las tarifas para el consumo medio, ese sector emergente que usa internet para trabajar pero no es «rico»? ¿Es inteligente excluir económicamente a quienes más lo necesitan para producir?
Lo otro, ¿está la calidad garantizada? ETECSA anuncia que esto permitirá mejorar el servicio. Pero ¿cuándo? ¿Cómo? ¿Qué garantías hay? La población lleva meses sufriendo un servicio pésimo antes del aumento. ¿Confiamos en que esta inyección de capital se traducirá en antenas nuevas y menos cortes? Nadie desde la empresa explica el plan técnico detrás de las tarifas.
Además, ¿qué pasa con la comunicación? Anunciar un cambio tan drástico con «cartelitos en redes» es una pésima gestión comunicacional. Noticias de este calibre exigen ruedas de prensa, explicaciones detalladas, transparencia revolucionaria. La falta de diálogo alimenta la frustración.
Y para finalizar, ¿exclusividad sin responsabilidad social? Al ser la única opción, ETECSA tiene una responsabilidad mayor que una empresa privada. ¿Es esta la única solución imaginable? ¿Se exploraron alternativas para incentivar recargas en divisas sin castigar tan brutalmente el consumo interno necesario?
No obstante, la crítica válida, la que debe movernos desde el socialismo, es la que apunta a la desproporción y la falta de alternativas inclusivas. Como bien se señala en varias publicaciones de usuarios en redes sociales: las crisis se enfrentan con más socialismo y creatividad revolucionaria, no replicando las peores prácticas del capitalismo salvaje en una empresa estatal.
Es indudable que ETECSA tenía que actuar. El colapso técnico y financiero era inminente. La necesidad de divisas es innegable. Pero la forma elegida genera más dudas que certezas. ¿Mejorará realmente el servicio para todos, o solo será estable para quienes puedan pagar el oro del siglo XXI? ¿Se rectificará para encontrar un punto de equilibrio que no sacrifique en el altar de las divisas a quienes usan internet para trabajar y construir el país?
Una cosa es clara: el futuro de la conectividad en Cuba, herramienta vital para el desarrollo y la defensa de la soberanía, no puede construirse sobre la exclusión económica de sus propios trabajadores y creadores. La balanza entre sostenibilidad financiera y acceso equitativo aún está por encontrarse. Y la población, una vez más, paga para ver… si llega la señal.

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