Esta foto tiene casi ocho años. Ella seguramente no recuerda tal día. Yo lo guardo como un acto sacramental de bautismo.
Primer año de la carrera de Periodismo. Apenas algunas notas sueltas de par de párrafos era todo mi currículo y el examen de fin de semestre exigía una entrevista de personalidad.
Busqué su teléfono por aquí y por allá, hasta que una voz decidida pero dulce respondió a una llamada. Sin conocerme, ni saber la certeza de mi presentación estudiantil, Mirita me abrió las puertas de su casa en una tarde de un día que jamás olvidaré.
Casi una semana antes redacté un cuestionario de poco menos de 20 preguntas. Creo que sólo hizo falta una. Allí estaban su hija, sus mascotas, sus reliquias, su esencia. Allí estaba ella, tan maestra, tan Miriam. Hablamos mucho. Bueno, habló ella. Yo apenas miraba su rostro y cómo cada palabra exhalaba teatro.
De aquel diálogo, los recuerdos están prácticamente intactos, y aún más su despedida: «A esta ciudad y esta bahía yo no las abandono, como Carilda, por nada del mundo».
Miriam Muñoz Benítez fue mi primera entrevistada. Desde antes no encontraba explicación de cómo una mujer de tamaña fuerza y quehacer escénico no gozaba del Premio Nacional de Teatro. Intento asistir a cada estreno, estar cerca de su obra y admirar el tremendísimo esfuerzo de Icarón, pues siento que todavía se le debe mucho en esta ciudad y en este país. Hoy, al menos, duermo tranquilo.