Desde pequeño el nombre de Lucía me acompañó durante singulares momentos, como para dar sentido a una bella historia de amor.
Lucía era el nombre de mi abuela materna. La misma guajirita cantada en versos por Pedro Pérez Pijeira, el Sinsonte de Torales, que en los años 40 resultara invicto en el programa “Buscando el Príncipe del Punto Cubano” de la emisora radial RHC Cadena Azul.
En las lomas de San Antonio de Cabezas, el feliz matrimonio engendró una prole de siete chiquillos, entre los cuales mi madre era la única hembra.
Amantes de la décima y la música campesina no faltaron los versos inspirados en Lucía, la amorosa guajirita.
Por ser tan bella y hermosa
es la mujer que el destino
interpuso en mi camino
dándomela como esposa.
La irrupción de The Beatles en el universo musical de los 60 conmocionó la dinámica socio cultural de la época. Para 1967 el rock sicodélico “Lucía en el cielo con diamantes” (Lucy in the Sky with Diamonds) perteneciente al 8vo álbum de los melenudos de Liverpol, refiere la travesía de un barco por un país de fantasías. La pieza, junto a la prominente discografía del fabuloso cuarteto, acompañó marcadamente la banda sonora de nuestro viaje vital.
Años más tarde, “En el cielo con diamantes”, título de una disfrutada novela de Senel Paz, ubicada en Cuba durante los primeros años de la Revolución, se inspira en el tema musical y se vale de otras composiciones beatlerianas para recrear el contexto espacio temporal de sus personajes.
En 1968 la premiada película cubana “Lucía” del director Humberto Solás, sintetizó en tres historias el temple y entereza de la mujer cubana.
Interpretadas por tres actrices imprescindibles de la escena nacional, Raquel Revuelta, Eslinda Núñez y Adela Legrá, sus emblemáticos personajes se desarrollan en momentos decisivos de la historia nacional, cuyos nombres -Lucía- valor y entrega, signaron una página de oro de mí largo entusiasmo por el cine.
Pocos después, la música de Joan Manuel Serrat, aportaría el oportuno fondo melódico para que construyéramos la más bella historia de amor.
La inmensa obra del catalán, caló profundo en las preferencias de muchos cubanos. Entre ellas, la de este sencillo relator que hoy les cuenta algunas de sus memorias.
Entre las preciadas canciones del cantautor, muchas me acompañaron en las más diversas circunstancias. Mediterráneo, Aquellas pequeñas cosas, Penélope, La mujer que yo quiero y Lucía…, Lucía, siempre Lucía. En cualquier tertulia de amigos, en las horas de soledad o en las rondas enamoradas de la mano de alguna muchacha, la preciada canción cada vez ponía en aprietos mis dotes de cantor.
Y tu sombra, aún
Se acuesta en mi cama
Con la oscuridad
Entre mi almohada
Y mi soledad.
Y ahora, cuando transito la séptima década de vida, celebro el primer año de mi nieta más pequeña. Inquieta, pícara, tirana de los pocos pelos que me quedan en la barba, Anabel Lucía deviene tesoro de alegrías y remembranzas.
No existen dudas, desde la expectativa del añejado cronista el nombre de Lucía, siempre estará asociado a una bella historia de amor, aunque aún no termine de contarla.