La respuesta del colega Yaudel Rodríguez Vento a un internauta que le pidió usar en Facebook la condición de Participante anónimo para opinar sobre un tema dio pie a esta reflexión.
La red social permite a los miembros de determinados grupos, en que los administradores lo aprueban, expresarse libremente sin revelar su identidad.
Y aunque no existe tal anonimato, pues quienes administran tienen el poder de identificar a los usuarios anónimos y hasta de compartir su identidad con otros miembros, lo cierto es que la herramienta cada día gana mayor popularidad.
Así leemos, por ejemplo, historias de frustraciones amorosas, denuncias de corrupción o de injusticias y hasta insultos contra vecinos, conocidos, o dirigentes a cualquier instancia.
Aunque el anónimo siempre existió, la posibilidad de interactuar en las redes ha provocado que ahora sean miles y miles los autores que se ocultan para expresar lo que sienten.
En Cuba, por lo general, detrás del anonimato hay una intención: desacreditar a alguien, o a alguna institución, aunque lo que se diga sea cierto o no.
Y si bien, en no pocos casos, han salido a relucir verdades, en mi criterio muy personal mantener el anonimato no es más que un acto de cobardía.
Alguien pudiera opinar que se acude a esta práctica porque los escenarios de debate no funcionan correctamente.
Sin embargo, creo que existen canales, incluidas las redes sociales, para denunciar lo mal hecho sin necesidad de esconderse.
Decir la verdad por más que duela o cueste deberá ser la premisa.
Así lo dijo Platon: «Hay que tener valor de decir la verdad, sobre todo cuando se habla de verdad».
Una publicación bajo la condición del anonimato carece de validez y siembra dudas.
Por eso, aplaudo a nuestro colega, quien puso por delante sus principios.
Y sí, Yaudel, nunca estuvo mejor dicho.
Si queremos un país mejor es hora «de abandonar los disfraces y asumir la fuerza -y la consecuencia- de nuestras opiniones.
«No hay transformación verdadera sin coraje. Y el coraje, como la verdad, no se esconde. Se firma».