¡Al fin alguien se digna parar! Exclamó cuando el auto se detuvo. Ya había perdido la esperanza de que alguien la acercara a su casa. Llevaba más de una hora haciendo señas a cuanto conductor de vehículo estatal transitaba por la parada.
Unos ni siquiera repararon en ella; otros, indicaron con su mano el sentido contrario; y hubo algunos, que con el dedo índice apuntaban hacia abajo, en señal de que más delante concluían el recorrido, mientras instantes después se percibían bien lejos.
No faltó aquel que, de manera impertinente, asintió un NO con la cabeza. Son comportamientos estos que vemos a diario en paradas y puntos de recogida de nuestras urbes.
Muchos son los choferes que se muestran insensibles con quienes padecen el déficit del transporte público adoptando una actitud bastante reprobable, inadmisible en los momentos actuales.
Por más medidas que se adoptan y resoluciones que se dictan, ellos siempre encuentran el modo de burlar lo establecido.
Las disposiciones administrativas se incumplen, incluso, en presencia de los inspectores populares, a quienes irrespetan con su conducta cuando teniendo capacidad de transportación, desobedecen sus indicaciones.
Asombra, y diría más, causa pena, que en una sociedad como la nuestra, donde la solidaridad es un valor arraigado, existan individuos que no la practiquen.
Esos son los que contribuyen a exacerbar un problema que figura hoy entre las primeras preocupaciones de los cubanos: la transportación.
¿Será que acaso se sienten dueños absolutos de los medios que, aun en sus manos, no han dejado de ser propiedad colectiva? Urge esclarecerles que brindar ayuda, representa un deber social.
Y en este sentido tienen una gran cuota de responsabilidad los directivos de las empresas y, en especial, los jefes de transporte, a quienes les corresponde velar por el comportamiento de sus conductores.
Para suerte de la señora de la historia antes contada y de todos, hay quienes paran de forma voluntaria, sin necesidad de sacarles la mano o de sentir el silbido de un inspector.
Reciban aquellos que contribuyen a hacernos la vida más placentera el elogio merecido.