La explosión, hace 127 años, del acorazado estadounidense Maine, surto en la bahía de La Habana, ha sido objeto de innumerables estudios e investigaciones y no menos especulaciones. Fondeado en la bahía de La Habana, su voladura acaecida a las 9:40 de la noche del martes 15 de Febrero de 1898, constituyó  la necesaria justificación para la intromisión de los Estados Unidos de América en la guerra hispano-cubana.

El Maine, seguramente el mayor buque de guerra atracado alguna vez en la rada habanera, había llegado el 25 de enero de aquel año, en calidad de visita amistosa. La naturaleza del acto carecía de la menor credibilidad, atendiendo las tensiones existentes entonces entre los Estados Unidos y España.

La enorme explosión y hundimiento del buque dejó un saldo superior  a las 260 víctimas mortales de los 354 hombres que integraban la nómina del Maine, y selló la inminente intervención norteamericana en Cuba.

Comisiones para la investigación de los hechos fueron nombradas por las partes. En sus conclusiones llegaron a manejar distintas versiones de los hechos, como las   posibles causas accidentales de la explosión y algunas que pretendieron inculpar a los cubanos. No obstante  la responsabilidad española primaba en las conclusiones norteamericanas.

A pesar de los años transcurridos, muchas veces sale a la palestra pública el misterio que subyace sobre las causas últimas que dieron lugar al desastre. Durante el centenario del acontecimiento nuevas investigaciones y artículos fueron publicados al respecto. Poco más acá, el 11 de septiembre de 2001, el derrumbe de las torres gemelas pusieron sobre el tapete los sucesos de la bahía habanera.

Aún antes, en octubre de 2000, el periodista Bill Sardi, de Diamond Bar, California, publicó en una página web un artículo reseñado por el destacado intelectual cubano Eliades Acosta Matos, en su libro “Apocalipsis según San Mateo”, publicado por Casa Editora Abril en 2005.

En dicho artículo Sardi  recuerda una serie de capítulos navales  que remedan los sucesos del Maine, como una práctica sostenida durante muchos años por el gobierno norteamericano.

Una breve enumeración, citada también por Acosta Matos, da cuentas del hundimiento del Lusitania, el 7 de mayo de 1915. En el barco de pasajeros inglés, país en guerra con Alemania, perecieron más de 100 norteamericanos, forzando la entrada de los Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial.

El hundimiento por Japón de la flota del Pacífico en Pearl Harbor que costó la muerte a más de 2000 oficiales y marinos norteamericanos, justificó en cambio la declaración de la guerra a Japón y la entrada en la Segunda Guerra Mundial.

Algunos años más tarde, el 4 de agosto de 1964 un incidente entre naves norteamericanas y norvietnamitas en el golfo de Tonkin, dio lugar a la escalada de la guerra en la Península Indochina.

Por último, el 12 de octubre de 2000, una lancha cargada con explosivos puso en riesgo al destroyer USS Cole atracado en el puerto de Adén y provocó la muerte de 18 marinos norteamericanos.

El detalle sospechoso que da lugar al artículo señalado es el reiterado desconocimiento por parte del gobierno o el ejército norteamericano de las advertencias previas, informaciones cifradas, y mensajes de la inteligencia, que de haberse tenido en cuenta pudieron evitar los desastres. Sugiere el artículo que a partir del Maine, “comienza a utilizarse en la política exterior norteamericana un método pragmático e inmoral que consiste en poner la mejilla al alcance del oponente, en el momento y lugar exactos, con tal de que aparezcan justificadas sus acciones ulteriores. De esta manera,  lo que son,  en rigor, acciones ofensivas, agresivas y expansionistas, quedan, a los ojos de la opinión pública mundial, y sobre todo, de los propios Estados Unidos, como acciones defensivas, ineludibles y de autodefensa”.

Sin embargo las posibles sospechas  parecen cumplirse también para acciones controvertidas ajenas a los desastres navales. Las circunstancias en que se produjo el derrumbe del World Trade Center, donde perdieron la vida 3000 personas, dejaron numerosas interrogaciones y una dura sospecha.

En la actualidad las administraciones estadounidenses parecen actuar con mayor cinismo, aunque las fake news y post verdades vinieron a auxiliarlos en sus peores desempeños. De todos modos la historia del Maine y la saga de acciones que parecen emularlo, merecen estudio y atención. Desenmascarar  las innobles artimañas imperialistas son buen argumento para combatirlas.

A 127 años de la voladura del Maine la intríngulis inmoral de la política imperialista, se desenmascara. (LLOLL)

 

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