La situación con la ortografía se agrava cada vez más, sobre todo con el empleo de las modernas tecnologías. Aunque el tema está más que manido no deja de ser actual. 

Basta abrir una red social cualquiera para ver la cantidad de errores que saltan a la vista, incluso, en los perfiles de profesionales como abogados, médicos e ingenieros.

Infinidad de gazapos pudieran acompañar esta publicación. Con total descuido se plasman en ese espacio donde parece que la ortografía dejó de importar.

No exagero cuando digo que, en ocasiones, hay que hacer un gran esfuerzo para entender lo que se quiere decir.

El fin sigue siendo el mismo: a través del lenguaje escrito nos comunicamos y un término mal asentado puede hasta cambiar el sentido de la frase completa. Por ende, también puede descontextualizar la idea que se desea transmitir.

La escuela desempeña un papel fundamental en relación con este asunto ya que las tecnologías existen y son muy útiles bien empleadas. Por ello hay que insistir en la necesidad de escribir bien en esos sitios.

La buena ortografía se considera sinónimo de calidad, pulcritud y cultura integral. Me atrevo a asegurar que a quienes durante su formación les inculcaron la importancia de escribir bien, les cuesta violar ese principio en cualquier espacio, por muy informal que parezca.

Poseer buena ortografía no es una cuestión innata, sino que debe adquirirse como los demás saberes. Nunca es tarde para aprender ciertas reglas.

Leer ayuda mucho en tal sentido y tener un diccionario a mano que puede hasta ser virtual, resultan vías que ejercen una contribución importante.

Que la ortografía se recupere y salga del estado de gravedad en que hoy se encuentra representa un desafío inmediato. Solo así, además de evitar que tantos disparates nos sigan atormentando, podremos presumir de ser una sociedad culta e instruida. (LLOLL)

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