La buena ortografía parece andar perdida. Basta leer las tablillas o carteles en la mayoría de los establecimientos que expenden algún producto para darse cuenta de ello. Son tantos que a veces pienso que uno debiera adaptarse.
Sin embargo, no deja de sorprender, por ejemplo, el término piso escrito con z, como se muestra en cierta bodega para aclarar el uso de la frazada. Lo peor es que más de una persona ha llamado la atención a los dependientes, pero a estos parece no interesarle.
Y ni hablar de los disparates que se publican en Internet, donde rebasan lo imaginable. Incluso, no faltan bromas que instan a descifrar lo que el internauta quiso transmitir.
Cierto es que cada día se escribe más rápido, sin apenas mirar si se hace bien, o confiados en las múltiples herramientas digitales que “facilitan” revisiones ortográficas al instante; sin embargo, nada puede sustituir la habilidad de escribir correctamente.
Aunque algunos se empeñen en restarle importancia, la realidad es que la manera de escribir dice mucho no solo de los individuos que cometen los dislates, sino también del nivel de instrucción que tiene un pueblo.
La ortografía es la parte de la Gramática, encargada de normar y regular cómo escribir en un idioma, y urge, por tanto, otorgar todo su esplendor a esa maravillosa creación que es la palabra.
Son muchas las ventajas de tener una buena ortografía. Además de dar una sensación agradable al interlocutor, las ideas se comunican mejor. Un trabajo escrito correctamente ofrece una imagen más profesional y eso también abre puertas para ocupar algún puesto.
Aun cuando no existen fórmulas mágicas para tener una buena ortografía, está demostrado que la mejor herramienta es la lectura, de ahí la importancia de lograr la inclinación hacia ella desde edades tempranas.
Si el uso de este vital instrumento falló en algún momento, entonces, intentemos subsanar el error. Prohibamos con h y con b mostrarnos indiferentes a las cotidianas pifias ortográficas. (ALH)
Estimados:
Para mí el tener una ortografía aceptable (no creo que sea buena) es una deuda que trato de pagar con mis maestros, en especial los de primaria, que se esforzaron en ello, no recuerdo cuantos miles de dictados hube de ejecutar en la escuela. Es una deuda, además, a pagar ante la montaña de literatura digerida, un poco estimulado desde la más temprana edad, por mis padres. Es una imprescindible prestación en cualquier profesional, aunque su profesión esté en las antípodas de las letras. Hoy, que forzosamente tengo que hacer uso de tecnologías de la información, y casi todas están provistas de herramientas de corrección ortográficas, trato de no descansar en la eficiencia de estas aplicaciones, apercibido de que, quien la creó, también puede atesorar una errata.
Siempre recuerdo un colega, ingeniero él, quien estaba en una guerra constante con el idioma de Cervantes. Llegó a clausurar el corrector ortográfico de su PC.
Hoy, no solo están las ¨reducciones¨ y ¨creaciones¨ que se ponen de moda al escribir, sobre todo por el móvil. Está la impresentable ¨música¨ que nos llega desde la aurora hasta la madrugada en ¨voz¨ (gritería) de ¨artistas reguetoneros¨. Reto a alguien escribir correctamente lo que dicen.
Por último, recalcar el papel de los medios en esta cruzada. Han desaparecido profesiones en los medios, pero quienes la ejercían no permitían la salida a la calle de un impreso con un error ortográfico. Ningún medio hoy, ni siquiera el Granma, puede utilizarse impunemente como medio de verificación ante una duda ortográfica, como antaño podía hacerse.
Abogo, junto a ustedes, para que la buena ortografía siga vistiendo de largo nuestros escritos. Mis saludos.
Muchísimas gracias por su comentario. Muy atinado, por cierto. Coincido con usted en que a los medios nos corresponde velar porque no se cometan errores ortográficos. Saludos.