Desde que comienza Febrero se percibe un aroma diferente. Sucede que este mes siempre invoca al amor.

Y aunque no pocos consideran que el amor ya no es lo que era, pues el vertiginoso desarrollo de la sociedad ha marcado pautas también en las relaciones de pareja, creo que su esencia no ha cambiado.

Se trata de ese dar sin pedir nada, de esa capacidad de buscar la felicidad del otro a través de uno mismo.

Aunque existen miles de criterios a la hora de definir al amor, la mayoría reconoce sus aptitudes para engendrar una especie de hechizo entre dos personas.

De tal modo, y sobre todo en los primeros momentos, bastan solo unas miradas, un roce ligero, una breve conversación para que se esté por las nubes.

Algunos dicen que ese embrujo dura poco. No comparto esa opinión y hasta creo que para conservar la ilusión, el deseo y el ansia de entregarse siempre con el mismo apetito, no hacen falta fórmulas mágicas.

Basta con ofrecer y recibir, con que cada entrega sea distinta y cada momento que se disfrute lleve un hálito especial, sin trabas ni prejuicios.

“Y para estar total, completa, absolutamente enamorado, hay que tener plena conciencia de que uno también es querido, de que uno también inspira amor”.

Esta aseveración del poeta uruguayo Mario Benedetti cuenta muy bien para los cubanos, a quienes no nos gusta sentirnos rechazados.

Hay a quienes les resulta muy difícil exteriorizar lo que sienten. Por lo general les cuesta decir ‘te quiero’ y mucho menos ‘te amo’.

Sin embargo, existen otras frases que llevan implícito similar significado. Así, por ejemplo, cuando alguien nos pregunta ¿cómo te sientes?, ¿qué te gustaría hacer?, o nos advierte ‘cuídate mucho’.

Hasta un mote dicho con cariño, un abrazo tierno, una mirada penetrante o un beso inesperado pueden estar cargados de amor.

En Febrero, el mes del amor, vale la pena recapacitar en ello y darnos cuenta de cómo el más sublime de los sentimientos guía nuestro actuar cotidiano, de cómo está presente en todos lados.

Entonces mejor tomarlo entre las opciones que nos dio Einstein. Más vale conquistar el mundo y que todos sepan cuánto somos capaces de ofrecer y, por tanto, cuánto hemos recibido en cambio.

Si logramos que así sea, no tendremos que preocuparnos más por si el amor cambió con la cultura, el desarrollo o el tiempo.

La clave está en ser realistas y disfrutar del placer de compartir nuestra intimidad, éxitos, fracasos y sueños.

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