Con una historia bicentenaria, la Sociedad Económica de Amigos del País de La Habana es parte inseparable del devenir de la ciencia en Cuba.

El 15 de noviembre de 1792, el Rey de España Carlos IV, decretó establecer en La Habana una Sociedad Patriótica. En cumplimiento de este mandato, el 9 de enero de 1793 tuvo lugar la primera sesión de la nueva institución, estructurada según el modelo de sociedades similares creadas en España.

Más allá de lógicos deseos, de seguro ninguno de los fundadores pudo augurar la significación que tendría ese acto para la historia de Cuba. Entre ellos estuvieron figuras iniciadoras de las ciencias en Cuba, como José Agustín Caballero, Juan Manuel O’Farrill y Tomás Romay.

La Sociedad Patriótica de La Habana tuvo varias denominaciones a lo largo del siglo XIX. Fue en 1899 que se oficializó el nombre que aún ostenta: Sociedad Económica de Amigos del País de La Habana.

El aporte a la ciencia

Desde el inicio se dedicó a la difusión de conocimientos científicos y la mejora de la instrucción pública para ello contó con secciones dirigidas a fomentar la Industria y la Agricultura. Una de las más destacadas fue la Sección de Educación, que realizó una meritoria labor dirigida a mejorar la escuela cubana.

Gracias a los esfuerzos de los integrantes de la Sociedad Económica se fundaron en La Habana cátedras de Química y Botánica. Estas fueron puntos de partida para el desarrollo futuro de estas ciencias en Cuba. También impulsó la enseñanza, con un carácter científico, de la Física y la Medicina.

Entre los hitos más sobresalientes del quehacer de la Sociedad Económica estuvo la creación del Jardín Botánico de La Habana en 1817 y de un Museo de Historia Natural en 1838. Sostuvo, igualmente, la primera biblioteca pública que existió en la capital de la colonia.

Tuvo un rol activo en la asignación de becas y comisiones, con el objetivo de estudiar los adelantos de naciones europeas. También favoreció la importación de máquinas y utensilios novedosos para la agricultura y la industria azucarera. Defendió el establecimiento del ferrocarril y varios proyectos para mejorar los caminos de la Isla.

Además, estimuló la traducción de obras científicas extranjeras y la promoción de concursos científicos. Introdujo en Cuba varios cultivos nuevos y divulgó sus bondades. Ejemplo de ello son los trabajos El laurel (1841), Memoria sobre el cultivo del nopal (1841) y Cultivo e industria del añil (1848), publicados en las Memorias.

La divulgación científica

Sobresalió la publicación, a partir de 1790, del Papel Periódico de La Habana. En sus páginas se inició la divulgación sistemática de noticias sobre avances y descubrimientos científicos relevantes. También incluyó trabajos originales sobre botánica, química y agricultura, así como observaciones meteorológicas.

La mayor parte del quehacer científico de la Sociedad Económica quedó recogido en las Memorias, revista oficial de la institución. Esta publicación existió, con interrupciones, entre 1793 y 1949. También dio a conocer las realizaciones de algunos miembros en la Revista Bimestre Cubana.

A ella pertenecieron los más destacados intelectuales cubanos. Entre los presidentes que tuvo la institución en el siglo XIX hay que mencionar a Francisco de Arango y Parreño, el Obispo Juan José Díaz de Espada, Tomás Romay y José de la Luz y Caballero.

La Sociedad Económica de Amigos del País de La Habana se mantuvo activa hasta 1961, aunque la etapa colonial fue la más relevante por los aportes que realizó a la conformación de una ciencia nacional. En 1994 fue refundada nuevamente.

En 1892 José Martí la calificó como:

“(…)más alta y meritoria de las sociedades de Cuba(…)” . “(…) la casa ilustre donde han tenido asiento los hijos más sagaces y útiles de Cuba”. (LLOLL)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *