El historiador matancero, nacido en Cárdenas, Leopoldo Horrego Estuch, sobresalió como biógrafo de grandes personalidades de la historia de Cuba.
Leopoldo Horrego Estuch nació en Cárdenas, el 18 de diciembre de 1892. Debido a la pobreza de su familia sólo pudo cumplimentar la primera enseñanza y se incorporó a trabajar a temprana edad. Muy joven se vinculó al periodismo en su ciudad natal. Comenzó como colaborador del periódico La Prensa Libre y en 1918 fundó la revista Mecenas, que publicó hasta 1923. También escribió para los diarios Heraldo de Cárdenas y La Antorcha.
Asistió en 1914 al Primer Congreso Nacional Obrero en representación de Cárdenas. Fue jefe de despacho del Ayuntamiento de la ciudad desde el 10 de mayo de 1923 hasta el 18 de agosto de 1933. Decidido a elevar su preparación intelectual, se graduó de maestro primario y de Bachiller en Ciencias y Letras en el Instituto de Segunda Enseñanza de Matanzas en 1925. Después matriculó la carrera de Derecho Civil en la Universidad de La Habana, de la cual se graduó en 1930 con notas sobresalientes. También fue profesor de la Escuela Politécnica de Matanzas.

Durante los años juveniles Leopoldo Horrego Estuch estuvo inmerso de forma activa en la política. Fue presidente de la Juventud Liberal-Popular de Cárdenas y miembro del Directorio Liberal en la misma ciudad. Fue postulado a concejal en 1922. Ejerció como delegado político del Partido Liberal ante la Junta Eelectoral Provincial de Matanzas durante cinco años. Fue juez municipal en Máximo Gómez y Martí. Radicado en La Habana, formó parte del Comité Cultural Argentino (1939) y de la Comisión de Auxilio al Pueblo Haitiano (1953).

Fue secretario del Club Atenas y presidente de la Sección de Literatura de esa institución habanera. Alcanzó el Premio “Fitz Gibbons” en su primera edición, otorgado por el Club de Leones de Cárdenas al mejor trabajo periodístico publicado entre mayo de 1943 y mayo de 1944.. Se jubiló como abogado en 1958.
En 1951 recibió la condición de académico corresponsal de la Academia de la Historia de Cuba. El trabajo que presentó fue “Emilia Casanova, o la vehemencia del separatismo”. Horrego Estuch tuvo la curiosa condición de ser el último matancero que ingresó como corresponsal en la Academia de la Historia de Cuba y también fue el último yumurino electo, en 1960, como académico de número, aunque nunca ingresó de forma oficial.
El jurista
Leopoldo Horrego Estuch desarrolló una reconocida labor como especialista en cuestiones de derecho laboral y obrero. Llegó a ser profesor contratado de la asignatura Legislación Obrera de la Facultad de Derecho de la Universidad de La Habana. Además, publicó varios libros sobre esos temas. Entre ellos Comentarios al decreto ley sobre accidentes del trabajo (1941) y Accidentes del trabajo; su concepto y valor jurisprudencial. Derecho comparado (1946). También fue autor de Legislación social en Cuba. Leyes, normas, reglamentos y jurisprudencia (1948), en cuatro tomos. Otras de sus obras jurídicas fueron El despido laboral (1951) y Jurisprudencia general sobre accidentes de trabajo (1952).
El amplio dominio que tuvo Leopoldo Horrego Estuch sobre estos temas se validó en 1954. A propósito de los debates realizados acerca del despido obrero compensado, la revista Bohemia solicitó su autorizada opinión. La posición que sostuvo fue contraria al despido por considerarlo una violación constitucional. Así lo fundamentó en el artículo “El despido compensado”, donde en el último párrafo argumentó lo siguiente:
“El Estado en Cuba tiene una misión indelegable, que no puede quedar al arbitrio de las partes, y es el aseguramiento de un nivel de vida decoroso a todos los ciudadanos, y generalizar a todos los rincones el aumento de la prosperidad. Por ejemplo, cuando se dice en el artículo 244 de la Ley Constitucional, idéntico al 271 de la del 40, que el Estado orientará la economía nacional en beneficio del pueblo, para asegurar a cada individuo una existencia digna, se está dando una pauta de sustancial intervencionismo del Estado, ya que, de otra manera, por simple invitación o altruismo, sería imposible el cumplimiento de esa función, ni se puede remitir al resultado de luchas y acuerdos de los dos polos de la actividad. La Constitución consagra la libertad política, intangible, y limita la económica para la emancipación obrera, por lo que toda tendencia o reclutamiento que trate de orillar esa resultancia ideológica, padece la desventaja de lo regresivo”.
“En lo que atañe al despido compensado el éxito no puede acompañar a su proyecto, por una razón muy sencilla: origina más peligros y males que los que trata de evitar; y es muy débil lo que promete en relación con las pérdidas concretas que provocaría”.
Biógrafo incansable

La primera biografía que publicó Leopoldo Horrego Estuch fue Maceo, héroe y carácter (1939). Esta tuvo gran aceptación y volvió a ser publicada en 1943, 1944 y 1946. Con motivo del cincuentenario de la independencia tuvo otra edición en 1952. Otras obras suyas sobre esta gran personalidad de la historia de Cuba fueron Maceo, estudio político y patriótico (1940), que fue premiado por la Cámara de Representantes y se reeditó en 1947, y Maceo, el titán de bronce (1949). Además, publicó Discurso pronunciado en la velada solemne celebrada el 7 de diciembre de 1947, por las sociedades Club Atenas y Unión Fraternal, para conmemorar la muerte del Lugarteniente General Antonio Maceo (1947).
La dedicación a esta figura convirtió a Leopoldo Horrego Estuch en uno de los principales conocedores de la vida del Titán de Bronce. Uno de sus principales aportes consistió en establecer, con gran precisión, las fechas y lugares en que Antonio Maceo recibió las veintiséis heridas. Sobre la contribución que hizo al conocimiento de la obra maceísta escribió Loló de la Torriente en 1961:
“No menor aporte a la interpretación de nuestra historia es la que proporcionan los «papeles» de Antonio Maceo, publicados en 1945—año de su centenario—en que la República acordó editar cuanto fuese posible encontrar en el fondo de archivos oficiales y privados realizando magnífica labor el investigador Leopoldo Horrego quien cuidadosamente localizó y estudió los papeles de Maceo conservados en los archivos de Juan Gualberto Gómez y de Francisco de Paula Coronado así como en otras colecciones públicas y privadas. La labor del investigador ha enriquecido la bibliografía cubana no sólo en lo que respecta a la importancia que manuscritos originales de Maceo pudieran tener para el esclarecimiento de la verdad histórica sino, muy especialmente, en el contenido de aquellos papeles que llevan la marca del pensamiento cubano trazando la línea de acción del más grande combatiente que dio, a Cuba, la generación independentista”.
Leopoldo Horrego Estuch fue un gran conocedor de la vida y obra de Juan Gualberto Gómez. Así lo demostró en los textos biográficos que le dedicó. Fue autor de Juan Gualberto Gómez. Un gran inconforme (1949), texto que tuvo una segunda edición en 1954. Fue reeditado en 2004, siendo la única de las biografías que escribió que se ha vuelto a publicar en más de sesenta años. También publicó Juan Gualberto Gómez; perfiles biográficos (1954). En la primera edición de esta biografía, en 1949, apuntó que el libro se encaminaba a
“…manifestar toda la dimensión humana e ideológica del biografiado, que, por su talento y valor moral, se elevara desde hijo de esclavos a señor de la ciudadanía”.
No dejó, además, de señalar los aspectos que a su juicio revelaban la actualidad de Juan Gualberto Gómez en la realidad republicana que se vivía, pues era una figura
“…que presta su aliento encauzador a los que desfallecen por obstáculos de la maldad ajena y de los egoísmos circundantes; que es perenne invitación a necesarias rectificaciones en el actuar público; que es índice patriótico para contener apetitos de los que trafican y explotan el patrimonio de la República; y que es inspiración para que se moldeen las instituciones nacionales por normas de alta decencia y por una distributiva como amplia democratización social. El luchador inconforme que hay en él, le da vigencia a su potencia ideológica; encaminada a una totalidad humana decorosa”.
Una parte de los libros impresos de Juan Gualberto Gómez. Un gran inconforme, que aún permanecían en la editorial La Milagrosa, fueron secuestrados por la policía en 1954, según testimonio de Melba Hernández:
“Cuando se editó el libro sobre el gran patriota cubano Juan Gualberto Gómez por el escritor Leopoldo Horrego Estuch, hablé con Horrego porque a mí me interesaba muchísimo esa obra y él me orientó que fuera a recoger un ejemplar a la imprenta donde lo habían editado, y fui una mañana a esa imprenta para buscar el volumen. Pocos minutos después de haber salido de allí, llegó la policía, destrozó la imprenta, se llevó los libros de Juan Gualberto Gómez que todavía había allí. Aquello fue tremendo. Pongo siempre este ejemplo para que se tenga una idea del grado de represión y de control con respecto a nosotros —a Yeyé y a mí—, y a las imprentas del país”.
Otra de las grandes biografías de Leopoldo Horrego Estuch fue Martín Morúa Delgado. Vida y mensaje (1957), escrita y publicada a propósito del año del centenario este patriota e intelectual cubano. Lo concibió, según confesó en los inicios del texto, “…como una invitación ciudadana a seguir huellas de alta superación”. Al respecto ofreció estas consideraciones:
“Se busca en esta modelación captar sus actitudes frente al acontecer político y social de la Isla, y atrapar sus ideas y soluciones, poniendo de relieve su conducta y sensibilidad para el dolor. También se recoge al autodidacta, al creador de sí mismo, en ese su afán de ser útil a su persona y a su tierra, para que la juventud conozca, objetivamente, que para triunfar y ser grande poco importa la cuna y aún el medio ahogador; y que como confirmación de ella está el hecho físico de Morúa Delgado, si la voluntad se pone en servicio positivo y en mira de gloria”.

La otra biografía escrita por Leopoldo Horrego Estuch que se reeditó en varias ocasiones fue Plácido, el poeta infortunado (1944) pues se publicó nuevamente en 1949, dos veces ese mismo año, y en 1960. A la figura del Generalísimo dedicó el volumen Máximo Gómez, libertador y ciudadano (1948). Emilia Casanova. La vehemencia del separatismo (1951), fue el trabajo que leyó el 16 de marzo de 1951 en sesión pública, como parte del acto de ingreso a la Academia de la Historia de Cuba en condición de académico corresponsal. Sobre Martín Morúa Delgado también impartió una conferencia en la Universidad Central de Las Villas, que se publicó en 1957.
Otros dos trabajos muy conocidos de Leopoldo Horrego Estuch fueron El sentido revolucionario del 68 (Historia de un proceso ideológico) (1945) y Martí, su pensamiento jurídico (1954). Con el primero alcanzó el Premio Emilio Bacardí Moreau 1945, otorgado por el Ateneo Cubano de Nueva York, mientras que el segundo lo premió el Colegio Nacional de Abogados de Cuba, a propósito del centenario de José Martí.
Entre las obras que dejó inéditas se ha mencionado una sobre Gertrudis Gómez de Avellaneda. También la memoria La Invasión. Clave de la Independencia, sobre uno de sus temas históricos favoritos. Fueron anunciados como en preparación, aunque no se publicaron, los textos Valoración democrática de la América Latina y Tres vidas: Emilia Casanova, Miguel Figueroa y José Antonio Cortina. El último era un homenaje a tres figuras señeras de su ciudad natal.
El historiador periodista

Leopoldo Horrego Estuch llegó a ser uno de los historiadores más respetados de Cuba. Los trabajos históricos derivados de sus investigaciones se publicaron en diferentes órganos de prensa, sin importar su signo ideológico. Su firma apareció en Bohemia, Carteles, Revista de la Biblioteca Nacional, Universidad de La Habana y Orto. También en periódicos como el Diario de la Marina, El Avance Criollo, El Mundo y Noticias de Hoy.
La mayor parte de estas colaboraciones pueden leerse en la revista Bohemia. El trabajo que inauguró su presencia en la icónica revista fue “En defensa de Plácido, réplica y esclarecimiento”, que se publicó el 8 de agosto de 1948. Lo concibió en respuesta al publicado semanas ante por Ángel Augier, donde valoró la obra del infortunado poeta. Al comenzar la presencia del historiador cardenense en sus páginas, la redacción de Bohemia escribió:
“Inicia hoy su colaboración en Bohemia, con este trabajo de tipo polémico sobre la figura del siempre mal comprendido Plácido, uno de nuestros historiadores más estudiosos y serios, el señor Leopoldo Horrego, Premio Bacardí 1945, Premio Academia de la Historia, 1947 y autor de varias notables obras jurídicas e históricas, entre las que se destacan sus ejemplares biografías de Maceo, Plácido y Máximo Gómez. Al dar la bienvenida a nuestras páginas al señor Leopoldo Horrego nos complacemos en ofrecer a nuestros lectores los trabajos de este nuevo colaborador que ha de prestigiar nuestras páginas”.

Fue el inicio de casi treinta años de presencia de Leopoldo Horrego Estuch en Bohemia. Varios de los trabajos que publicó en esta revista durante los años 60 aparecieron en la sección “Esta es la historia”, que dirigía Loló de la Torriente con el pseudónimo de María Luz de Nora. Las temáticas que abordó estuvieron relacionadas con las biografías que publicó sobre patriotas cubanos, en especial las que trataban aspectos de nuestras guerras por la independencia. Esto se hizo más notable, en medida que se acercaba el año 1968, cuando se cumplió el centenario del 10 de octubre.
Acerca de Antonio Maceo publicó “La muerte de Maceo” (1949), “Maceo el Titán” (1957), “Mariana Grajales, la gran madre cubana” (1962), “Conciencia libertadora de Maceo” (1962), “La protesta de Baraguá” (1963), “La Corronga, ahijada de Maceo” (1963), “Maceo y la república” (1963), “El padre de los Maceo” (1964) y “Duaba. 1 de abril 1895-1865” (1965), «La protesta de Baraguá» (1968) y “Antonio Maceo: El titán de bronce” (1973). En “El pensamiento de Maceo” (1967), presentó un cuadro con “Combates en que fue herido Antonio Maceo”, considerado uno de sus aportes a la historiografía cubana.
En relación con la figura de Máximo Gómez fue autor de “Hombres de Playitas: Máximo Gómez” (1962) y “Gómez el Generalísimo” (1966). Otras personalidades que abordó fueron, “Céspedes. 27 de febrero de 1874-1965” (1965) y “Roloff” (1965). La vida y obra de José Martí quedó reflejada en “El Manifiesto de Montecristi” (1962), “Dos Ríos. 19 de mayo de 1895-1965” (1965) y “Martí: su ideología” (1965).

Con “La Asamblea de Guáimaro. 10 de abril de 1869-1966” (1966) y «La Demajagua y Yara», historió momentos cumbres de la Guerra de los 10 Años. Sobre la guerra del 95 dio a conocer “La Mejorana: lo que allí ocurrió” (1949), “El 24 de febrero en la Isla. Curso del levantamiento” (1950), “El 24 de febrero y el 68” (1964), “El 95 continuación del 68” (1966), “El noventa y cinco. 24 de febrero de 1895-1967” (1967) y “La Constituyente de Jimaguayú” (1967).
La presencia de la mujer en las luchas por la independencia fue expuesta en los trabajos que tituló “Patriotas cubanas”, uno de 1965 y dos de 1966. Sobre la historia de los símbolos nacionales publicó “El himno nacional” (1965) y “La bandera nacional” (1966). Un triste acontecimiento de nuestra historia que estudió fue “El alzamiento del doce” (1967). La firme oposición que sostuvo frente a la tendencia anexionista en la historia de Cuba quedó definida en “Bocetos históricos. Narciso López” (1962) y “Walker, el filibustero” (1966). Un ejempló de cómo vinculó historia y actualidad fueron «1959: verdadera abrogación de la Enmienda Platt» (1962) y “El canal de Panamá. Historia de una obra y un despojo” (1963).

Leopoldo Horrego Estuch también fue asiduo colaborador del Diario de la Marina. Pueden leerse trabajos históricos suyos, como “La Invasión. El actuar de Gómez y Maceo en sus preparativos y realización” (1949), “Al margen de una conmemoración” (1951), donde valoró un homenaje por el aniversario del desembarco de Antonio Maceo en Duaba; “Cosme de la Torriente” (1951), “Emilia Casanova” (1951), “Valoración martiana” (1953) y “Juan Gualberto Gómez trabajó para una estatua” (1954), entre otros.
El “7 de diciembre. Maceo, enseñanza excepcional” (1954) y “Lo que representó para Cuba la marcha de la invasión” (1954) los publicó en Carteles. En la Revista de la Biblioteca Nacional insertó tres trabajos “Máximo Gómez. El militar y el ciudadano” (1956), “Prim y el 68” (1968) y “La Demajagua” (1969). Dentro de las páginas del periódico El Mundo fue autor de “Martí” (1947), “La abnegación en Martí” (1950) y “El centenario de Martí” (1950). También sobre el Apóstol fueron “El Martí de Carbonell” (1952), publicado en el Diario de la Marina, donde comentó el libro Martí, carne y espíritu (1951), de Néstor Carbonell, y “Hay que conocer a Martí en su intimidad como libertador” (1953), en El Avance Criollo.

En el Noveno Congreso Nacional de Historia, que se celebró en Cárdenas y Varadero en 1950, Leopoldo Horrego Estuch presentó la ponencia “Miguel Figueroa, el fervor de un mensaje humano”. Dos años después, en 1952, impartió la conferencia “Los independientes de color en el proceso republicano” (1952), dentro del curso que la Universidad del Aire dedicó al cincuentenario de la República. Disertó sobre “Miguel Figueroa” en el ciclo Figuras del autonomismo, efectuado en la Universidad de la Habana en 1953.
Balance y homenaje
Acerca del oficio del historiador escribió Leopoldo Horrego Estuch en 1969:
“El trabajo del historiador es de intenso y minucioso examen y, por lo tanto, de valor eminente, no sólo por lo elegante y juiciosa que sea la narración o interpretación de hechos y figuras, sino por el grave deber de hallar, alejado de sectarismos y maquillajes transformadores, la verdad, por los distintos criterios sobre eventos y hombres. Aun testigos presenciales de un episodio difieren en la exposición y datos. A veces el error o el deseo de glorificar un suceso, se acepta y traslada sin la debida comprobación, y así corre por los derroteros humanos. Por eso, es tan meritoria la tarea historiográfica”.
“La Historia es ciencia y arte, porque participa de sus actividades de indagación y armonía. Herodoto, amante de la verdad, lo bueno y la belleza, llamado justamente el Padre de la Historia, hace unos dos mil cuatrocientos años dijo que esta dedicación requiere hacerla «con cuidado», o lo que es lo mismo, con esmero y verosimilitud. De esta sencilla como abarcadora regla no puede prescindir quien tome el ejercicio de este oficio”.
Como investigador, Leopoldo Horrego Estuch supo, con fina agudeza, destacar las enseñanzas derivadas de la historia patria, de modo tal que no fuera cosa del pasado, sino presencia palpitante para los tiempos que corrían. En un trabajo sobre el desembarco de Antonio Maceo y otros patriotas por Duaba en 1895, señaló:
“Ya se ha dicho, y es una verdad, que los héroes, en la realidad humana, por sobre interpretaciones más o menos intelectuales, son los que dan sentido al eterno afán de una vida mejor”.
En 1949, al valorar el esfuerzo conjunto de Máximo Gómez y Antonio Maceo para llevar a feliz éxito la invasión a Occidente, destacó:
“Si en el esfuerzo libertador del siglo pasado hay heroísmo épico, es de señalar la convivencia y paralelismo de estos dos superiores capitanes, que se desenvuelven sin roces en el agitado y rudo campo de la insurgencia, hecho que tiene el rango de lo singular, y que debe ser enseñanza de comportamiento de la ciudadanía en general, y de los dirigentes de la cosa pública, específicamente”.
La obra de Leopoldo Horrego Estuch fue un permanente homenaje a las tradiciones patrióticas del pueblo cubano. A pesar de esto y de los méritos formales que demostró, con una prosa hermosa y aleccionadora, es un gran desconocido en la actualidad. Ensayos recientes acerca de la historiografía cubana no lo mencionan, a pesar de la perdurable contribución que realizó a la renovación de los estudios históricos en Cuba, en especial al modo de narrar la vida de sus grandes personalidades en vínculo con el presente.
Entre los homenajes que se le han tributad estuvo el que apareció en el blog Ciudad Bandera, donde en 2014, Valia Soto Espinosa le llamó “un cardenense indispensable” y añadió:
“Hombre de fineza incalculable, quien dedicó toda su vida a la investigación histórica. (…) Su cultura y sencillez desbordantes, la sensibilidad que le permitió escribir hasta sus últimos días, nos convoca a consultar su obra, e impedir con ello sea colocada en el ostracismo histórico”.
En su ciudad natal, la bella Cárdenas, el investigador Argilio Rodríguez, lo incluyó en su inédito Diccionario de la literatura cardenense. Allí puede leerse que Leopoldo Horrego Estuch falleció en La Habana el 30 de septiembre de 1989. Tenía 96 años y había estado activo intelectualmente casi hasta el final de sus días, con lo cual dio un ejemplo sublime de laboriosidad y amor a la historia de su patria.

