La historia recoge el ejemplo de médicos matanceros que gozaron de justo prestigio en su tiempo y hoy apenas se les recuerda.
En los anales de la medicina en Matanzas se incluyen decenas de nombres ilustres, que son reconocidas personalidades de la ciencia cubana. Hay médicos que tuvieron un destacado rol en su momento. De algunos, incluso, no se conserva ni siquiera un retrato. Hoy presentamos tres ejemplos: Esteban Llorach González, Bonifacio Carbonell Padilla y José López Benavides.
Llorach
Esteban Llorach González tuvo un alto reconocimiento social como médico en Matanzas, lugar donde nació el 30 de septiembre de 1832. Comenzó los estudios de Filosofía en 1847 y recibió el grado de Bachiller en Ciencias el 10 de septiembre de 1851. Comenzó a estudiar medicina en la Universidad de La Habana, carrera que culminó en París en 1859, donde fue condiscípulo de Ramón Luis Miranda y Antonio Mestre. La tesis para su graduación trató sobre Considérations sur l’hygiène de la premiére enfance (1859).
Al regresar a Cuba, realizó los ejercicios para oficializar su título de médico el 30 de octubre de 1862. Desde esa fecha ejerció en Matanzas, donde dirigió la clínica La Nacional. Emitió, en 1867, un certificado acerca de la calidad de las aguas del río San Juan. Este se publicó como apéndice del libro Proyecto para la formación de una sociedad anónima que tenga por objeto construir una cañería desde San Juan a Matanzas a fin de abastecer de aguas esta ciudad (1867), de Juan Francisco Sánchez Bárcena.
La Sección de Ciencias del Liceo de Matanzas lo eligió como socio numerario el 26 de abril de 1868. Un mes más tarde, presentó unas estadísticas sobre enfermos de cólera en las sesiones científicas públicas que celebró esta institución. Aunque algunas fuentes señalan que en 1868 se premió su “Memoria sobre traqueotomía en caso de croup”, esto es un error. Ese fue el tema de medicina que el Liceo de Matanzas propuso para los Juegos Florales de ese año, donde Llorach fue uno de los jurados.
En 1880 emitió un informe sobre la vacuna, a petición del gobierno municipal, junto a los médicos Pedro M. Cartaya, Félix de Vera y José Elías Jiménez. Este se publicó como libro y se divulgó en las páginas del Diario de Matanzas, el 14 de marzo de 1880. Vocal del Liceo de Matanzas en 1882, intentó, sin éxito, refundar la Sección de Ciencias de esta institución en 1882 y 1883.
Esteban Llorach González falleció a los 53 años, el 23 de octubre de 1885. La revista habanera La Enciclopedia publicó una extensa necrología dedicada a su vida y obra. En ella reprodujo los siguientes párrafos tomados del Diario de Matanzas:
“La ciencia era en él un afán nunca satisfecho por el estudio constante, asiduo, persistente, que sólo ha hallado su límite en el sepulcro. Su inteligencia poderosa había hecho de ella la encarnación de sus amores, y la amaba con esa pasión y esa fuerza del que halla, al fin, entre las bajezas del mundo, una digna desposada del espíritu. Y a fe que nunca encontró esa sublime expresión de las facultades humanas, un asilo más a propósito, una mansión más digna de sus augustos arcanos, que el amplio cerebro de Llorach siempre agitado por la fiebre de la investigación y del estudio”.
“Sus aciertos como facultativo se han hecho proverbiales no solo entre nosotros, sino en la parte más culta de la sociedad cubana. Por especial concesión de la Naturaleza, que tiene también sus favoritos, le asistía una secreta e inexplicable adivinación, la inspiración del acierto que no se aprende en los libros, ni en las reglas, ni en las clínicas, ni siquiera se adquiere con los años y que es para el médico lo que el numen para el poeta y para el pintor el colorido. Con mayor escenario hubiera sido una gloria reconocida de Cuba y de la ciencia de Esculapio”.
“Pero el rasgo más saliente de su carácter era una modestia exagerada, un desprecio absoluto por los intereses materiales. Semejábase en esto, como en otras muchas cosas, al ilustre filántropo D. Bruno Zayas; olvidaba casi por completo su persona para evidenciar una propensión jamás des mentida hacia el alivio del prójimo, especialmente si era pobre. Cuando no podía darle otra cosa le daba el auxilio de su ciencia, que nunca fue en él granjería ni aún industria legítima del hombre que vive de su honrado trabajo. Pocos ejemplos de desinterés y de abnegación se registran como lo que nos ofrece la historia íntima del Dr. Llorach: era un bienhechor de todos los días y no de determinadas ocasiones; no hacía consistir la virtud en la omisión del mal sino en la práctica infatigable del bien. Ay, ¡cuántos echarán de menos aquella imponente figura cuya aparente seriedad ocultaba un corazón lleno de la ternura y de las candideces de un niño!”.
Añadió La Enciclopedia que la causa de la muerte de Esteban Llorach González fue una afección cardíaca. Con vistas a procurar alguna mejora, había viajado a Estados Unidos, donde su gran amigo, el también médico matancero Ramón Luis Miranda, le brindó las mejores atenciones por especialistas reconocidos. Si embargo, todo fue en vano. Acerca del entierro de este médico hoy olvidado, expresó el Diario de Matanzas:
“El último homenaje tributado a los restos del ilustre Dr. Llorach, ha sido una verdadera manifestación de dolor, de respeto y de cariño. Nunca se ha visto en Matanzas semejante unanimidad del sentimiento público herido hondamente sin distinción de clases, colores y opiniones, por la desaparición de un hombre que había formado a su alrededor una serena atmósfera de simpatías, no envenenada jamás por el halito impuro de la envidia. Con él iban todos los corazones matanceros, porque todos le querían y todos le admiraban, que la admiración y el cariño formaron siempre la guardia de honor que escoltaba su nombre”.
En febrero de 1905, la revista Cuba y América dedicó un trabajo a la Policlínica de Matanzas, institución que se fundó en 1903 en esa ciudad. En una foto de uno de los salones se ven al fondo dos retratos que, según esta fuente, corresponden a los doctores Pedro M. Cartaya y Esteban Llorach González. En 1919 Adolfo Dollero escribió: “…se le considera uno de los mejores médicos que tuvo Matanzas”.

Carbonell
Bonifacio Carbonell Padilla fue un médico nacido en Matanzas en 1813. Estudió en la Universidad de La Habana, donde se graduó como licenciado en 1834 y doctor en 1839. Fue un médico de la “vieja Universidad”, como llamaban a los que se formaron antes de la secularización de la institución en 1842. Defendió y publicó su tesis en latín, como era común en aquellos tiempos. Un ejemplar de la misma se conserva en la biblioteca de la antigua Academia de Ciencias de La Habana. Se tituló: Medicinae Phisiologicae. Theses quas sub praecidio DDD. Nicolai Josepi Gutierrez, in hac Universitate, Anatomiae professoris et in regali militarique divi Ambrossii hujus oppidi nosocomii primi disectoris (1834).

En 1844 era profesor de medicina y cirugía en Matanzas. Estableció su consultorio particular en la calle del Ayuntamiento número 32, que después funcionó en Contreras 71. También fue Subdelegado de Medicina y Cirugía en Matanzas desde 1859, primero interino y después en propiedad. Formó parte de la Junta Municipal de Beneficencia. Efectuó el 9 de junio 1848 una operación de empiema con el uso del cloroformo, primera vez que se utilizó esta sustancia como anestésico en Matanzas.
Nombrado corresponsal en Matanzas de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana el 28 de marzo de 1863, fue de los primeros cubanos en recibir ese reconocimiento. Tuvo una destacada participación en el enfrentamiento a la epidemia de viruelas que afectó el territorio yumurino en 1867. Fue presidente de la Sección de Ciencias que se intentó crear en el Liceo de Matanzas en 1882.
Al morir, a los 73 años de edad, el 7 de junio de 1885, era considerado el decano de los médicos matanceros, por ser el de más tiempo en ejercicio.
López Benavides
José López Benavides también fue un médico matancero del siglo XIX que, además, dedicó tiempo al estudio de la química. Cursó la carrera de medicina en la Universidad de La Habana, donde se graduó en 1867. Mientras cursaba la carrera de medicina, publicó en la revista El Estímulo, el artículo “Discurso sobre la necesidad del estudio de la química, por la gran utilidad que presta a las artes y a las ciencias cosmológicas” (1863). Está fechado en Matanzas, 16 de agosto de 1861 y al parecer fue leído ante sus compañeros de estudios universitarios. En esta disertación expuso:
“…si bien es cierto que nada hay más grande, ni más santo que la adquisición de los conocimientos científicos que nos abren las escondidas puertas de todos sus misterios, no es menos evidente que ella [la ciencia] nos impone obligaciones inmensas para con la sociedad en que vivimos y para con nosotros mismos”.
En atención a sus méritos, la Sección de Ciencias del Liceo de Matanzas lo eligió socio numerario el 18 de agosto de 1865. El trabajo de ingreso que presentó se tituló “Tratado de análisis calitativo por la vía húmeda, de las principales bases inorgánicas”, que se aprobó y publicó en el Anuario de la Sección de Ciencias (1866). En esta institución integró el jurado de química en los Juegos Florales de 1868 y en las sesiones científicas públicas realizadas ese año disertó sobre la cirrosis hepática los días 12 y 19 de julio.
José López Benavides falleció en 1878. En el tomo 15 de los Anales de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana se recogió la triste noticia:
“Nació en Matanzas y recibió la muceta de Ldo. en Medicina y Cirugía el 3 de octubre de 1867. Los sucesos políticos por que atravesó la Isla al poco tiempo de terminada su carrera, lo decidieron a marcharse al extranjero, donde falleció. Sus brillantes antecedentes escolares hacían con razón presagiar en él un distinguido profesor”.
A su vez, la revista Crónica Médico-Quirúrgica de La Habana también le rindió tributo de admiración:
“Con sentimiento tenemos también que anunciar el fallecimiento del Dr. José López Benavides, hijo de Matanzas, allí ejerció algún tiempo, marchando luego a los Estados Unidos donde era muy apreciado por la nobleza de su carácter y por su ilustración. Descanse en paz”.
Junto a nombres ilustres, conocidos y reconocidos en la historia de la medicina cubana, aparecen los de estos tres destacados médicos matanceros. Hay otros, pero hemos querido recordar en ellos la grandeza y entrega de los que dedican su vida al humano arte de curar.
