A sus 77 años, Lisaida Gracia Lamar Martínez constituye una de las figuras más queridas y respetadas de la cultura en Unión de Reyes.
En su natal Juan Gualberto Gómez ha dedicado su vida a las artes plásticas y a la formación de generaciones de creadores. Este año, esta mujer sencilla y apasionada por el color, recibió la Distinción “La Tórtola”, máximo reconocimiento que otorga la cultura en Matanzas, a quienes consagran su vida a este sector.
De la escuela al corazón del pueblo
Su vínculo con el arte comenzó desde muy joven. Al graduarse de la Escuela Nacional de Arte, inició su vida laboral en la Escuela Provincial de Artes Plásticas como profesora de dibujo y pintura. Tras cumplir su servicio social, dedicó algunos años a su hogar, pero no tardó en regresar a las aulas cuando se crearon las Casas de Cultura.
En aquel entonces, el municipio no contaba con instructores de artes plásticas. «José Leonard Viciedo, que era el director de la Casa de Cultura en Juan Gualberto Gómez, vino a buscarme personalmente. Y acepté sin pensarlo. Era una oportunidad de trabajar en mi pueblo y devolverle lo que había aprendido», recuerda.
Desde aquellos años, su nombre quedó unido a la historia cultural de Unión de Reyes. No solo impartió clases: formó a nuevas generaciones, abrió caminos y creó espacios para que el arte floreciera.
La pintura como modo de vida
Hablar de Lisaida Lamar es hablar de una mujer que respira arte. Su relación con la pintura fue casi natural. Aunque en un inicio estudió idiomas, siempre terminaba con un lápiz en la mano, atrapada por el dibujo. Decidió presentarse a las pruebas de la Escuela de Arte y, tras cinco años de estudios, comenzó un camino que ha abonado desde entonces.
“La pintura es mi vida —afirma con seguridad—. Siempre lo ha sido. Desde pequeña sentí ese impulso de trabajar con los colores, con cualquier cosa que tuviera a mi alcance. Para mí, ver colores es sentir que estoy viva”.
Un legado en generaciones
Su orgullo más grande no está solo en las obras que crea, sino en las personas a las que ayudó a descubrir su talento. Con infantes desde los cuatro o cinco años trabajó, los guió hasta la adolescencia y más allá. Muchos de sus antiguos alumnos son hoy arquitectos, diseñadores y artistas reconocidos.
“Cuando me los encuentro y me abrazan con tanto cariño, me emociono mucho —confiesa—. Esa es mi mejor obra: haber enseñado a sentir el arte, a cultivarlo y a desarrollarlo”.
Su labor abarcó todo el municipio de Unión de Reyes, desde el poblado de Juan Gualberto Gómez hasta las zonas rurales. En cada taller dejó una huella, no solo artística, sino también humana.
Una sorpresa llamada “La Tórtola”
El reconocimiento llegó sin previo aviso. A lo que creía una reunión habitual asistió y allí supo que recibiría la Distinción “La Tórtola”. “Me puse muy contenta, de verdad no lo esperaba. No trabajo para obtener premios. Todo lo que realizó lo hago por amor al arte y a mi pueblo”, cuenta entre sonrisas.
Este premio simboliza para ella no un punto final, sino un estímulo para continuar aportando. A pesar de los años, su deseo de enseñar y crear permanece intacto.
Los retos de enseñar arte hoy
Lisaida Lamar observa con preocupación cómo la enseñanza artística cambia en el país. Considera que uno de los mayores desafíos actuales es la pérdida de la educación plástica desde edades tempranas.
“Antes, en primaria, las niñas y niños recibían plástica y música desde preescolar. Ahora muchos no saben ni cómo tomar un lápiz. La tecnología desplaza ese contacto directo con el color, con la textura. Y sin sentir, no se puede crear”, afirma.
A ello se suman las limitaciones materiales, que dificultan el acceso a recursos básicos. Aun así, insiste en que la creatividad es capaz de abrir caminos incluso en los escenarios más difíciles.
El arte como experimentación
Su manera de trabajar es abierta y experimental. No se ata a técnicas rígidas ni a soportes tradicionales. Lienzo, cartón, papel, hojas secas… cualquier material puede convertirse en una obra si permite moldear una idea.
“La plástica no es solo dibujo o pintura —explica—. Es experimentar, inventar, descubrir. Para mí, la plástica es infinita”.
Una huella imborrable
Lisaida Lamar más que una artista: resulta una formadora de talentos. Su vida, dedicada a sembrar amor por el arte, a enseñar a mirar con otros ojos, a sentir lo que se crea.
Su legado se extiende más allá de los talleres y las aulas. Vive entre cada niña, niño, joven o adulto que, gracias a su guía, descubrió que podía transformar el mundo con un lápiz, un pincel o un simple pedazo de papel.
“La pintura es mi vida —repite con la misma pasión de siempre—. Y mientras pueda, seguiré compartiéndola con los demás”.