Noticias sobre el último chequeo a las reparaciones de zafra en el central Jesús Sablón (Rabí) de Matanzas, me trajo al recuerdo el viejo ajetreo de la que fuera nuestra primera industria. La anterior campaña concluyó sin demasiadas referencias. A pesar de los contraídos planes de estos tiempos, no logró cumplirse el compromiso, dejándonos otra vez ese sabor distante al del preciado crudo y sin mucho ánimo para contarlo.
Cada vez se hacen más distantes aquellas jornadas de victorias que ubicaban a la provincia en la vanguardia de la producción azucarera. El recuerdo me traslada inevitablemente a sus días de gloria.
Quienes alguna vez visitaron el batey de un central azucarero en plena zafra, difícilmente olviden el trajín de carretas, camiones y ferrocarriles cargados de caña para el basculador, el pertinaz olor de la meladura o los pitazos del ingenio señalando la hora de los turnos de trabajo.
Para los que soñaron sus proyectos entre una y otra zafra, sin otro desvelo que lograr una buena contienda de la que dependía la economía del país y su propia existencia, el ciclo productivo constituía un pedazo esencial de la vida misma.
Táctica y estrategia
Y digo contienda, en tanto siempre imaginé la zafra como una gran campaña militar. Con un poco de imaginación era fácil asociar combinadas cañeras y alzadoras con tanques y piezas de artillería, en tanto el ejército de macheteros semejaba las tropas de infantería. Las áreas de corte podían definirse como frentes de combate y el permanente movimiento de tropas y equipos respondían al complejo planeamiento táctico y estratégico de cada contienda.
Los contactos diarios de la industria con jefes de áreas, cooperativas, fuerzas de corte movilizadas, responsables de maquinaria, transporte, programadores de zafra y tantos otros, eran como las reuniones del Estado Mayor de la guerra.
De hecho, estas y otras semejanzas persisten en el desempeño de las actuales contiendas, aunque prefiero recordarlas en el ámbito de los 21 centrales azucareros existentes en la provincia durante los años que participé de las mismas.
La comparación no tiene otro interés que mostrar la complejidad de una zafra, aún sin las graves limitaciones de recursos que actualmente atentan contra su realización. El déficit de piezas de repuesto para la industria, la maquinaria agrícola y el transporte, la escasez de combustibles y lubricantes, la falta de fertilizantes, herbicidas u otros recursos, determinan el esfuerzo extraordinario que representa llevar a término una zafra óptima.
La producción de caña y la industria azucarera guardan una relevante significación para el desarrollo económico, histórico y social de la provincia y el país. Más de dos siglos de historia, constituyen patrimonio esencial de la nación cubana.
Días de gloria
Por eso, más de un recuerdo asiste a la mente, en días que regularmente celebraba la victoria con los compañeros de armas envueltos en las campañas de cierre de zafra. ¡Matanzas un millón, Henequeneros, campeón!
Entonces recuerdo las decenas de brigadas que integraban el Movimiento Millonario de la CTC en Matanzas, liderados por Reinaldo Castro Yebra, primer Héroe Nacional del Trabajo, Tápanes, Jicarita o el incansable Perdomo, al frente de sus campamentos cañeros.
Largas jornadas de trabajo imponían durante meses una dinámica arrolladora. El permanente recorrido por las áreas de corte, las discusiones y análisis con las fuerzas para asegurar la entrega de caña planificada, los chequeos de emulación y el reconocimiento a las brigadas cumplidoras de los pasos del millón, formaban parte del diario batallar.
Muchas tardes y noches de recorrido por las áreas de la industria, me detenía a conversar en Horacio o en Fructuoso Rodríguez, con los operadores de turno sobre la marcha de la molida, la concentración de las mieles, el grano en formación en los tachos, los indicadores de la Pol controlada en los laboratorios. Antes de marchar me dirigía a la estera transportadora, tomaba un puñado de azúcar como para endulzar la jornada.
Concluida la zafra, la reparación de la industria, la siembra de caña y el cultivo de los retoños aseguraban óptimas condiciones para la próxima contienda.
Pero cuando se incumple el plan de producción de azúcar no solo se estropean los recuerdos. Sobre todo se compromete la producción del principal rubro exportable del país durante casi dos siglos. En nuestros días limita hasta la distribución de la cuota de azúcar correspondiente a la canasta básica requerida por nuestro pueblo.
Con ello se frenan los planes de desarrollo del necesario sector. Se incumplen los planes de ingreso de los propios trabajadores de la agroindustria azucarera y se aletarga la confianza en la victoria de una provincia que se supo millonaria a fuerza de sudor y coraje. Es difícil contarlo, cuando se sabe que al objetivo incumplido no le faltaron valor y compromiso.
Me gustaría rememorar los mejores momentos de las zafras matanceras, aquellos que oportunamente daba a conocer el Premio Provincial de Periodismo, Ignacio López Marrero, desde las páginas de El azucarero. La tirada de la publicación que sostuvo durante mucho tiempo, devenía una fiesta para el trabajador azucarero.
Para ello cada cual tiene que hacer lo suyo, sortear todos los obstáculos, convertir reveses en victorias, superar dificultades y tropiezos y regalarle a la provincia una zafra cumplidora. El heroísmo siempre sería de ustedes, pero cuanto orgullo sería contarlo.