En 1914 el bibliógrafo matancero Carlos M. Trelles publicó Los ciento cincuenta libros más notables que los cubanos han escrito, donde mencionó a varios autores matanceros.
El matancero Carlos M. Trelles (1866-1951) realizó, en su activa y prolífica vida intelectual, importantes contribuciones a la bibliografía cubana. Vale destacar las compilaciones tituladas: Bibliografía de la segunda Guerra de Independencia y de la Hispano-Yankee (1902), Bibliografía cubana de los siglos XVII y XVIII (1927), Bibliografía cubana del siglo XIX (1911-1915, en ocho tomos). También merecen mencionarse, por su importancia, Biblioteca científica cubana (1918-1919, en dos tomos) y Biblioteca geográfica cubana (1920).

Uno de los libros que publicó fue Los ciento cincuenta libros más notables que los cubanos han escrito (1914). En esta obra mencionó obras relevantes, de acuerdo a variadas temáticas. Al respecto, señaló:
“…he pensado que sería de algún provecho dar a conocer, aunque sea somera mente, las principales producciones de los cubanos en todos los ramos del saber humano, fijándome para ello en los más importantes libros que han escrito”.
Sobre la posibilidad de ser injusto, al no considerar textos que también tenían valor suficiente para ser mencionados, aclaró:
“…además de los 150 libros que enumeraré, se han publicado en la Isla, o por cubanos, otros muchos de reconocido valor e importancia; pero en la imposibilidad de mencionar los todos, he preferido describir únicamente aquellos que, a mi humilde juicio, poseen un mérito extraordinario”.
En Los ciento cincuenta libros más notables que los cubanos han escrito, Carlos M. Trelles incluyó a varios autores matanceros.
Libros de humanidades
Sobre derecho Carlos M. Trelles mencionó tres obras del matancero Antonio Govín Torres, que consideró “…muy notables…”. Estas fueron De la importancia del estudio del Derecho Romano para el conocimiento de nuestra legislación (1880), De los elementos constitutivos del delito (1880) y Elementos de derecho administrativo (1903-1904). En filología puso como ejemplo el Diccionario tecnológico inglés-español y español-inglés (1883-1893), del cardenense Néstor Ponce de León. Lo consideró
“…una refundición de las voces técnicas contenidas en treinta y tres diccionarios, siendo en su época el más completo de los hasta entonces publicados”.
Diccionario Tecnológico: obra modelo de Néstor Ponce de León
En crítica literaria incluyó a uno de los discípulos matanceros de José de la Luz Caballero, el filósofo Antonio Angulo y Heredia. Como su “…trabajo más notable…”, presentó el libro Goethe y Schiller. Su vida, sus obras y su influencia en Alemania (1863), que “…fue muy bien acogido por la prensa española e inglesa”. A su vez, del escritor Ricardo del Monte y Rocío, al que consideró “Un hombre de letras de gusto refinado…”, escogió la monografía El efectismo lírico (1878), “…conceptuado como uno de los mejores trabajos críticos de que podemos enorgullecernos”.

A uno de los autores matanceros más prolíficos del siglo XIX, dedicó Carlos M. Trelles este párrafo:
“Un cultivador asiduo de la Literatura, el Dr. Emilio Blanchet, que ha tratado con éxito todos los géneros literarios, alcanzándole aún el tiempo para hacer incursiones provechosas en el campo de la Geografía y de la Historia, ha sido premiado cuatro veces consecutivas por el Círculo de Abogados de la Habana por sus monografías sobre «Tácito»; «Apreciación de los elementos originales y extraños en la obra poética de José María Heredia»; «Importancia del elemento lírico y dramático en las obras de la Avellaneda»; y «Domingo Delmonte: su vida y sus obras». De lamentar es que el autor no haya reunido todavía en un volumen sus valiosos trabajos críticos”.

La poesía escrita en Matanzas, también estuvo representada en el libro de Carlos M. Trelles. Primero, Bonifacio Byrne, por Lira y espada (1901), “…llamado con justicia el Poeta de la Guerra, notable por su robusta inspiración y la delicadeza sentida de algunas de sus pequeñas composiciones. Ha escrito magníficos sonetos…”. Después mencionó a los hermanos matanceros Carlos Pío y Federico Urbach, “…que han enriquecido nuestro Parnaso con su libro Oro (Habana, 1907), del cual fluye una caudalosa corriente de poesía selecta y refinada, creadora de verdaderas joyas de arte”.

En el género novelístico, incluyó al destacado autor cardenense Emilio Bobadilla, Fray Candil, por “…una novela muy celebrada: A fuego lento (1903) (…), que ha sido vertida al francés, y que en opinión del distinguido literato español Sr. Manuel Bueno, coloca a su autor «entre nuestros mejores novelistas»”. Otra obra de este autor a la que hizo referencia fue Viajando por España (1912), que “…acaba también de ser traducida al francés y ha sido elogiada extraordinariamente”. En nota una nota agregó: “Merece mencionarse también entre los novelistas a D. José Ortega Munilla, hijo de Cárdenas y miembro de la Real Academia Española”.
La Historia de la Isla de Cuba (1865-1866), escrita por Pedro J. Guiteras, encabezó la relación de libros sobre temas históricos. Sobre ella, agregó Carlos M. Trelles que “…era la más completa de las publicadas hasta entonces y es la mejor que un autor cubano haya compuesto. No quiere esto decir que sea una obra maestra, ni mucho menos que satisfaga hoy las exigencias de la época”.
Otro libro histórico escrito por un matancero, que Carlos M. Trelles incluyó entre los más notables de Cuba, fue Desde el Zanjón hasta Baire. Sobre su autor, destacó que “Nadie ha relatado mejor la historia política de Cuba en el período comprendido entre 1878 y 1895, que el Dr. Luis Estévez (1849-1909) en su importante y bien documentado libro…”, al cual consideró una “…acusación formidable en que pone de relieve la estrecha y torpe política de España al menospreciar al Partido Autonomista, o lo que es lo mismo, a la gran mayoría, entonces, de los hijos del país”.

Entre las biografías, mencionó la que escribió un cardenense sobre el Apóstol: “De la media docena de biografías que se han publicado sobre el mártir de Dos Ríos, la mejor hasta ahora es la escrita por el Sr. Roque Garrigó y titulada José Martí. (…) Está bien documentada y obtuvo el primer premio, o sea una medalla de oro, que le otorgó el Círculo de Abogados de la Habana”.

Entre los libros de temas bibliográficos, no podía faltar
“…un compatriota nuestro, el matancero Dr. José A. Rodríguez García, Catedrático del Instituto de la Habana, está publicando otra obra no me nos monumental: la Bibliografía de la gramática y lexicografía castellanas, y sus estudios afines (…), que ha sido elogiada por Menéndez Pelayo y otros notables escritores. Da a conocer en ella más de 200 gramáticas que escaparon a las pesquisas del Conde, e inserta multitud de atinados juicios críticos, escrito todo en el castellano más depurado. Cuando se haya ter minado, constará de cinco grandes volúmenes. Este libro, que honra a Cuba, no ha podido lograr del Ayuntamiento de la Habana una subvención de $ 5,000 para con esa suma terminar su impresión; pues aunque el acuerdo del Municipio fue favorable en 1910, tropezó con el veto del Alcalde, cuya Autoridad se gasta, o mejor dicho, malgasta $ 10,000 anuales en automóviles y coches, y no supo en este caso aplicarse el veto, que ejercitó antes tan desacertadamente”.

Libros de ciencias
Los libros de ciencias tuvieron una amplia representación entre los escogidos como los más notables publicados por cubanos. Carlos M. Trelles destacó Evolución super orgánica. La naturaleza y el problema social, “…libro, que llamó poderosamente la atención de los hombres pensadores”, escrito por “…un joven y modesto médico matancero, el Dr. Enrique Lluria”. En apoyo a este criterio, reprodujo lo que “…dijo el Dr. Santiago Ramón y Cajal, el primer sabio de España:
«Hay en este libro muchas ideas y conceptos sugestivos, que aun separados de la tesis fundamental, tienen valor y brillo propios cual joyas engarzadas en artística corona. Es un hermoso trabajo escrito con una valentía de pensamiento y serenidad de juicio que ya quisieran para sí muchos flamantes tratadistas filosóficos y sociológicos»”.

El libro del pedagogo matancero Manuel Valdés Rodríguez, Ensayos sobre educación teórica, práctica y experimental, fue considerado por Carlos M. Trelles, como “…el mejor de los publicados en Cuba sobre esa materia y en él sobresalen los capítulos «Psicología experimental» y «El niño cubano»”.

Sobre un libro de matemáticas, expresó Carlos M. Trelles:
“Recientemente se ha dado a conocer como un matemático notable, el ingeniero Sr. José Isaac del Corral, natural de Cárdenas y autor de los Nuevos métodos para resolver ecuaciones numéricas. (…), en los cuales da a conocer los «Teoremas y Corolarios de Corral»”.
La química también tuvo su representante, pues, destacó Trelles,
“No ha mucho, en 1903, un joven matancero, el Dr. Francisco Bosque y Reyes, descubridor de 24 cuerpos compuestos, presentó una tesis en la Escuela de Farmacia de París, intitulada Sur quelques cétons (…), muy celebrada por los peritos en la ciencia de Lavoisier”.
La ciencia de la zoología también tuvo un libro notable en la relación conformada por Carlos M. Trelles. El autor fue Carlos de la Torre:
“…discípulo más aventajado de Poey y casi puede decirse que ha sobrepujado al maestro; pues ha ampliado la esfera de sus conocimientos, sobresaliendo no sólo en el campo de la Zoología, sino en el de la Geología y la Paleontología. Conserva inédita una obra magistral: la Malacología Cubana, en cuya especialidad se le considera como el primer naturalista de estos tiempos, por cuyo motivo la famosa Universidad de Harvard le otorgó el título de Doctor honoris causa. Y no ha mucho dio a conocer sorprendentes descubrimientos geológicos y paleontológicos en su folleto Excursión científica a Viñales y a la Sierra de Jatibonico (…), que por razones de brevedad no me detengo a detallar”.

Otro matancero, el botánico Sebastián A. de Morales, también fue mencionado:
“…apasionado cultivador que le dedicó la vida entera [a la botánica]; y fruto de sus estudios fue la Flora cubana, en cuatro tomos, terminada hacia 1893, premiada en la Exposición de París de 1900, y, como las grandes obras de Poey y La Torre, inédita todavía”.
Tres libros escritos por matanceros, relacionados con la medicina, también aparecieron entre los que Carlos M. Trelles consideró notables. Fueron Tratado de técnica anatómica general del cuerpo humano, de José L. Yarini, “…conceptuado en su época como el libro práctico más completo escrito hasta entonces sobre esa materia”. Y también la Memoria sobre las aplicaciones que permite hacer a la fisiología y a la terapéutica el estado actual de la química orgánica “…profunda monografía que fue premiada por dicha Academia en el concurso de 1870”, escrita por Joaquín García-Lebredo. En una nota al pie, agregó a estos, el Manual de partos, del médico cardenense Francisco Vidal Solares, “…reputado como el mejor que se ha escrito en el idioma castellano”. Sobre cirugía dental, citó El arte dental en medicina legal, de Oscar Amoedo, que
“…traducida al alemán y al italiano, y que en concepto del célebre Profesor Brouardel, es de capital importancia, pudiendo aprender en ella los más competentes”.

Entre las “Bellas artes”, se mencionó la obra “…de un ingeniero y arquitecto de mérito sobresaliente, el cardenense José F. Toraya…”. Esta fue Proposición de un plan de casas higiénicas para las clases trabajadoras en los trópicos, premiada con medalla de oro en el Congreso Internacional de Tuberculosis, celebrado en Washington en 1908.
El balance
Carlos M. Trelles consideró 29 libros escritos por matanceros, entre los más notables de Cuba. No obstante, es evidente que tuvo ausencias llamativas. Quizás la más reconocida fue no inclusión de la serie de Libros de lectura del maestro yumurino Eusebio Guiteras, la más célebre de las editadas para la enseñanza en el país. No debió faltar el Diccionario de mejicanismos. Colección de locuciones y frases viciosas (1895), publicado por el matancero Félix Ramos Duarte en México. Quizás pueda decirse lo mismo del libro Breve descripción de los viajes hechos en América por la Comisión Científica enviada por el Gobierno de S. M. C. durante los años de 1862 a 1866. Acompañada de dos mapas y de la enumeración de las colecciones que forman la exposición pública (1866), que escribió el antropólogo Manuel Almagro de la Vega, otro hijo de Matanzas.
Los últimos párrafos del texto Los ciento cincuenta libros más notables que los cubanos han escrito, Carlos M. Trelles los dedicó a enfatizar en el mérito de los cubanos, pues
“…dada su pequeña población, nuestra Isla ha producido un número crecido de hombres eminentes, que a su vez han dado a luz obras muy notables; y que su movimiento intelectual más parece propio de una nación de prolongada existencia, que de una isla poco poblada y hasta ayer infortunada colonia”.
A partir de esta idea, defendió la necesidad de favorecer la educación del pueblo cubano desde la acción del gobierno:
“Todo esto nos lleva a pensar que si en Cuba se fomentase la instrucción pública en mayor escala de lo que se halla en los actuales momentos; si el presupuesto de la pública enseñanza se dotara mejor; si se llevara a la práctica una rigurosa enseñanza obligatoria, y se concedieran mayores asignaciones a nuestros superiores centros de cultura, la Gran Antilla se pondría muy pronto a la cabeza de los países civilizados de la América latina, como su posición geográfica lo demanda, por hallarse a las puertas de ese emporio de civilización que se llaman los Estados Unidos de la América del Norte”.
Por esta razón, clamó en el último párrafo de su también notable libro:
“¡General Menocal y Congresistas cubanos!: pensad que en Cuba la inteligencia abunda, pero que es necesario cultivarla de un modo intenso. En los presupuestos de la Nación, que en vuestras manos está reformar, se halla el secreto de ilustrar y engrandecer a Cuba. Aprovechad la ocasión de iluminar 600,000 cerebros cubanos que aún permanecen en la más densa oscuridad: ¡Luz, más luz intelectual, es lo que pide este pueblo ansioso de progreso! ¡Acometed, Gobernantes de Cuba, la grande obra de completar su civilización!”.