Uno de los investigadores más destacados en la historia de la medicina cubana, Tomás Vicente Coronado, nació hace  170 años.

La patria chica del matancero Tomás Vicente Coronado Interián fue Limonar, lugar donde nació el 22 de enero de 1855. Estudió en el Colegio La Empresa, fragua de tantas personalidades destacadas en la historia de Cuba y Matanzas. Allí conoció a Domingo L. Madan, a quien le unió gran amistad el resto de su vida.

Una obra científica

Tomás Vicente Coronado integró el grupo de investigadores agrupados en el Laboratorio Histo-Bacteriológico e Instituto de Vacunación Antirrábica, fundado y dirigido por el también matancero Juan Santos Fernández. En relación con las pesquisas que realizó, vinculadas a la bacteriología, se destacaron sus “Investigaciones sobre el carbunco en Cuba” (1893) y “Confirmación del microbio de la gripe en Cuba” (1896).

El 19 de mayo de 1899 pronunció en la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, el discurso científico “Nuestros poderosos enemigos: los infinitamente pequeños”. Esta disertación le permitió valorar la importancia de los conocimientos acerca de los microbios como garantía de salud para todos los seres humanos. En el último párrafo señaló:

“El día hermoso, y a mi juicio próximo ya, en que conociéndose las propiedades de todos los gérmenes patógenos—nuestros poderosos enemigos los infinitamente pequeños—podamos evitar sus funestas consecuencias, ese día será el más grande para la humanidad y el mayor de júbilo para los discípulos de Pasteur”.

Alcanzó el título de Doctor en Farmacia en 1900 con la tesis “Los sueros en la isla de Cuba”. Ese mismo año también se doctoró en Ciencias, sección de las Ciencias Físicoquímicas. El tema que presentó fue “La química biológica en sus relaciones con la medicina”.

Como profesor titular de Higiene Pública y Medicina Legal en la Universidad de La Habana, impartió clases de Higiene desde 1900 hasta 1924. Fue, además, catedrático titular de Higiene, Legislación Sanitaria, Medicina Legal y Toxicología desde 1917. También dirigió el Laboratorio de Higiene de la Facultad de Medicina.

Participó de forma activa en la superación de los maestros cubanos durante los inicios de la República. Ofreció conferencias en las Escuelas de Verano y escribió el texto Higiene Escolar para los maestros, que obtuvo premio en la Exposición de San Luis, Estados Unidos, en 1904. Colaboró en la redacción del Manual o guía para los exámenes de maestros cubanos.

Electo miembro de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de la Habana el 13 de septiembre de 1896, pasó a la categoría de honorario el 14 de diciembre de 1923. En 1897 fue director de los Anales de esa institución. Por su destacada actividad perteneció además a la Asociación Farmacéutica de Cuba, que presidió en 1896. Fue vicepresidente de la Sociedad de Estudios Clínicos en 1899 y en junio de 1901 fue elegido presidente de la Asociación Médico-Farmacéutica de Cuba.

Asistió como delegado por Cuba y Puerto Rico al II Congreso Médico Panamericano, realizado en México en 1896. Con la ponencia “Unidad del paludismo” (1897), participó en el Congreso Médico de Moscú. Sus folletos sobre Patología tropical e higiene obtuvieron medalla de oro en la Exposición de Charleston de 1906. Entre los trabajos médico-legales que realizó, sobresalió el titulado “Aglutinación y disolución de los glóbulos rojos en las manchas de sangre” (1902).

Acerca de la fiebre amarilla publicó: “La fiebre amarilla en los cubanos” (1897), discurso para el ingreso a la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de la Habana. Otro de los trabajos suyos sobre esta enfermedad fue “¿Es factible confundir el tifus icterodes (fiebre amarilla) con los otros estados febriles?” (1905). En el libro El Dr. Carlos J. Finlay y su teoría. Dr. Carlos J. Finlay and his theory (1902), realizó una fundamentada defensa del legado finlaísta. Dejó un libro inédito sobre los médicos cubanos del siglo XIX.

El paludismo como tema de investigación

Gran parte de la obra de Tomás Vicente Coronado se dedicó al estudio del paludismo o malaria. En la revista Anales de la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de la Habana dio a conocer los resultados de las investigaciones que realizó. Por ejemplo: “El microbio de la malaria” (1890), “Reproducción experimental del hematozoario de Laverán” (1892) y “Laveranea limnhemica; contribución al estudio de la etiología del paludismo” (1893).

Otros de los trabajos que publicó fueron “¿El paludismo es contagioso?” (1897) y “Comunicación oral sobre anopheles y transmisión del paludismo en la Habana” (1912). Además, “Tratamiento de las fiebres palúdicas sin quinina” (1888), “El paludismo y su tratamiento” (1889), “El microbio de la malaria” (1890) y “Del paludismo y el hematozoario de Laveran” (1891).

Dio a conocer los experimentos que realizó para estudiar la enfermedad en “Cuerpos de Laverán. Microbios del paludismo” (1889). Sobre el paludismo publicó además “Orquitis palúdicas” (1889), “El paludismo es contagioso” (1897) y “Etiología modernísima del paludismo” (1900). Se incluye el libro Fiebres palúdicas durante el puerperio. Estudio clínico (1895). Junto a Domingo L. Madan fue autor de “Contribución al estudio de las formas clínicas de las fiebres palúdeas observadas en Cuba” (1893). Con otro destacado médico matancero, Juan N. Dávalos, escribió “El suero, diagnóstico en la fiebre tifoidea” (1896).

El momento cumbre de estos esfuerzos fue la realización del primer diagnóstico certero de la presencia de paludismo en Cuba. Así lo reportó Coronado en el folleto El microbio de la malaria y su evolución en la sangre de los intoxicados. Confirmación del descubrimiento de Mr. Laveran (1890). Esto ocurrió diez años después de haber sido hallado por el investigador francés Charles Laverán y un año después de haber sido aceptado este descubrimiento por la Academia de Ciencias de París.

Al respecto expresó el eminente médico cubano Diego Tamayo:

“Es el primer trabajo que en Cuba ha comprobado las observaciones del profesor Laverán, se ve en él competencia completa sobre el asunto, tanto bajo el punto de vista clínico, como del experimental, revela […] el deseo de no admitir las afirmaciones ajenas sin hacerlas pasar por el crisol de la ratificación experimental y al proceder así, ha comprobado las afirmaciones generales de Laverán y ha rectificado algunas de sus apreciaciones, lo que da a esta memoria más carácter de originalidad”.

Numerosas investigaciones que realizó fueron reconocidas por su originalidad y rigor científico. Entre ellas, Determinaciones viscerales del paludismo (1891), primer premio del certamen de la Prensa Médica. A las anteriores se agregan, “Remitentes palúdicas de larga duración” (1894), ensayo premiado por la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana. A su vez, “Laveráneas linhémicas” (1895), obtuvo en Francia un premio otorgado por la Academia de Medicina de París.

También algunas de las realizadas con Domingo L. Madan, como “El paludismo como complicación (Estudio clínico)” (1891), mención honorífica en el certamen de la Revista de Ciencias Médicas. Además, “Determinaciones viscerales del paludismo” (1891), que alcanzó el primer premio en el concurso de la Prensa Médica de 1891. Igualmente, “Contribución al estudio de las formas clínicas de las fiebres palúdeas observadas en Cuba” (1893), mención honorífica en igual evento de 1893. Por último, el libro Pirexias en la isla de Cuba (1896), escrito por ambos, fue premiado ese año por la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana.

Tras una fecunda vida como hombre de ciencia, Tomás Vicente Coronado falleció en La Habana el 23 de diciembre de 1928. (LLOLL)

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