Hace 160 años un grupo de científicos matanceros comenzó a desarrollar esfuerzos investigativos comunes. Esa fue la noble intención de la Sección de Ciencias del Liceo Matanzas, creada en 1864.

El 13 de febrero de 1859 fue el día oficial de la fundación del Liceo Artístico y Literario de Matanzas. Fue inaugurado un año después, con una solemne fiesta, el 17 de febrero de 1860. El discurso más famoso fue el de Rafael del Villar, quien llamó a la ciudad como la Atenas de Cuba, sobrenombre que el tiempo y la tradición han consagrado.

Desde sus inicios el Liceo comenzó a desarrollar, además de bailes y exposiciones, actividades de carácter científico. Pueden citarse las clases públicas de ese carácter, la donación de libros de ciencia para su biblioteca y la propuesta de temas en los concursos celebrados con el nombre de Juegos Florales.

Estos hechos coincidieron con la conformación de una comunidad científica en Matanzas, que ya era prestigiosa en 1864. Su núcleo inicial lo formaron naturalistas y médicos, quienes propusieron agruparse oficialmente en el seno del Liceo. Esto sucedió el 2 de noviembre de 1864, fecha en que se fundó la Sección de Ciencias del Liceo de Matanzas, primera institución científica del territorio matancero.

Sus fundadores fueron figuras insignes de la ciencia matancera y cubana. El director fue Sebastián Alfredo de Morales, médico, botánico y un eterno luchador, toda su vida, por la independencia de Cuba. También estuvo el joven Manuel Jacinto Presas, naturalista, médico y secretario de la Sección, primero en escribir una historia de la ciencia cubana y un mártir de la medicina, al ofrendar su vida con 29 años contagiado al curar enfermos de difteria.

Otra figura ilustre fue el químico Joaquín Barnet, después prisionero por la libertad de Cuba y también mártir de la ciencia, pues murió víctima de una explosión mientras realizaba un experimento. Por último, sobresalió el erudito Francisco Jimeno, naturalista, historiador e ilustre coleccionista.

El legado de la Sección de Ciencias Físicas, Naturales y Matemáticas, su nombre oficial, fue amplio. Debe destacarse que desarrolló investigaciones, debates, discusiones y publicaciones, que permitieron el estudio científico de la naturaleza. Identificó nuevas especies de la flora y la fauna matanceras, realizó excursiones científicas y promovió la creación de una biblioteca científica.

Fundó, con donaciones públicas, un Museo de Historia Natural en 1866, que fue orgullo de la ciudad. Patrocinó clases abiertas y públicas de física recreativa en 1867 y festejó la llegada a Cuba del cable telegráfico submarino en 1868.

Contribuyó a luchar contra las enfermedades y promovió la higiene. Utilizó sus salones para aplicar la vacunación de forma masiva y gratuita contra la epidemia de viruelas de 1867, algo inédito en la historia de Cuba. Realizó en 1868 sesiones científicas públicas sobre temas de medicina, defendió la eliminación del basurero de la ciudad y estimuló la apertura del nuevo cementerio.

Los miembros de la Sección publicaron artículos científicos en revistas y periódicos de la época. En 1866 sacó a la luz su propio órgano de prensa: el Anuario de la Sección de Ciencias Físicas y Naturales del Liceo de Matanzas. En esta revista divulgó sus actividades y los resultados de las investigaciones que realizaban.

A la Sección de Ciencias del Liceo de Matanzas pertenecieron, como corresponsales, científicos de Cuba, Estados Unidos, Francia, Venezuela y Alemania. Fue el caso de Felipe Poey, Juan Cristóbal Gundlach, Andrés Poey, Charles Wright, Henri Josep Dumon, Eloy Carlos Ordónez, entre otras personalidades destacadas de la ciencia  en ese momento.

Tuvo un reglamento muy avanzado para su tiempo. En él se dio la posibilidad, por vez primera en Cuba, de que las mujeres fueran consideradas miembros de una institución científica.

Esta intensa actividad científica duró menos de cinco años, pues meses después del 10 de octubre de 1868, el Liceo fue clausurado. La Sección de Ciencias murió en su momento más brillante y, aunque se intentó refundarla, no volvería a aparecer con su empuje y prestigio anterior. Nos dejó, sin embargo, un ejemplo del amor de los matanceros por la ciencia y el conocimiento.(LLOLL)

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