El escritor dominicano Eliseo Grullón publicó un libro hace 120 años en el que elogió a Matanzas con fervor y admiración.
En 1905 se publicó en Santo Domingo el libro Del Mediterráneo al Caribe con escalas en España y en Cuba. Recogía las impresiones de un largo viaje, realizado en 45 días el año anterior desde Barcelona. El periplo incluyó los puertos y ciudades de la Coruña, La Habana, Cienfuegos, Santiago de Cuba y Santo Domingo. También se menciona la ciudad de Matanzas.
Bosquejo del autor:
El autor del libro era un dominicano ilustre: Eliseo Grullón Julia. Hijo del general Máximo Grullón, prócer de la Independencia y de la Restauración dominicanas, este escritor nació en Santiago de los Caballeros, el 4 de mayo de 1852. Realizó estudios en Nantes, Francia, hasta 1874.

Ese mismo año fue electo diputado al Congreso Nacional y después designado ministro de lo Interior y Policía. Se desempeñó además como presidente del Tribunal de Primera Instancia de Santo Domingo y secretario de Estado en diversos gobiernos. Fue diputado en varias legislaturas y presidente de la Asamblea Nacional. Murió en La Habana, el 23 de noviembre de 1915, como encargado de negocios de su país en Cuba.
Además del libro Del Mediterráneo al Caribe... (1905), también publicó Discurso leído en la Sociedad Amantes de la Luz (1906) y De la perennidad del castellano en América (1912).
Presencia de Matanzas:
Desde el prólogo se reveló la presencia de Matanzas en Del Mediterráneo al Caribe… En esta introducción el prócer Federico Henríquez y Carvajal, quien fuera gran amigo de José Martí, expresó sobre el viaje de Eliseo Grullón a Matanzas:
“El tren que le aleja de la Capital y le lleva a Matanzas, hogar de tres generaciones de dominicanos, déjale percibir en el tránsito la pacífica vida campestre, llena de esperanzas y promesas, a cuyo espectáculo vibra el patriotismo del viajero”.

Henríquez y Carvajal se refirió a la Atenas de Cuba como: “La culta ciudad de los dos ríos evoca memorias queridas y glorias domínico-cubanas…”.
Aún no había caminado por las calles matanceras y la evocación de la ciudad es patente en Eliseo Grullón. Lo hizo mediante el recuerdo del poeta José María Heredia y su visión del Pan de Matanzas:
“Se va perfilando la costa de Matanzas: ya surge el Pan, caro a Heredia:
«¡Tierra! claman; ansiosos miramos
Al confín del sereno horizonte.
Y a lo lejos descúbrese un monte.
Lo conozco… ¡Ojos tristes, llorad!»”.
Una vez en la ciudad, la describió como “(…)la pintoresca, ideal y decaída Matanzas (…)”, que
“…sueña con su esplendor pasado y no ha logrado aún revivirlo,—porque la Habana, demasiado próxima a su puerto, absorbe, con el movimiento material que pudiera darle vida, los elementos de preponderancia social que aquí descuellan”.
Eliseo Grullón comenzó entonces un rápido recorrido por la urbe yumurina. La primera visita que realizó fue a la Biblioteca Pública, que dirigía su amigo José Augusto Escoto. En un párrafo valoró la significación de este centro cultural:
“Consta la de Matanzas de veinte mil volúmenes, procedentes en su mayor parte de donativos particulares. Es una institución que vive, y se desarrolla, y llena los fines de su creación, contribuyendo al adelanto intelectual de todas las clases de aquella sociedad,—como lo atestigua el promedio de sus lectores y lectoras, que es de cincuenta al día,—principalmente alumnos del Instituto, quienes van allí a consultar, además de los libros castellanos, obras inglesas, francesas, alemanas e italianas de literatura general, ciencias experimentales, jurisprudencia e historia”.
Del momento en que estuvo allí, dejó está anécdota:
“En una de las mesas corridas llama mi atención un niño que lee una Historia natural ilustrada con láminas en color; infórmome de su edad: tiene seis años.—El pueblo que tales ejemplos presenta no quedará rezagado en el camino de la civilización”.
Destacó además en el libro que en los salones de la Biblioteca Pública conoció al bibliógrafo e historiador Carlos Manuel Trelles y al poeta Bonifacio Byrne. Ambos estaban, en aquellos años, entre las personalidades matanceras más relevantes dentro de la intelectualidad cubana.
Otras menciones a Matanzas aparecen en una carta que Eliseo Grullón envió a los hermanos Henríquez Ureña, la cual insertó el libro Del Mediterráneo al Caribe con escalas en España y en Cuba. Les expuso que pasó tres días en la ciudad: “…la bella y aristocrática Matanzas, centro de cultura un día entre el mercantilismo de la colonia…”.
Además, reprodujo las correspondencias que envió al periódico dominicano Listín Diario. En una de ellas volvió a reflejar la grata impresión que le causó Matanzas:
“Aquella que fue la Atenas de Cuba en el período colonial y vio luego decaer su prosperidad material al par de la producción azucarera; aquélla que fue elegida, al principiar la pasada centuria, por familias de emigrados dominicanos como las de Heredia, Campuzano, Angulo, Del Monte y Mieses para fijar en ella su residencia, es hoy un centro floreciente de cultura mental en que campean y se desarrollan las aptitudes de la mujer cubana, emuladas por elementos valiosísimos de origen dominicano”.
Elogió Eliseo Grullón, en particular y de manera especial, a las mujeres matanceras:
“La mujer cubana no se limita ya a ser la odalisca o sultana del hogar de otros tiempos en que avasallaba los corazones más por su belleza que por la cultura de su intelecto; las hermosas hijas del Yumurí y el San Juan se afanan hoy en obtener sus títulos de maestras, ganados en buena lid, y dedican más tiempo a la adquisición del conocimiento propio que al adorno de sus formas plásticas.
Entre estas obreras del progreso moral y pedagógico de su tierra me permito citar—pues fui testigo de sus meritorios afanes,—las aprovechadas maestras señoritas Graciela Lavastida, Hortensia Lamar y Del Monte, Angelita Hernández y María Quirós y Lavastida, formadas todas por el abnegado educador cubano D. Claudio Dumas.
Merecen estas últimas citarse como ejemplo por su entusiasmo, su absoluta consagración a la labor educadora y ese don de persuasión que es como fuego sagrado al que es difícil sustraerse y que sólo irradian los que tienen fe en su obra y hacen de ella un apostolado”.
En Matanzas, Eliseo Grullón también tuvo “…impresiones gratas…” en la visita que realizó a la Escuela Pública Félix Varela, que funcionaba en la antigua cárcel pública de la ciudad. Allí presenció la ceremonia escolar del saludo de la bandera, que calificó de “conmovedora”. En su opinión
“Aquello fue como un curso práctico de moral cívica. encaminado a enaltecer en la mente de los educandos el noble sentimiento del amor patrio, robustecido también por la oportuna plática del maestro. ¡Con qué convicción y recogimiento salieron de las filas, a la voz de aquél, los abanderados de las diferentes secciones—niños de todas condiciones y colores—e inclinaban sus estandartes ante el símbolo de la nueva nacionalidad, en el ara que los demás iban cubriendo de flores al pasar!”.
En esta escuela, Eliseo Grullón también apreció la educación de niños preescolares en el Kindergarten allí establecido. Le sorprendió gratamente la labor desarrollada por la maestra:
“(…)pude apreciar cuánto vale la labor de una mujer inteligente iniciada en los métodos de Froebel, no sólo adiestrada en el desarrollo pedagógico de sus dones y grupos, sino, además, compenetrada de su espíritu. Allí pude ver cómo la psicología de los niños puede modificarse por virtud del sistema froebeliano y cómo, de mustio y triste, puede tornarse el carácter en vivo y alegre por obra de la escuela”.
Tras la estancia en Matanzas, el autor del libro Del Mediterráneo al Caribe…, hizo un rápido esbozo de su recorrido en tren por la provincia. Cruzó rápidamente por Ibarra, Limonar y Sumidero, que ostentaban “…en su horizonte cañas, palmas y más palmas…”. Después transitó por Coliseo y lo que observó le hizo sentir optimista:
“Al pasar diviso una escuela y veo mujeres labrando la tierra con azada; y siento que se robustece mi fe en los destinos de este pueblo”.
Llegó a Jovellanos, desde donde el tren se desvió antes de seguir viaje a Las Villas. Atravesó entonces por Cimarrones y Contreras. La imagen del campo cubano lo hace admirarlo:
“Desde el tren vense hermosas reses de color bermejo y casas con colgadizo de madera y techo de tejas a estilo cubano”.
También recorrió Cárdenas, que Grullón consideró una
“(…)coqueta ciudad industrial de mucho movimiento que se nos presenta entre el mar azul y una verde ciénaga de mangles”.
Siguió viaje entonces por Recreo, Agüica, Managua y San Pedro, antes de adentrarse en Santo Domingo. Del paso por Colón, ciudad que consideró una sorpresa en medio de aquellos campos, dejó esta impresión:
“Al rodar de la máquina percibimos calles bien adoquinadas, edificios de mampostería, hermosa plaza con estatua en el centro…”.
Estas fueron las principales vivencias matanceras que contó Eliseo Grullón en el libro Del Mediterráneo al Caribe…. Ellas demuestran que quedó extasiado ante la belleza de sus campos y la inteligencia de sus habitantes.
Para acceder al libro Del Mediterráneo al Caribe con escalas en España y en Cuba: