Mártir de la ciencia cubana, Joaquín Barnet Ruiz fue un destacado investigador matancero del siglo XIX. Formó parte de una ilustre familia, y su mayor legado estuvo en el estudio de la naturaleza.

Al nacer el 18 de julio de 1842, Matanzas ya estaba en el camino que la conduciría a un sorprendente desarrollo económico, científico y cultural. Como químico, Barnet sería uno de los protagonistas que contribuyó a ese resultado.

Estudiante eminente

Estudió en el Colegio El Salvador, en La Habana, donde se graduó de bachiller en ciencias en 1860. Fue admirado por José de la Luz y Caballero, quien le propuso continuar en el plantel como profesor, no obstante su juventud. Entre las materias que explicó estuvieron historia, geografía, fisiología, física y química.

Dedicado al estudio de esta última ciencia, ingresó en la Universidad de la Habana para estudiar farmacia. Aplicado a los estudios, en 1863 alcanzó el título de bachiller y en 1864 el de licenciado.

Regresó a Matanzas en este último año y fue nombrado profesor del Colegio La Empresa, famoso centro educacional de la ciudad. Allí impartió clases de cosmografía, física, química e historia natural, además de ser conservador de su museo.

El 2 de noviembre de 1864, con 22 años, participó en la fundación de la Sección de Ciencias Físicas, Naturales y Matemáticas del Liceo de Matanzas. En esta institución desarrolló una amplia labor como investigador, sobre todo en el análisis químico de minerales y aguas medicinales.

Como resultado de sus trabajos, presentó en la Exposición Universal de París, Francia, en 1867, muestras de harinas obtenidas de frutos y raíces de plantas cubanas.

En 1867 se graduó de doctor en farmacia en la Universidad de la Habana, con un trabajo acerca de la fermentación, en el que se opuso al vitalismo y la generación espontánea. También demostró un amplio conocimiento de la obra del científico francés Louis Pasteur.

Patriota y hombre de ciencia

Emigró en 1868 rumbo a los Estados Unidos, donde continuó su labor como farmacéutico. Regresó a la patria en 1871 y creó en Matanzas un Establecimiento Hidroterápico.

Comprometido con la causa de la libertad de Cuba, fue encarcelado en 1874, acusado de enviar a los mambises balas escondidas en barras de jabón. Poco tiempo después pasó a residir en La Habana, donde se desempeñó como químico en la Fábrica de Abonos de La Chorrera.

En 1881 ingresó en el claustro de la Facultad de Farmacia de la Universidad de la Habana. Dos años después, en 1883, se inició como profesor de la Escuela de Agricultura de la misma ciudad.

Colaboró en revistas como La Enciclopedia y El Ingenio, con varios artículos científicos. En ellos demostró sus amplios saberes sobre la química y sus aplicaciones a la industria y la agricultura.

Como premio a su labor, el 14 de marzo de 1884 fue electo miembro de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de la Habana. Por sus méritos recibió la Orden de Carlos III.

Enfrascado en sus investigaciones, sufrió un accidente al explotar un aparato en el que destilaba éter durante un experimento científico. Murió días después, el 26 de marzo de 1886, a consecuencia de las terribles quemaduras sufridas.

En la sede de la antigua Academia de Ciencias de La Habana, una placa de mármol le rinde honor entre los mártires de la ciencia cubana. (ALH)

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