En enero de 1839 tres jóvenes naturalistas alemanes llegaron a Matanzas. Este hecho sería trascendental para la ciencia cubana.
El 4 de enero de 1839 se acerca a La Habana el bergantín Augustus et Julius. A bordo, tres jóvenes alemanes contemplan el paisaje. Estaban ansiosos por desembarcar, sin sospechar siquiera la significación que tendría, para ellos y para Cuba, el arribo a esta isla del Caribe.
Al día siguiente, Juan Cristóbal Gundlach, Luis Pfeiffer y Eduardo Otto, caminaban por las calles habaneras junto al matancero Carlos Booth y Tinto. El 10 de enero Gundlach y Pfeiffer toman el vapor General Tacón y se trasladan a Matanzas, quedaba marcada una fecha singular para la ciencia en territorio yumurino.
En la idea del viaje coincidieron varios factores. Booth invitó a Pfeiffer y a su vez, este propuso a Gundlach para que los acompañara. Este último, había sido comisionado por la Sociedad de Historia Natural de Cassel para que viajara a coleccionar animales en Surinam. En el caso de Otto, el gobierno alemán pagó algunos gastos del viaje y le encargó varias tareas como miembro de la expedición.
Una vez llegados a Matanzas, mientras Otto permaneció en La Habana encargado de la documentación oficial, Gundlach y Pfeiffer realizaron colectas y observaciones en el Valle de Yumurí. Volvieron a reunirse días después, en el cafetal San Antonio o Fundador, propiedad de Booth, situado en la orilla derecha de río Canímar.
Deslumbrados ante la belleza del paisaje, cada uno de estos jóvenes naturalistas se ocupó de su rama preferida. Otto colectó plantas, Pfeiffer moluscos y Gundlach cazó aves e insectos. El 16 de enero visitaron Punta de Maya y estudiaron los huesos de un cetáceo.
La estancia de Pfeiffer en Matanzas duró dos meses. Otto estuvo hasta septiembre explorando otras zonas de Cuba. Gundlach se quedó definitivamente, después que desistió de viajar a Surinam. ¿Quiénes eran estos jóvenes alemanes? ¿Qué significó este viaje para ellos, para Matanzas y para la ciencia cubana?
Luis Pfeiffer, su nombre completo era Ludwig Karl Georg Pfeiffer (1805-1877), fue un destacado Médico, Botánico y, sobre todo, Malacólogo alemán. Estudió Medicina en Gottinga y Marburgo, graduándose en 1825. Se dedicó al estudio de los moluscos, de los cuales describió 20 nuevos géneros y especies. Alcanzó tal autoridad en esa ciencia, que se le conoció como el “Príncipe de la Malacología”.
Durante la visita a Cuba en 1839 estudió 60 especies de caracoles de Canímar y de la zona de Coliseo. Al regresar a Berlín, fundó la revista Hola malacozoológicas, la publicación especializada en moluscos más relevante de su época. En ella Pfeiffer describió numerosas especies cubanos.
Eduardo Otto (Carl Friedrich Eduard Otto, 1812-1885) se especializó como botánico desde muy joven. Viajó por Inglaterra, Escocia e Irlanda, para realizar investigaciones acerca de la flora de esos países. Fue ayudante del Jardín Botánico de Berlín.
Permaneció en Cuba hasta septiembre de 1839. Además de colectar plantas en Matanzas y Cárdenas, también lo hizo en La Habana, Artemisa y Trinidad. La colección de plantas cubanas que formó alcanzó las 328 especies.
Viajó además a Estados Unidos y Venezuela. Regresó a Berlín en 1841. Se dedicó entonces al estudio del material colectado en América y a dar a conocer las nuevas especies descubiertas. Desde 1844 trabajó en el Jardín Botánico de Hamburgo y dos años después fue nombrado “Inspector de jardines”.
Juan Cristóbal Gundlach (Johannes Christoph Gundlach, 1810-1896) nació en Marburgo. Desde muy joven se interesó por la naturaleza y se especializó en Taxidermia. En 1837 se graduó de Doctor en Filosofía. Al llegar a Cuba se dedicó a los estudios zoológicos. En El Refugio, Cárdenas, creó un museo de historia natural con sus colecciones, que después trasladó a La Fermina, Jovellanos.
Realizó extensos viajes de exploración por toda Cuba. Visitó Francia y Alemania. También viajó a Puerto Rico. Dedicó el resto de su vida a estudiar la fauna cubana, sobre todo las aves. Legó obras imprescindibles sobre insectos y tetrápodos cubanos. Recibió múltiples reconocimientos por su obra científica, entre ellos la condición de Socio de Mérito de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana.
La labor de estos tres jóvenes naturalistas alemanes favoreció que la naturaleza cubana fuera conocida en Europa. Gracias a las investigaciones que realizaron se generó un fuerte movimiento científico, dirigido al estudio de las especies de plantas y animales existentes en Cuba. Varios cubanos siguieron la senda que ellos abrieron y se despertó el interés de otros estudiosos extranjeros.
Por esta razón el historiador José Álvarez Conde los denominó como “…pioneros de la investigación sistemática en nuestra patria”. Además, consideró que con ellos se iniciaron “…los verdaderos estudios de la flora y fauna de la isla de Cuba”.(LLOLL)