En dos oportunidades científicos matanceros exploraron el Pan de Matanzas durante el siglo XIX.
El Pan de Matanzas es un cerro en forma de mogote, que forma parte inseparable de la historia de la ciudad. El español Sebastián de Ocampo, encargado del bojeo a Cuba en 1508, fue el primer europeo en avistarlo. Se le denomina de esa forma desde 1570, por una carta formada por el Gobernador de Cuba, donde informó a la Metrópoli la instalación de atalayas para vigilar las costas desde el Mariel hasta el Pan de Matanzas. En 1762 la armada inglesa se orientó por el Pan durante la toma de La Habana.

Desde 1828, el Pan de Matanzas forma parte del escudo de armas de la ciudad. Esta elevación, de 381 metros de altura, fue lugar favorito para cimarrones y palenques durante décadas. En la zona operó el Regimiento de Infantería del Ejército Libertador Tiradores de Maceo y el general Pedro Betancourt. Ha sido motivo de inspiración para poetas como José María Heredia, quien lo mencionó en “Himno del desterrado”:
“A lo lejos descúbrase un monte…/ Le conozco. Ojos tristes, llorad. / Es el Pan…”.
El Pan de Matanzas ha sido investigado para conocer los recursos naturales que atesora. Esto ha sucedido desde el siglo XIX, sobre todo en dos excursiones científicas que lo exploraron.
En 1865
Fueron los naturalistas Manuel Jacinto Presas y Juan Cristóbal Gundlach los primeros, hasta donde se conoce, que exploraron el Pan de Matanzas. Sucedió en 1865 y el objetivo principal fue la recolección de ejemplares de la fauna local, sobre todo moluscos. Esta actividad estuvo enmarcada en las acciones investigativas desarrolladas por la Sección de Ciencias Físicas, Naturales y Matemáticas del Liceo Artístico y Literario de Matanzas, primera institución científica yumurina.

En la revista habanera Repertorio Físico-Natural de la Isla de Cuba se publicó, ese mismo año, el reporte “Moluscos terrestres y fluviales encontrados por Gundlach y Presas, en una excursión de Ceiba Mocha al Pan y al Palenque”. Lo redactó Manuel J. Presas y contiene la relación de todas las especies de caracoles encontrados en el periplo.
Fueron en total 38 especies, de 11 géneros diferentes, lo cual destaca la riqueza malacológica de la zona. De ellas, cinco especies eran desconocidas por la ciencia, las cuales “…fueron nombradas por el Dr. Gundlach, infatigable observador de la naturaleza…”. Estas fueron Cyclostoma Presasianum, Macroceramus Palenquensis, Cylindrella scaeva, Cylindrella fortis y Cylindrella fumosa. Además, ambos científicos precisaron que dos especies, el Cyclostoma irradians y la Cylindrella Rugeli, eran exclusivas de la región.
En la obra “Catálogo de los Moluscos terrestres y fluviales de la Isla de Cuba” (1866), de Rafael Arango y Molina, aparecen referencias estas especies estudiadas por Gundlach en el Pan de Matanzas. Al morir Presas en 1874, su maestro Felipe Poey reconoció que
“Enriqueció la [colección] de los moluscos cubanos con frecuentes excursiones en un radio no poco extenso alrededor de Matanzas, y es de los pocos que, con este objeto, han visitado el Pan hasta su cima”.
En 1887
La otra excursión científica relevante al Pan de Matanzas la realizaron en 1887 los naturalistas Juan Santiago Michelena y Miguel Rodríguez Maribona. El primero profesor del Instituto de Segunda Enseñanza de Matanzas y el segundo conservador de su Museo de Historia Natural. Los pormenores del recorrido y los resultados obtenidos fueron descritos por ambos investigadores en el artículo “Excursión científica del Pan de Matanzas”, publicado en la revista Ciencias y Letras en 1894.

El recuento comenzó con ideas acerca de la importancia de las excursiones científicas:
“Para el que estudia, en el vasto campo de la Historia Natural, son necesarias las excursiones a las distintas localidades del país, que opinamos que sin ellas no puede nadie, por estudioso y trabajador que sea, hacer su labor provechosa”.
“No es posible que sin formar por sí mismo colecciones, llegue el naturalista a completar el estudio de una fauna o flora”.
“…hay que recoger con mano propia el caracol en la grieta de la piedra o en el tronco del árbol, el área mariposa sobre el cáliz de la flor: el ave, allí en el bosque que le brinda alimento y protección. A la flor hay que arrancarle sus secretos en la florida campiña y umbroso bosque, el seco herbario que poseemos no puede nunca facilitarlos los datos que necesitaos, como la planta viva”.
El objetivo de la excursión era localizar los moluscos descritos por Gundlach y Presas en su recorrido de hacía más de veinte años. Realizan los autores la descripción de todo el recorrido realizado, los lugares visitas y las personas que los acompañaron. Llaman la atención acerca de los lugares lejanos que es posible observar desde la cima del Pan.

Sobre la colecta realizada destacó los ejemplares obtenidos de jutía, solibio, torororo y cartacuba. También varios ejemplares de mariposas diferentes, así como hermosos mancaperros. Señalan que
“El acopio de moluscos fue bastante bueno, pues trajimos casi todas las especies que Gundlach y Presas encontraron cuando llevaron a cabo el viaje mencionado al principio de este trabajo”.
Al final, declararon Michelena y Maribona la importancia de estas actividades científicas:
“Si esas pequeñas porciones de terreno que fueron investigadas, proporcionaron tan buen acopio, cómo no se sería este si todas aquellas personas que sienten inclinarse sus aficiones al estudio de la fauna o flora de nuestro país, bien en estrecha unión o separadamente, explorasen, aunque fuera sólo en territorio de nuestra Provincia”.
Estas excursiones científicas el Pan de Matanzas, realizadas en el siglo XIX, demuestran la importancia que los naturalistas matanceros le otorgaron. Reconocen, además, la riqueza de la fauna en la zona y la necesidad de investigarla y protegerla. En esto radica el aporte de aquellos hombres de ciencia.