El Museo Zoológico Cubano creado por Juan Cristóbal Gundlach, el más importante que ha existido en Cuba, tuvo sus inicios en Matanzas.
Juan Cristóbal Gundlach (1810-1896) nació en Marburgo, Alemania. Desde muy joven se interesó por la naturaleza y se especializó en taxidermia. En 1837 se graduó de doctor en Filosofía. Al llegar a Cuba en 1839 se dedicó a los estudios zoológicos y realizó extensos viajes de exploración por todo el archipiélago. Visitó Francia y Alemania y también viajó a Puerto Rico. Dedicó su vida a estudiar la fauna cubana, sobre todo las aves. Legó obras imprescindibles sobre insectos y tetrápodos cubanos.
Itinerario de un museo
Una vez en Cuba, Juan Cristóbal Gundlach realizó las primeras observaciones en territorio matancero, en la zona de Canímar y Punta de Maya. En 1841 se estableció cerca de Cárdenas, en el cafetal San Juan. En marzo de 1844, hizo un descubrimiento trascendental en esa zona. Observó un ave diminuta que llamó su atención y pudo capturar. De esta forma entraba en la historia como el primero que describió el zunzuncito cubano, el ave más pequeña del mundo. Esta colecta marcó el inicio de su propia colección zoológica, que con el tiempo llegó a ser la más importante de Cuba.

Tres años después, en 1847, Juan Cristóbal Gundlach pasó a residir a la estancia El Refugio junto a la familia que lo acogía. En ese lugar, también cercano a Cárdenas, abrió las puertas de su museo zoológico al público, que poco a poco fue ganando fama por sus colecciones, que no paraban de crecer. Sobre esta institución escribió el poeta Juan Clemente Zenea en 1861:
“…Gundlach hizo construir en este nuevo domicilio una sala para depositar sus colecciones dando entrada franca al público con objeto de estimular al estudio de las ciencias naturales y según aparece de un libro en que fue recogiendo los nombres de los que lo visitaban, entraron en su Museo más 3,200 personas en el espacio de cuatro anos atraídas por la curiosidad, el interés o la admiración. Desde entonces se difundió por todo el país la grata nueva de que existía en Cárdenas un sabio naturalista alemán y como el mismo Gundlach nos ha informado, desde aquella época ha encontrado posteriormente en sus excursiones por la parte oriental alguna que haya visto su museo”.
En 1864, tras la muerte de su amigo Carlos Booth, Juan Cristóbal Gundlach se trasladó al ingenio La Fermina, cerca de Bemba, actual Jovellanos, propiedad de Simón de Cárdenas. Allí expuso las piezas de su museo zoológico, que radicó en ese lugar hasta 1892. Sobre la visita que realizó a este lugar señaló Juan Clemente Zenea:
“Basta entrar en el museo de Gundlach para sorprenderse de todo lo que ha podido hacer un hombre amigo del estudio. Sus obras salen perfectas de sus manos: su sistema de disecar es el más moderno y el que se prefiere en Europa con algunas modificaciones que le son propias: cuando conserva un ave lo hace con todas las apariencias de la vida: peina la pluma, extiende los músculos, imita la actitud que más le place, arregla el cuello, dirige la mirada, asegura la garra en un ramo, y el espectador espera que abra el pico y cante: tiene el secreto de animar los cadáveres: posee el arte de dar gracia y elegancia a un objeto inmóvil. Tal es la riqueza de sus colecciones que en el ramo de las mariposas solamente cuenta por centenares los individuos: los insectos diferentes, las conchas y los caracoles suman miles: parece que los campos habrán quedado desiertos, que muchas plantas estarán silenciosas por la falta de tanto viviente que se refugiaba en sus hojas, que muchas flores estarán tristes porque extrañan la visita matinal, crepuscular o nocturna de los amigos zumbadores de la vegetación. Todo cubano debe acercarse alguna vez a contemplar el cuadro variado que ofrece este extranjero querido y examinando lo que él ha acumulado y oyendo sus explicaciones luminosas, nos gozaremos en saber lo bello y lo grande que encierran los tres reinos de nuestra naturaleza”.
Varios ejemplares de este museo se expusieron en la Exposición Universal de París en 1867. Se presentaron siete colecciones completas de animales cubanos. Juan Cristóbal Gundlach participó como delegado por Cuba del gobierno español y fue premiado con una medalla de plata. Al mismo tiempo, recibió la Orden de Carlos III por el éxito alcanzado. En el Catálogo general de la Sección Española (1867), apareció una descripción de lo expuesto:
“Estas colecciones de Historia natural cubana, fruto de 27 años de trabajo, son las más completas que existen en el orbe, a saber: Todos los mamíferos indígenas, incluso el solenodon del Bayamo y 20 especies de murciélagos; 254 especies de aves, (cuantas se conocen), ejemplares de machos, hembras y jóvenes con huevos y nidos; todos los reptiles y batracios; los crustáceos, en número de 150; 120 especies de arácnides. Todos los órdenes de insectos, en número de 4000 especies, representadas por un número más crecido de individuos. Además, una colección (la más completa que existe) de moluscos terrestres de la isla de Cuba, comprendiendo unas 600 especies y numerosas variedades. Otra de espongiarios, que cuenta 54 especies y 78 individuos. Las tres últimas puede decirse que son únicas, porque son las primeras que se han formado de su especie y están en su mayor parte sin clasificar; por lo cual ofrecen vasto campo al estudio de los sabios naturalistas que acudan a la Exposición. Los entomólogos encontraran en la colección de insectos de los 7 órdenes, presentada por el Sr. Gundlach, una de las más completas que existen, gran número de especies nuevas para la ciencia”.

A finales de los años ochenta el ingenio La Fermina fue demolido y la familia que acogió a Gundlach debió abandonarlo. Ante el temor de perder sus colecciones y el deseo de ayudar a sus protectores, el naturalista decidió vender su museo al Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana, lugar donde lo depositó de forma provisional el 2 de febrero de 1891. El expediente fue remitido a Madrid el 22 de abril de 1890 y dos años después se recibió la aprobación de la compra en ocho mil pesos oro. Fue la mejor forma de preservar ese valioso tesoro. Hay que agregar que Gundlach entregó esa suma de dinero a la familia Diago-Cárdenas, para ayudar a quienes lo habían acogido en La Fermina.

En 1890, los doctores Joaquín Lastres y Juan Vilaró redactaron un informe sobre el Museo Zoológico Cubano de Gundlach, previa comisión del gobierno, como criterio científico acerca de la viabilidad de la compra. Ambos destacaron la necesidad de preservar esas colecciones en Cuba y que no fueran a ningún otro país. Al respecto plantearon:
“…no se debe consentir que un tesoro de tanta valía, sin por aquende ni allende, vaya a engrandecer, a glorificar alguna nación extranjera, que fijó en él sus miradas, y apronta ya su bolsa generosa…”.
A esto se añadió, en el periódico habanero La Unión Constitucional, que era necesario efectuar la transacción por el gobierno
“…ya que no por el interés de la enseñanza, por decoro nacional, para que no salga de la tierra española, el Museo Zoológico Cubano, más completo que humanos conocieron”.
El 25 de agosto de 1895, Juan Cristóbal Gundlach escribió una carta a Fernando Reinoso, director del Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana, donde le agradeció sus gestiones para la adquisición del Museo Zoológico Cubano:
“Días de verdadera angustia fueron para mí aquellos en que, demolido el ingenio Fermina y arrendado para potrero, se hizo imposible la permanencia en él del Museo que con tanto cuidado y en tantos años yo había formado. No sabía que hacerme. Trasladar las colecciones a la Habana no me era posible, ¿dónde llevarlas que no me ocasionaran gastos que me eran imposible pagar, porque yo carezco de bienes y no tenía ningún sueldo? No sabía cómo salir del apuro. Temía que las colecciones fuesen vendidas por separado, o que las comprase alguno que se las llevara de Cuba, siendo mi deseo que de aquí no salieran, y que pudieran servir para estudios de naturalistas y de aficionados”.
“Por fortuna, usted había visto mi Museo en la Fermina, y como siempre encuentra bueno llevar mejoras al Instituto, me había encargado algunas colecciones para el establecimiento, eso nos puso en relaciones, y por eso tuvo usted noticia de la situación en que yo me encontraba”.
“Desde este día empezó usted una verdadera lucha: primero para proporcionarme un local que no me costara dinero, y donde mis colecciones pudieran estar arregladas y no expuestas a descomponerse, las que fueron colocadas en unos cuartos donde estaban resguardadas. También usted me propuso comprarlo para el Instituto, y yo me alegré de esta proposición”.
“Todas las cosas que usted tuvo que hacer desde que quedamos convenidos hasta que se hizo la compra, hacen una historia muy larga, porque presentaba muchas dificultades que usted con paciencia y perseverante voluntad supo hacer desaparecer, y mientras conseguía la aprobación del Rectorado, de la Junta Superior de Instrucción, del Gobierno General, y mientras el expediente iba a Madrid, todo esto necesitó mucho tiempo, como usted lo había previsto, y por eso proporcionó local interinamente a mis colecciones, si el Gobierno no hubiera aceptado, ellas quedaban en mi poder sin sufrir descomposición”.
“Todavía usted hizo más en favor del Museo Zoológico: después de autorizado y celebrado el contrato de la venta a favor del Instituto, pensó en darle mejor colocación, y volviendo a trabajar con constancia consiguió autorización para construir, además del salón para la nueva Biblioteca, otro igual tan hermoso, sobre aquel, para el Museo”.
“Así por el esfuerzo de su buena voluntad, mi trabajo de 50 años se ha salvado, y hoy se encuentra muy bien, en un salón hermoso, con armarios también preciosos, cubiertos de grandes cristales que permiten ver las especies allí contenidas y servir para el estudio, como era mi deseo cuando lo formé”.
En carta a José I. Torralbas, en agosto de 1895, añadió Gundlach:
“Habiendo concluido de arreglar el citado Museo el día 16 de julio del corriente año, resolví celebrar mis natales en aquel local para mí tan estimado, en que al cumplir 85 años veía terminarse mi deseo, y al efecto cité para el acto mi familia adoptiva de Cuba, la mayor parte de ella acudió”.
“Once años hacía que ellos no veían las colecciones,—desde que se retiraron de la Fermina—. Se admiraron del estado en que se conservan, y todos reconocieron con placer la hermosura de la instalación y el lucimiento que en ella han adquirido las colecciones”.
No fue sólo la compra de Museo Zoológico Cubano lo que debe agradecerse a Fernando Reinoso. También logró, siempre con los fondos del propio Instituto de Segunda Enseñanza, construir encima de la biblioteca del centro un local para el museo, que aportó el espacio para exponer cómodamente las colecciones en estantes y vidrieras adecuados, con la protección e iluminación necesarias. El conservador sería el propio Gundlach.

Allí, en el Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana, permaneció Juan Cristóbal Gundlach como celoso guardián de su Museo Zoológico Cubano, hasta su muerte el 14 de marzo de 1896. En esta institución estuvo situada su extensa colección, hasta que después del triunfo de la Revolución se trasladó al Instituto de Biología de la Academia de Ciencias de Cuba. Hoy se encuentra en el Instituto de Ecología y Sistemática, que pertenece al Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente.
Piezas relevantes
De acuerdo al Catálogo elaborado por Pedro Valdés Ragués en 1914, el Museo Gundlach estaba conformado por 38 ejemplares de mamíferos embalsamados, 13 de reptiles y 96 peces. Había 84 ejemplares de reptiles y 10 de anfibios conservados en alcohol. Además, 69 cajas de crustáceos, 36 de moluscos y 237 cajas de insectos de diferentes familias. Además, dos merostomas y 30 zoófitos (esponjas y corales). Sobresalía la colección de aves con 580 ejemplares, 213 huevos, 19 nidos y una urna de colibríes. Además, dos cráneos de cocodrilos, y la boca de un tiburón.

Se destacó la presencia, entre los mamíferos, de un ejemplar albino y otro negro de jutía conga. Otros casos de albinismo en el Museo Zoológico Cubano eran una jutía carabalí, un ratón y un guayabito. Además, habían dos ejemplares de almiquí y 24 de murciélagos. En este último caso, estaban representadas 22 especies. Se exhibía en alcohol un guayabito que tenía un incisivo prolongado por enfermedad.

Sobre las aves del Museo Zoológico Cubano, escribió Juan Cristóbal Gundlach en la introducción de su obra magna Ornitología cubana (1893):
“Las personas que quieran conocer todas las especies de aves descritas en este tratado pueden verlas en el Instituto de Segunda Enseñanza, en el Museo zoológico cubano de Gundlach, donde ninguna falta, Allí están también muchos nidos, los más curiosos y los huevos que he podido colectar”.
Entre ellas, sobresalían tres ejemplares del pájaro mosca o zunzuncito, entre ellos el capturado de 1844, que Gundlach consideró el fundador de su colección. Acerca de zunzuncito rememoró Gundlach en 1894:
“Esta es la especie de las aves cubanas que para mí tiene más interés que ninguna otra, pues además de ser especie que yo di a conocer a la ciencia, resulta ser la especie de aves más chica del mundo, y el primer ejemplar que yo maté en marzo 1844 ser el primer objeto que yo reservé para mí y siendo así, el fundador del Museo zoológico cubano que he formado en los años posteriores. Este individuo existe aún en este Museo en perfecta conservación. Este Museo es ahora propiedad del Instituto de 2ª Enseñanza de la Habana”.

También era relevante la presencia del guacamayo cubano, ave que ya a finales del siglo XIX se consideraba extinta debido a la depredación humana. Aunque siempre existió un único ejemplar en el Museo Zoológico Cubano, en el artículo “Las guananas observadas en Cuba” (1894), Gundlach declaró que, en un recorrido por el hato Zarabanda, cerca de la ciénaga de Zapata, había cazado varios especímenes. Lamentablemente, este ejemplar único que existía en Cuba fue robado en 2008 y hoy se encuentra desaparecido.

Del carpintero real, bella ave cubana posiblemente extinta desde hace pocos años, el Museo Zoológico Cubano tuvo tres ejemplares. De ellos, una hembra con una deformación en el pico. Este raro ejemplar de carpintero real lo capturó Gundlach en el hato Zarabanda en 1849, tras conocer la noticia de su existencia en el monte, con una paja permanente en el pico. Acerca de este hecho, escribió:
“La noticia del carpintero con la paja en el pico resultó ser un fenómeno muy curioso, pues el pico superior creció por enfermedad y en curva de 12 pulgadas. Este ejemplar está en mi Museo Cubano Zoológico, que hoy es propiedad del Instituto de 2a enseñanza de la Habana”.
Se mostraban al público, además, siete ejemplares de aves afectadas, en mayor o en menor grado, por el albinismo. También un coco colorado y un pato inglés, que son aves migratorias. De la célebre paloma viajera o migratoria, un ave extinta desde 1914, se contaban dos ejemplares. Además, estaban representadas todas las especies de gavilanes cubanos.

Tras la muerte de Juan Cristóbal Gundlach en 1896, el puesto de conservador del Museo Zoológico Cubano lo ocupó José I. Torralbas. Este fue sustituido en 1901 por Pedro Valdés Ragués. Tras su compra y apertura al público el Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana publicó un Catálogo numérico del Museo Zoológico Cubano (1895). Veinte años después, Valdés Ragués editó Museo Cubano Gundlach. Catálogo general (1914). Gracias a estas obras es posible conocer la inmensa riqueza que acumuló el naturalista alemán en sus estudios por los montes cubanos.
En la actualidad
Las piezas de la colección del Museo Zoológico Cubano de Gundlach, clasificada como histórica, se localizan en el Instituto de Ecología y Sistemática del Ministerio de Ciencia Tecnología y Medio Ambiente. Allí están al servicio de los investigadores, cubanos y extranjeros, interesados en el estudio de la fauna cubana. La valoración más reciente acerca de este tesoro aparece en Colecciones de historia natural, su conservación y manejo en Cuba (2024), libro editado por Nayla García, Jans Morffe y Juan F. Ley. En esta obra se destacó lo siguiente:
“La gran riqueza de este conjunto patrimonial de la fauna cubana puede ser constatada en la colección entomológica y particularmente en el grupo de los lepidópteros; en la malacológica integrada por moluscos terrestres, marinos y fluviales. Particularmente relevante es la colección herpetológica, donde los anfibios y reptiles se conservan en sus frascos originales, sumergidos en aguardiente, preservante utilizado por Gundlach, y suspendidos de flotadores de vidrio. La muestra ornitológica, la más significativa del conjunto, la conforman aves de Cuba y de Puerto Rico. Algunos ejemplares se encuentran montados y otros en piel, casi todos etiquetados con los datos que Gundlach como curador les adjudicó. Se hallan representadas más de la mitad de las aves que en la actualidad se conocen, incluyendo algunas especies altamente amenazadas, también nidos y huevos”. (ALH)
