Leo que un ruido puede causar una perturbación psicológica, y me siento ya con ella. El volumen de los diversos equipos de música de algunos vecinos produce, efectivamente, un efecto perturbador, al ser sonidos no deseados que afectan la comunicación entre las personas y el desarrollo de variadas actividades.
Los entendidos definen como ruido todo lo molesto para el oído y la tranquilidad mental. Llegados a este punto, se avienen con tal afirmación algunos temas musicales que hoy lanzan a la comunidad no solamente los jóvenes.
En algunos casos se combinan dos factores. Pululan los motores cuyos dueños han acondicionado para que produzcan bastante ruido, todo el posible. Esos mismos propietarios portan bocinas o artefactos de muchos tipos, que reproducen piezas presuntamente musicales, y es entonces cuando ambos sonidos se unen en lo que he dado en llamar bulla bullanguera.
A ello se une la posibilidad muy real de provocar un accidente de tránsito, porque resulta imposible que el conductor se percate de sonidos que influyen en la seguridad de la conducción vial comunitaria.
Se ha determinado que entre los efectos del ruido sobre la salud se incluyen enfermedades que pueden llegar a la pérdida parcial o total de la audición. Entre los padecimientos síquicos se pueden citar el estrés, las alteraciones del sueño, disminución de la atención, depresión, falta de rendimiento y agresividad.
Podría bastar con esa enumeración para que los prolíferos productores de ruido mermaran su empeño. Pero no. Quién sabe si reaccionaran de saber que son afines también las alteraciones en la comunicación, el rendimiento y hasta en los músculos.
En muchos países los entornos con más de 65 decibelios se consideran inaceptables. Cuando la intensidad supera los 90 comienzan a aparecer lesiones irreversibles, de acuerdo con el tiempo de exposición y la susceptibilidad personal.
Los niveles de ruido por debajo de 80 decibelios con una exposición prolongada pueden causar fatiga, estrés, ansiedad, trastornos del sueño y cardiovasculares, hipertensión y fatiga auditiva manifestada por zumbidos o silbidos, entre otros efectos.
Por encima de 80 decibelios, el ruido puede provocar zumbidos en los oídos y una disminución temporal de la audición, que puede revertirse en unos días; pero a partir de 140, un sonido repentino puede provocar una brutal sordera total o parcial, reversible o no.
Debe atenderse a que el ruido fue durante mucho tiempo la segunda causa de enfermedad profesional, y representa un problema de gran importancia económica en la sociedad moderna. La disminución del rendimiento escolar o laboral, los accidentes también laborales o de tráfico y ciertas conductas antisociales son algunas de sus consecuencias.
Con las motos deben aplicarse las medidas para impedir sonidos más allá de los imprescindibles; con quienes quieren que disfrutemos a la fuerza de la música de su preferencia, deben ejercerse también los reglamentos comunitarios.
El ruido es un contaminante del medio ambiente, y algunos pretenden obligarnos a convivir con él. ¿Lo aceptamos así, pasiva y pacientemente?
Estimada Aurora. Muy en línea con su artículo.
He oído que último miércoles de cada mes de abril mundialmente se conmemora el Día internacional de la concientización sobre el ruido. En todo el mundo se realizan actividades para conocer las consecuencias de la sobreexposición al bullicio y promover actitudes responsables. Hace poco se puso en nuestra Gaceta una Resolución para la protección ante el acoso y otras acciones descriminantes. Pero, el atentado sonoro, sigue sin penalizarse, las únicas legislaciones al respecto se siguen ignorando impunemente e incluso, algunas como las estridentes discotecas sin insonorización alguna y en medio de barrios poblados las disfrazan como «actividades culturales» en beneficio de la comunidad.
Dicen además que las ciudades son cada vez más escandalosas. El tránsito (no sólo las motos a las que les han suprimido los silenciadores, ahora las motorinas con altovocinas de ruido reguetonero), las industrias, los eventos de ocio multitudinarios, los trabajos de construcción, incluso los vendedores ambulantes (pregonan a viva voz y a cualquier hora desde cualquier pedacito de oro hasta una muela de elefante jurásico), todo genera algarabía. Estamos sometidos a gran cantidad de estorbos sonoros, al punto de ser casi imposible encontrar tranquilidad durante el día, y esto nos afecta. También es un tema cultural. Muchos individuos no saben hablar si no es a gritos.
Un entorno con ruido constante no solo altera el sueño, también causa trastornos psicológicos, cardiovasculares, y del sistema inmunológico, así como afecta la memoria, y dificulta el aprendizaje. Esta condición puede ser adquirida a cualquier edad, y los expertos en psicología afirman que, al mismo tiempo, suele sumir en la soledad, el aislamiento y la frustración.
Y no sigo, que me está pasando frente a la casa un vendedor en bicitaxi con altoparlante y grabación, que casi sienpre coincide (cosas del realismo del planeta Cuba) con el apagón de turno.
Gracias por tu aporte siempre oportuno y por tu demostrada amistad.