A lo lejos, cerca de la Autopista Nacional, distantes del pueblo se encuentran la comunidad del Piñón-Manjuarí y la escuela primaria 26 de Julio, donde Leyder, uno de sus alumnos, aprende Matemáticas.

Hacia el intrincado asentamiento llega Yusdeymis Pérez Ramírez, profesional de la educación. La joven de apenas 33 años bien sabe de los retos de impartir clases en una escuela del Plan Turquino.

Alrededor de 36 kilómetros recorre entre la institución educativa y su lugar de residencia, ubicado en El Socorro, para transmitir los conocimientos a seis estudiantes.

Desde bien temprano en la mañana llega al aula a realizar las actividades docentes, consolidar contenidos y evaluar la tarea orientada del día anterior.

La maestra, con orígenes en la enseñanza secundaria, decidió incorporarse a la primaria ante el llamado de la Dirección municipal de Educación en el territorio unionense.  Desde entonces no falta ni un solo día, porque no se halla sin su escuela, sin sus alumnos.

“En otras escuelas he trabajado, pero nunca en primaria. Estuve seis años en secundaria; sin embargo, en esta enseñanza observas el avance de los niños en la escritura, la lectura y los cálculos matemáticos. Con su inocencia te demuestran el cariño que sienten hacia ti.  Aquí me dedico más a ellos.”

Yusdeymis reconoce que el esfuerzo que realiza es doble para mantener en las clases la calidad que caracteriza a la enseñanza cubana. En su caso no costó mucho para que se enamorara del trabajo con los niños en los primeros años de estudio.

“El proceso docente educativo en la pequeña escuela rural avanza con resultados favorables”, expresó la maestra, y se refirió acerca de las complejidades que implica impartir clases a estudiantes de diferentes grados.

“Desde mi visión como maestra observo que vamos a tener frutos. Hay niños muy buenos aquí”, enfatizó con la sonrisa en su rostro.

Para la joven maestra impartir clases es divertido, explica que es como un juego, en donde divide la pizarra en varias partes, desarrolla las actividades y se apoya de la experiencia que posee.

Con un lenguaje sencillo enseña a sus alumnos a cultivar su pedacito. “Siembran los canteros y así aprenden a sembrar conciencia. También les hablo sobre la importancia de formar a los futuros maestros, y en las actividades extraescolares los llevo a la sala de televisión, muy cerca de la escuela. Allí ellos se recrean y  juegan dominó y damas.”

Durante el transcurso de las clases desarrolla temas vinculadas con la naturaleza, así como el amor y el cuidado del entorno, y hasta que no se vaya el último niño no se traslada hacia su casa.

“Los padres se retrasan un poco por lo distante que queda la escuela. Y por eso los monto en la moto y los llevo hasta la puerta de su casa”, explica.

Jóvenes como Yusdeymis demuestran la valía de los maestros unionenses en los tiempos actuales. Su moto constituye el mayor aliado en las soleadas carreteras para garantizar la puntualidad a clases y sembrar valores en las nuevas generaciones. (ALH)

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