Su andar pausado, experiencia, discurso ecuménico y teológico enamora a devotos y ateos. La llegada antes del horario pactado dice mucho de su responsabilidad, disciplina y actitud ante la vida. A pesar de los calendarios que tacha, luce su mejor maquillaje y una blusa con pantaloneta color mamey que le brinda un aire fresco a su imagen.

Ella es de esas féminas con las que pudieras entablar un diálogo motivador, sin cansancio, por varias horas. Su voz es música, aunque solo canta ante Dios. La Reverenda Doctora Ofelia Miriam Ortega Suárez resulta una de las figuras ecuménicas más importantes del orbe. Su trayectoria docente, política, eclesial y teológica le signan como una mujer de fe.

A pesar de ser natural del municipio de Cárdenas; la ciudad ultramarina de Matanzas, la acoge como una hija y una madre especial.

Cuentan que su padre trabajaba en una fábrica de Mosaicos y su mamá de sirvienta en diferentes hogares de la actual Ciudad Bandera de Cuba. Desde niña encuentra en la cotidianidad familiar esa vocación cristiana que la hace crecer en un mundo caracterizado por la humildad y la sencillez.

¿Cuándo sientes la necesidad de servir al prójimo?

«Fue una niñez difícil porque nací entre dos varones. Siempre resultaba complejo ser la niña. En aquella etapa las escuelas públicas no estaban tan organizadas. Recuerdo que éramos muy pobres, pero aun así tuve la oportunidad de estudiar, gracias al colegio presbiteriano «La Progresiva», un colegio muy prestigioso.

«El centro daba becas a hijos de familias pobres a cambio de que los padres trabajaran allí. Yo pude entrar a sus aulas porque mi mamá lavaba la ropa de los estudiantes internos, que eran más bien, de clase media y de diferentes lugares del país.

«A pesar de vivir en medio de una situación de carencias y bastante limitada, puedo asegurar que mi etapa de niñez siempre tuve la satisfacción de que podía estudiar. Para mí, los libros y el hecho de adentrarme en el mundo del conocimiento, era una gran bendición. Cada minuto vivido en la escuela eran de alegría.

«Así pude cursar la primaria, siempre bendecida por esa oportunidad del esfuerzo de mi madre y de muchos maestros que, en medio de aquella situación, trataron de ayudarme.

«Fue una etapa revesada, pero yo diría que para mí, feliz.»

Sin pensarlo, Ofelia, poco a poco nos traslada a aquellos años de 1940. La pasión con que narra cada segundo de su vida, no es más que la misma holgura con que la ha disfrutado desde su nacimiento, aquel primero de junio de 1936. Mientras bebe una taza de té caliente, en su sillón, sonríe pensando en las travesuras propias de la edad, pero de pronto llegan a su memoria los recuerdos de aquella decisión que le cambiaría la vida. A los trece años, la niña Ofelia Miriam, abandona los estudios porque su madre empezó a padecer de asma y esto provocó un escenario económico complejo en casa.

¿Cómo enfrentaste aquella situación?

Por un momento el silencio se vuelve cómplice de aquel encuentro, pero Ofelia, con la naturalidad que le caracteriza, regresa con su mirada cálida y pensamiento profundo.

«Fue quizás el momento más escabroso de mi adolescencia. Mis padres me comunicaron que ya no podía seguir asistiendo a la escuela. Yo ya cursaba el segundo año de bachillerato. Así que me alejé de «La Progresiva».

«Pasé tres años en casa ayudando a mi madre. Lavaba ropa, cuidaba a mi hermano pequeño. Realmente para mí fue muy duro el cambio porque no podía estudiar. Leía algo, pero aún así no podía estudiar.

«Un día decidí que tenía que hacer algo más. Después de tres años en esa situación caminé sola y hoy todavía revivo aquel recorrido hasta llegar al colegio «La Progresiva».

“Le toqué la puerta al vicedirector de la escuela y le dije: vengo a continuar mis estudios. No tengo dinero para comprar zapatos, ni medias, ni uniformes, ni libros…ni nada, pero sé que voy a continuar porque mi fe me dice que debo seguir adelante.

«Siempre he sido fuerte de carácter y así lo hice.» Comenta Ofeliam, mientras sonríe con picardía.

Cuentan que, gracias a su comportamiento durante los años en “La Progresiva”, aquel maestro asintió la sana precisa de la estudiante. Por un tiempo trabajó en la biblioteca y con ello pagaba la beca. Tras avanzar sus estudios colaboró con la enseñanza a alumnos de primer año que presentaban dificultades en el aprendizaje, hasta que en el 1956 recibió su título Bachiller en Letras.

¿Qué huellas deja en ti el Seminario Evangélico de Teología de Matanzas?

«Bueno, lo primero, es que tuve problemas para asistir al Seminario. Cuando terminé mis estudios de Bachillerato me propusieron quedarme como profesora en el Colegio “La Progresiva”, pero ya mi fe me decía que tenía que ir al Seminario a estudiar para llegar a ser algún día, pastora de la Iglesia.

«Mis padres querían que me quedara como profesora, tanto así que hasta me amenazaron que no me iban a ir a ver al Seminario. En aquellos momentos ser educadora de “La progresiva” era un estatus social, pero yo estaba decidida ir para el Seminario Evangélico de Teología de Matanzas.

«Entré y en aquel momento las mujeres estudiaban Educación Cristiana y los hombres, Teología. Lógicamente me matriculé en lo que me correspondía. Siempre me inspiré en las mujeres luchadoras.

«En 1960 empecé a enseñar en el Seminario y tan pronto me nombraron decana me dije: ¡Tengo que hacer algo por las mujeres! Lo primero fue eliminar la normativa existente que les limitaba a estudiar Teología. Imagínese usted, con tan solo 25 años decir eso era algo contradictorio, pero se logró. Hombres y mujeres podíamos ya salir con el mismo título.

«Después de terminar mis estudios de Educación Cristiana, fue el comienzo del proceso revolucionario en 1959. Muchos de los misioneros se fueron de Cuba. Creo que solo quedó una, Lois Kroehle, a la cual le debemos mucho la música que compuso.»

¿Cómo vivió Ofelia el triunfo de la Revolución Cubana?

«Repaso perfectamente en mi memoria los primeros años del triunfo revolucionario conducido por Fidel Castro Ruz. Esos primeros días de 1959 convocamos a todos los estudiantes para salir a la ciudad en una especie de alegría por la celebración en ese entonces. También fui parte de la organización de esos días para acompañar a los combatientes que venían de la Sierra Maestra.

«Pasaron por Matanzas y teníamos que recibirlos como se merecían.»

¿Qué significó para Ofelia ser ordenada como la primera presbítera pastora de Cuba?

«Fue en 1967 y en la iglesia Presbiteriana, porque la Iglesia Metodista ordenó a una mujer primero que a mí. Mira, creo que fue vocación cristiana. Desde que nací estaba destinada por Dios a lo que yo iba a ser. Protagonizaba un camino guiado por muchas personas, pero conducido por mi fe para llegar hasta dónde tenía que llegar y empezar a enseñar.”

Si en Cuba hablamos de esas mujeres emancipadas, de las que han creado, fundado, crecido, y educado a sus súbditos, sin dudas tendríamos que mencionar a Ofelia Miriam Ortega Suárez, una mujer que cree y confía en un proyecto de país basado en el respeto y la igualdad.

Desde que se comprometió con la gracia de Dios se dedicó a defender los derechos de las mujeres invisibilizadas, marginadas en la sociedad y en la iglesia.

A lo largo de toda Cuba la Reverenda Dra. Ofelia Miriam Ortega Suárez imparte talleres con mujeres y hombres, porque como ella misma asegura no se puede separar al hombre de las condiciones que se quieren crear para las féminas cubanas. Publicaciones seriadas, debates acerca del Código de las Familias constituyen algunas de las actividades que promueve la líder religiosa. Desde el año 2004 se intenciona con fuerza este trabajo.

¿Cuántos valores y experiencias confluyeron en su responsabilidad en el Consejo Mundial de Iglesias?

La voz de Ofelia Miriam es escuchada en el mundo, como una melodía exquisita para los oídos. Bien lo sabe el Consejo Mundial de Iglesias para América Latina y el Caribe del cual formó parte y también fue su presidenta. Allí laboró desde 1985 a 1997.

“En 1985 me llamaron para trabajar en el Consejo Mundial de Iglesias. Quiero decir que yo nunca presenté planillas para adquirir un puesto en dicha institución religiosa. Me llamaron y me dijeron: queremos que vengas. Emilio Castro era el Secretario General, en ese entonces. Al principio dije que me sentía bien en Cuba, qué iba a hacer yo en Ginebra, pero el llamado del programa de la mujer me convenció para continuar mi misión.

«Fue un período, no fácil. Es muy complejo irse a otro país y encontrar una nueva cultura que no es la tuya, pero siempre mantuve mi cubanía. Tanto así que me identificaban, además, como la profesora cubana. Trabajamos muchísimo, de manera que llegó un momento que la persona que dirigía el programa para América Latina y el Caribe me dijo que me insertaría a trabajar con él y ese salto me encantó.

«Ya no era estar solo en Ginebra. Tenía la misión de viajar por toda América Latina y el Caribe, hablar con las mujeres, las iglesias y con todo el mundo. Para mí fue un momento que necesitaba. Quería ese calor de mi gente y poder llegar a ellos.

«Buscamos becas para mujeres y hombres también. Muchos de los líderes que hoy se encuentran en varios países vienen de esas becas que conseguimos para su preparación teológica. Fue un tiempo de mucha creatividad y de localizar caminos para apoyar el desarrollo teológico y económico de América Latina y el Caribe.»

El nombre de Ofelia Miriam es todo un símbolo en el ambiente cristiano y ecuménico mundial. Su trayectoria teológica, docente, eclesial y política dignifica toda una vida dedicada a la formación de valores.

¿Por qué permanecer en Cuba?

“Yo podía haberme quedado en Ginebra, no querían que me fuera, tampoco que rompiera mi contrato, pero me llamó la iglesia Presbiteriana a dirigir el Seminario Evangélico de Matanzas y yo dije que sí. Regresé a Cuba en abril 1997 con mucha alegría de poder retornar a mi Patria y a servir al Seminario como Rectora en ese momento.

“Dicen que el día primero del cuarto mes del año es el día de los tontos y ese día regresé. Muchos me preguntaban que si yo salía de Ginebra para ir para Cuba y les decía que sí porque me llamaban mi Patria y mi iglesia.”

Años más tarde, tras cumplir con su responsabilidad durante ocho años como rectora del Seminario Evangélico de Teología, Ofelia se prometió continuar la labor con las mujeres.

Pero lo que no se imaginaba Ofelia es que su país también confiaría en ella para integrar el Parlamento. Fue nominada por el municipio de Calimete de la provincia de Matanzas, un territorio signado por la producción de arroz, azúcar y leche. Por su biografía vinculada a la Iglesia, Ofelia pensó que no iba a ser electa, pero para su asombro obtuvo más del 98 por ciento de los votos. Durante diez años aplicó los conocimientos de Teología pública para acompañar, coordinar esfuerzos, informar y organizar el trabajo comunitario con sus electores.

Hoy da gracias a Dios por haberle ofrecido la oportunidad de servir a Cuba en una forma diferente, junto a la sociedad civil y en esa zona campesina donde encontró solidaridad y entrega sin límites para el bien común.

Ofelia: madre y esposa

«Tengo un esposo maravilloso, es santiaguero. Fue padre y madre de mi hija. Yo estaba muchas veces fuera del hogar por mi trabajo y el cuidó a Greta, nuestra hija, con mucho amor. Mi hogar fue compartido, las tareas y los cuidados de los hijos. Y hoy cuando se habla en el Código de las Familias de que el hombre también tiene una responsabilidad del cuidado de los hijos, yo digo que mi marido se adelantó. Me acompañó en mi trabajo con una sinceridad tremenda y a mi hija cuando no podía estar en casa.»

¿Qué ha representado para Ofelia su vínculo con Fidel, Raúl y Díaz-Canel?

Ofelia es una de las mujeres más revolucionarias de su tiempo, en todos los sentidos de la palabra. De esas que han estado muy cerca de la Revolución, de Fidel, de Raúl y ahora de Díaz-Canel.

«La relación con Fidel fue muy hermosa, porque él abrió muchos caminos para la tarea que teníamos que hacer en el Seminario de Matanzas, en las Iglesias y en todos los lugares. En mi corazón existe una gratitud inmensa para Fidel.

«Cada encuentro era maravilloso. El Comandante siempre fue comprensivo, amable y tan decidido a hacer cosas, aun cuando no se las pedías. Él casi adivinaba qué había en tu pensamiento y actuaba. Las acciones de Fidel quedarán por siempre en mi libro de la vida.

«Todavía recuerdos una historia de Raúl que me conmovió muchísimo. Una vez citó a los Generales a una actividad un fin de semana. Él asistió con uno de sus nietos y cuando llegó a la actividad el niño le dice: Abuelo hoy es domingo. ¿Por qué me trajiste a esto? Raúl ni se acordaba que era domingo. Tras el incidente le dio unos días de vacaciones a aquellos generales. Me impresionó mucho como un presidente de la República puede escuchar hasta el criterio de un niño y hacer cambios a partir de su pedido.»

Con amor habla de sus líderes y amigos. Ella es una cristiana comunista, de esas que se entrega en cuerpo y alma a su nación.

«Te comento además que esa participación que tuve en la redacción del Código de las Familias fue increíble. Díaz-Canel nunca terminaba la reunión sin antes decir… Y Matanzas, ¿Qué nos dice Matanzas? !Ofelia!

«Entonces, yo siempre tenía algo preparado para que pudiera ser incluido en el código de las Familias. Hoy cuando hoy lo leo, veo que hay muchas cosas de las que señalé.»

A sus 85 años Ofelia pudo conquistar su doctorado en Ministerios en el Área de Teología Feminista de San Francisco Theological Seminary en  Los Estados Unidos. En el Seminario Evangélico de Teología de Matanzas defendió su tesis, a pesar de los obstáculos que impone el bloqueo.

Un mensaje de amor

“Como siempre digo hay una sola definición de Dios en la Biblia y está en primera de Juan 4.8 “Dios es amor”. Amémonos unos a otros porque el amor es de Dios. Si no tienes amor no puedes vivir.

«Tenemos que vivir confiados en que la esperanza tenemos que hacerla renacer cada día. Siempre hay que tener esperanza en el presente y en el futuro. Dios abrirá los caminos. Toda mi vida ha sido así para llegar hasta donde he llegado.

«Nunca pierdan las esperanzas, porque la esperanza está en la Biblia desde el génesis hasta el apocalipsis y el término final siempre va a ser la esperanza.

«Así que les invito a vivir esperanzados, a vivir con amor, a compartir lo que tenemos.»

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