Osmany Betancourt Falcón "Lolo". Foto: Jorge Aliucio.
Osmany Betancourt Falcón "Lolo". Foto: Jorge Aliucio.

Lolo y la inquietud de ocupar sus manos

En medio del bullicio y la ajetreada vida de bares en el paseo de Narváez radica la Gelería – Taller Lolo, lugar donde las ideas se materializan en forma de arte. Cada mañana Lolo llega con su espíritu vivaracho al taller, siempre con una idea en mente, que al finalizar el día se transforma por completo en otras veinte distintas a la original.

Para quienes lo conocen no es solo un artista; sino un soñador, un hombre que pone empeño en cada cosa que hace y las hace con amor, alguien que valora el trabajo y reconoce la labor de todos: un amigo.

Osmany Betancourt Falcón, conocido por todos como Lolo, creció en Jagüey Grande, lugar donde nació su pasión artística. De niño siempre fue muy intranquilo y confiesa que, incluso, un poco travieso. Esto condujo a su madre a inscribirlo en un círculo de interés dedicado a las artes plásticas.

“Allí empecé a incursionar en las distintas manifestaciones y fue la misma inquietud de mantener ocupadas las manos lo que me llevó a la escultura”.

Emilio Mora y Luis Felipe Franco fueron sus primeros maestros en el mundo de las artes plásticas. Lolo aún conserva las memorias de los ejercicios de clases y los talleres de jardinería vinculados al arte y la escultura.

“Me gustaba, tal vez tenía un poco de relación con mi padre que era mecánico, y a mí siempre me gustaba eso, la cosa manual, de andar con herramientas. Tal vez ese vínculo que había entre esas dos actividades, pienso, fue lo que me inició en mi trabajo”.

Confiesa que un recuerdo especial de su niñez es el de fabricar con cincel y planchas metálicas pequeños animales para jugar.

“Cuando se lo dije a mi papá él me llevó al taller y allí empecé a hacer unos animales, que para nada eran obras de arte. Me acuerdo que eran unas reproducciones hechas en láminas metálicas.

Las guardé debajo del colchón y a cada rato las sacaba y las miraba. Para mí eran lo más grande del mundo”.

A través del círculo de interés conoce sobre las pruebas para la Escuela Vocacional de Arte Provincial. Allí inició sus estudios profesionales en las artes plásticas, donde una vez más la escultura y el ensamblaje captaron su atención.

En su segundo año del nivel elemental comenzó a inclinarse por el trabajo con el barro, la madera y los metales. Luis Felipe Franco, uno de sus maestros de su natal Jagüey, lo orientó en otras técnicas distintas a las del programa de la escuela.

Foto: Jorge Aliucio.

Los años continuaron forjando a Lolo como artista hasta graduarse de Escultor y Dibujante en 1992 en la Escuela Nacional de Artes Plásticas de La Habana. En ese mismo año comenzó a trabajar en el Taller de Cerámica del Fondo de Bienes Culturales en Varadero, lugar en el que laboró durante más de quince años.

A partir de la propia faena en dicho taller surge en él la inquietud por trabajar otros materiales y técnicas para ampliar su obra. Tras tomar la decisión de iniciar su propio camino, emprendió la búsqueda de un espacio propicio para desplegar su sueño.

“Desde la Dirección de Cultura me sugirieron este espacio y desde que lo vi me gustó. Comienzo entonces a rescatarlo y fabricarlo y así es como surge la Galería Taller Lolo”, comentó.

Más de dieciséis años transcurrieron desde ese momento. Hasta la actualidad el sitio ha albergado cientos de obras de distintos artistas yumurinos como Victiandro Rodríguez, Dariel Lozano, Osmany Betancourt Caballero, Pedro Luis Díaz Cué y Manuel Hernández Valdés.

“Un poco del resultado de las obras del taller es lo que ve el público y la ciudad en las más de quince esculturas que tenemos emplazadas a lo largo de la Atenas de Cuba”.

Fotos: Jorge Aluicio

Su amor por la Ciudad de los Puentes lo lleva a buscar constantemente la forma de vincular a la urbe con su arte.

“Uno de los primeros proyectos que nos planteamos realizar fue precisamente el Paseo de las Esculturas, emplazar en una de las orillas del río San Juan esculturas y murales cerámicos”.

El Camino deviene otra de las empresas diseñadas por Lolo, con el objetivo de emplazar obras en lugares diversos de la geografía matancera. El proyecto se propone embellecer los caminos del territorio yumurino, desde un municipio a la bahía de Matanzas.

Otro de los emprendimientos en los que se encuentra enfrascada la Galería – Taller, resulta Distrito Visual, a la orilla del río opuesta a Narváez. Esta idea surge de la mano de Luis Octavio Hernández Rodríguez y la Dirección Provincial de Cultura con el fin de imbricar las diferentes manifestaciones artísticas con los pobladores de la zona.

“Allí se va a desarrollar un distrito donde se van a realizar talleres de alrededor de quince creadores de nuestra provincia, no todo va a estar precisamente dedicado a las artes plásticas”, añadió.

Pero es sin dudas la escultura de más de tres metros de altura en barro lo que ocupa mayormente el tiempo y la mente de Lolo. La obra la conforman tres piezas que parten de un autorretrato con diversos elementos.

Hace algunos años el creador desarrolló una serie de veinte cabezas titulada Ofrenda.

“Un buen día estaba mirando una de esas cabezas que realicé en bronce y me gustó la idea de llevarla a una escala mayor. Así comencé en este proyecto a los pocos días y llevo meses ya trabajando en él”.

Foto: Jorge Aluicio

Todo lleva su tiempo, se podría decir que es el lema de Lolo, puesto que así lo demuestran las horas dedicadas a su trabajo. El perfeccionista que habita en él batalla a diario con el soñador que desea ver cuanto antes la obra idealizada, hecho que sin dudas pone a prueba su paciencia y da fe de su empeño.

“A veces no puedes concretar la obra y ver los resultados hasta después de un tiempo fabricándola y es difícil. Es una lucha para ver quién domina a quien, si ella te vence por el tamaño o porque a veces llegas y descubres un error, o uno mismo al verla ya concluida y emplazada”.

Mucha es la dedicación que derrocha Lolo cada jornada en su taller, de ahí que el apoyo y comprensión de sus seres queridos resulten un pilar en su vida.

“Desde un inicio le debo esto a mi mamá que gracias a ella empecé en ese círculo de interés y me acompañó hasta que me gradué. Y ahora en esta etapa actual el apoyo de mi familia es fundamental. Le dedico muchas horas al trabajo y mi esposa y mis dos hijos me ayudan muchísimo”.

Del niño travieso e intranquilo que jugaba a crear, al artista escultor de la actualidad hay  unos años recorridos. Pese a ello aún prevalece su esencia: la inquietud de ocupar sus manos. (LLOLL)

Acerca Daniela Pujol Pérez

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