El deporte es un derecho fundamental y una poderosa herramienta para fortalecer lazos sociales y promover el desarrollo sostenible y la paz, así como la solidaridad, el respeto por todas las personas y la igualdad. Sin embargo, todavía constituye un espacio en el cual se refuerzan estereotipos que reproducen desigualdades de género.

Son pocas las instituciones que promueven la participación de niñas, mujeres, lesbianas, gays, bisexuales, travestis, trans, personas no binarias y otras identidades y expresiones de género (LGBTIQ+). La equidad de género deviene concepto integrado por múltiples factores. De ahí la posibilidad de utilizar el deporte como herramienta para combatir los rezagos y las dificultades que la inequidad genera.

La actividad física constituye históricamente un lugar de dominación masculina, reservado a un único colectivo: los hombres que cumplen con los requisitos de masculinidad hegemónica (heterosexualidad, desarrollo físico, poca afectividad). Dicha dominación explica la escasa participación de las mujeres y el rechazo de la homosexualidad en la práctica deportiva.

Mujeres y hombres luchan en la balanza de la equidad de género desde el deporte.

A pesar del cambio social experimentado en las sociedades avanzadas, el deporte sigue siendo uno de los pilares más acentuados de la dominación androcéntrica. El mismo presenta gran hostilidad hacia la presencia de gays y lesbianas en sus espacios de práctica, determinando estructural y simbólicamente la institución deportiva.

Daley, un salto por la equidad

Thomas Daley debutó en la plataforma de 10 metros en los Juegos Olímpicos Beijing 2008. A sus 14 años, el bisoño clavadista se convirtió en el segundo atleta más joven en representar a Gran Bretaña dentro de un magno evento, con dos finales olímpicas incluidas.

Daley compartió un emotivo mensaje desde sus redes sociales al coronarse monarca olímpico en Tokio. Foto: Instagram del atleta.

Ya en Londres 2012 alcanzó bronce en el individual, y cuatro años después también subió al tercer lugar del podio en el sincronizado. En 2021, coronó su brillante carrera con el título olímpico en la plataforma combinada, destronando a los favoritos chinos.

Daley hizo pública su homosexualidad en 2013, y desde entonces dedica gran parte de su activismo al enfrentamiento de la segregación por motivos sexuales. Junto a su esposo, el guionista, productor y ganador del Oscar, Dustin Lance Black, destina fondos para la lucha contra la discriminación.

Virales fueron las imágenes que lo captaron tejiendo estuches de colores, mientras apoyaba a sus compañeros del equipo británico de clavados. El fruto de su pasatiempo también es donado a la causa social, esa que hoy lo sitúa como un ícono dentro de la lucha contra la homofobia y por los derechos de la comunidad LGBTTTIQA+. “Estoy increíblemente orgulloso de decir que soy gay y campeón olímpico”, expresó entre lágrimas durante la ceremonia de premiación.

Daley tejiendo durante la competencia olímpica de saltos ornamentales en Tokio. Foto: Getty Images.

De igual forma, Laurel Hubbard acaparó titulares antes de iluminarse el pebetero de los Juegos. La pesista neozelandesa de 43 años clasificó como la primera atleta abiertamente transexual que tomaría parte en unas Olimpiadas.

En la competencia quedó eliminada prematuramente al fallar sus tres intentos en el arranque. Aunque su presencia generó acalorados debates, Hubbard cumplió con los estándares de testosterona exigidos por el ente deportivo desde 2015. El sueño consumado de competir como mujer en unos Juegos Olímpicos constituyó su mayor premio.

El deporte de élite también necesita abordar la inclusión de mujeres transgénero en las competiciones deportivas femeninas. Dicha cuestión se torna compleja y en la que han de conciliarse el derecho a la identidad y el juego limpio.

Hubbard en un levantamiento de pesas durante las Olimpiadas. Foto: Getty Images.

Bajo el lema “Conozca las diferencias, muestra las diferencias”, Tokio 2020 sobresalió con una visión innovadora, y en sus bases plasmaba la necesaria equidad. El olimpismo anunció que el espíritu olímpico hará que las personas sean respetadas independientemente de edad, etnia, nacionalidad, género, orientación sexual, creencias religiosas o discapacidad intelectual o física.

Un anhelado propósito que se materializó en la cita tokiota fue la igualdad de género en gran parte de las pruebas convocadas. La participación femenina superó el 48%, por encima del 45% de la justa precedente. Países como Gran Bretaña, Puerto Rico y Chile presentaron más mujeres que hombres. Deportes como el boxeo, la halterofilia y el canotaje sufrieron modificaciones en la cantidad de categorías o modalidades inscritas, si bien repercutieron en detrimento de la representación varonil.

El deporte mixto igualmente dio un paso de avance sin precedentes dentro de las Olimpiadas. Limitado al tenis en anteriores oportunidades, ahora el atletismo, la natación y el tiro (tanto deportivo como con arco) estrenaron modalidades formadas por el mismo número de hombres y mujeres. En Tokio hubo una convocatoria de 18 pruebas híbridas, nueve más que en Río.

El atletismo convocó el relevo mixto para competencias de nivel mundial. Foto: Diario Marca.

Nunca antes los 206 comités olímpicos nacionales contaron con al menos un hombre y una mujer en sus respectivas delegaciones. La cita estival estrenó un importante cambio en el protocolo de la ceremonia inaugural: por primera vez, un hombre y una mujer compartieron juntos la bandera de su país.

Desde la organización de los Juegos se asestó un fuerte espaldarazo al machismo y las actitudes sexistas, cuando fue nombrada Seiko Hashimoto como presidenta del Comité Organizador. La exmedallista olímpica, patinadora y exministra de Igualdad y Empoderamiento de Japón, se convirtió en la segunda mujer al frente del magno evento. Sólo le antecedió Gianna Angelopoulus en Atenas 2004.

El anterior líder, Yoshiko Mori, resultó apartado del cargo luego de comentarios machistas en un cónclave donde se discutía aumentar el número de féminas. Mori escandalizó al mundo al decir que esa disposición sería un problema, pues “hablan demasiado”.

Seiko Hashimoto se convirtió en la segunda mujer en tener a su cargo la responsabilidad de organizar unos Juegos Olímpicos. Foto: Francs Jeux.com

La “Ciudad Luz” acogerá dentro de dos años los primeros Juegos Olímpicos con paridad de género. Serán 50% de eventos femeninos y 50% de eventos masculinos, mientras las pruebas mixtas ascenderán a 22. 

Tokio abrió el camino. La diversidad e igualdad de género marcan el ejemplo de un nuevo olimpismo. París pretende continuar la senda.

El estudio de la relación entre el deporte y la orientación sexual de las personas pone de manifiesto que aún está lejos de ser universal y abierto a todas las personas. El acceso a la práctica deportiva sigue siendo en el siglo XXI fuente de discriminaciones para las minorías sexuales. Por cuanto, el género femenino o las clases sociales en situación de exclusión social, siguen encontrándose constreñidas para participar en el ámbito deportivo.

Un caso gris

El 26 de abril de 2018, la Federación Internacional de Atletismo cambió el criterio sobre la elegibilidad para la competición de atletas mujeres con niveles altos de testosterona. Esta condición afectaba a Caster Semenya, la mejor corredora de 800 y 1500 metros del mundo. La deportista sudafricana no podría competir en carreras de medio fondo, pues el límite de testosterona se fijó en cinco nanomoles por litro durante seis meses.

Caster Semenya padece de hiperandrogenismo y tal condición médica le impide competir junto a rivales de su sexo. Foto: Lucy Nicholson / REUTERS.

La normativa entró en vigor después de que Semenya ganara en Londres 2017 su tercer título mundial. Recurrió contra un criterio que definía una normalidad femenina que la excluía a ella, y a varias atletas africanas ante tribunales civiles y deportivos, sin éxito. En esa feminidad olímpica, no entra Semenya ni sus compañeras porque su testosterona no es la que se espera de la definición biológica de mujer.

Las arcaicas definiciones de rol de género aluden este término como el conjunto de normas sociales y comportamentales que por lo general se perciben dentro de lo apropiado. Estas confluyen en un grupo o sistema dado en función de la construcción social que se tiene de la masculinidad y femineidad. Los roles de género difieren dependiendo del contexto histórico-cultural en que se encuentre enmarcado el término. Así, mientras en la mayoría de las culturas se expresan dos, en otras pueden existir varias más. De este modo, constreñir el rol representa una violación flagrante de todo derecho.

Ninguna cultura divide los sexos de manera absoluta. La “naturaleza” no es moral y no contiene mensajes morales formados en términos humanos. Los asuntos humanos tampoco son el resultado de una lectura del llamado “orden natural”, sino que más bien, requieren de una compleja actividad social y cultural. Además, necesitan de una reflexión sobre el significado y las consecuencias de cada decisión. Así, decidir dónde se traza la línea entre los sexos depende de la manera en que queremos que el deporte se organice.

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