Franz Beckenbauer nació nueve días después de que el Imperio de Japón ratificara su rendición y se diera por terminada la Segunda Guerra Mundial. Fue, quizás, un augurio de esperanza anónima en una Alemania sumergida en la miseria y la penumbra de otra guerra que los dejó en el suelo.

Esa esperanza que el fútbol convirtió en realidad nueve años después, cuando el ala federal de Alemania se consagró campeón del mundo en Suiza 1954. Enviaban así un mensaje fuerte y claro al resto del planeta: Alemania es Alemania.

Diez años más tarde de esa primera copa teutona, Franz debutó en la liga de ese país con los colores del que sería el club de su vida, la escuadra que defendió por catorce años: el Bayern Munich. Tras su aparición local, saltó a la fama en el Mundial de Inglaterra 1966, en el que marcó cuatro goles siendo defensa y lideró a su equipo a la final, partido que perdieron contra los locales por un gol que no fue.

Los aficionados latinos le recuerdan, pues en 1970 fue protagonista del 𝑷𝒂𝒓𝒕𝒊𝒅𝒐 𝒅𝒆𝒍 𝑺𝒊𝒈𝒍𝒐 en el Estadio Azteca, y en 1986 volvió para vivir desde el banquillo el amor por el futbol como DT. Foto: FIFA.

El resto de su carrera fue de éxitos y construcción de la leyenda. Considerado el mejor zaguero de Europa, y para no pocos del mundo, logró ganar el Mundial de 1974 disputado en suelo alemán para confirmar el poderío de los germanos. Capitán del Bayern y de Alemania, se volvió un ícono de seguridad, disciplina y talento en el pulso con la inmortalidad.

Después de colgar los botines, fue entrenador de la selección europea. No podía ser diferente la historia: escribió, de nuevo, páginas doradas. Llegó a la Final planetaria del 86 que perdieron contra la Argentina de Maradona. No obstante, cobrarían revancha en Italia 1990, cuando bordaron la tercera estrella de la casaca alemana.

El mítico defensa central, que dejó una huella imborrable tanto en el Bayern de Múnich como en la selección alemana, falleció a consecuencia de diversos problemas de salud. Foto: Bongarts/Getty Images.

Franz se convirtió en la segunda persona en ganar la soñada Copa como jugador y entrenador. Este hito sólo fue conseguido antes por Mario Zagallo con Brasil, y después por Didier Deschamps con Francia.

Este enero, Franz Beckenbauer cerró los ojos para abrirlos jugando en la cancha eterna. Lo hizo alejado de esa Alemania sumergida en la guerra y con la frente en alto por su vida enamorada del fútbol. Triunfó como jugador, entrenador y dirigente deportivo. Después de 78 años decidió pausar ese idilio con la zaga y jugar aquel partido inacabable con todos los amigos que hizo. Mas, no fue ambicioso. Nos dejó a los mortales las letras legendarias que tuvo la suerte de escribir con la pluma más exacta del mejor fútbol alemán. (ALH)

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