La Liga Superior de Baloncesto ya no es el evento de veinte años atrás. El máximo certamen del deporte ráfaga en Cuba padece de carencias logísticas, una estructura poco sostenible y la escasa visibilidad mediática.
Si a eso le sumamos la salida de los mejores jugadores hacia contratos en el extranjero, el espectáculo deportivo que constituyó la Liga Superior de Baloncesto por los años 90 queda confinado al ostracismo.
La última temporada de esta disciplina en Cuba cerró sus cortinas con la décima corona de los Búfalos de Ciego de Ávila. El plantel avileño dominó de punta a punta una campaña donde Matanzas vio naufragar a su equipo en el último lugar con apenas dos victorias en 23 presentaciones.

El baloncesto en Matanzas tampoco atraviesa por uno de sus momentos dorados. Lejanos están en el tiempo aquellos equipos que llegaron a discutir el título bajo el protagonismo de la máquina Allen Jemmot en un rebozado Ateneo Aurelio Janet.
Para la LSB 2022, este reportero fue testigo de una preparación mermada por la ausencia de balones, los problemas con la transportación y la etérea reparación del tabloncillo de la EIDE Luis Augusto Turcios Lima, devenido cuartel general de los Guerreros.
Yosniel Morales y Yuniskel Molina también constituyeron pérdidas para el quinteto conducido por Reinaldo Delgado Torriente previo al inicio del certamen doméstico. Tras siete choques, el talentoso Daniel Babastro salió hacia Viet Nam por términos contractuales, mientras el también pívot de 37 años Lázaro Sánchez sufrió una lesión en su pierna derecha que lo alejó por más de la mitad de la temporada. Sendas faltas para el juego bajo los tableros.

Sin embargo, nada de lo planteado hasta aquí justifica la discretísima actuación de los Guerreros. Otros conjuntos sufrieron iguales o peores lamentos, y al menos, aseguraron su presencia en el próximo evento. En aspectos individuales, Luis Alfredo Cuttis lideró un equipo diezmado y repleto de juventud en sus filas. El ala pívot de 26 años resultó el mayor artillero por la causa yumurina con promedio de 16 puntos por partido. Pero en el baloncesto, con un solo hombre no basta para librar batallas.

Mientras, Loisel Martínez jugó un torneo aceptable, aunque demasiado irregular a la hora de momentos claves. Talento tiene, pero aún debe limar fallos pueriles y armarse de un liderazgo oportuno. Por los demás, demasiadas sombras que resaltar.
José Carlos Cáceres, José Álvarez, Yunior García y Manuel Echarte dieron por momentos algunos destellos de calidad que la inmadurez competitiva llevó a debacle. Luis Alberto “El Goyo” Hernández y Danny “El Puma” Torriente dotaron de alguna experiencia al plantel en el previsible ocaso de sus carreras.

Faltó organización de juego, una mejor relación técnico-táctica entre los jugadores y las disposiciones del alto mando. El básquet moderno evoluciona, y las mentes de los estrategas también. Del dicho al hecho: los pensamientos anquilosados no llevan a ninguna parte. Variantes como el pick and roll, la defensa zonal y el desborde ofensivo desde el perímetro quedaron engavetadas ante la ineficiencia de un buen armador.
Desde ya, los Guerreros y su nueva generación deben mirar a través de un catalejo ciertamente estrecho hacia el próximo Torneo Nacional de Ascenso. Más allá de compromisos y promesas incompatibles, el baloncesto en Matanzas requiere de disciplina en todos los renglones, incluido el institucional.
La meta resulta harto complicada y el listón parece tensarse cuando se sueña en revertir un regreso a la Liga Superior de Baloncesto con muchas más penas que glorias.