Hace apenas una semana asistí al cine Velasco durante la XVI Edición del Encuentro de Cine y Video Nelson Barrera In Memoriam. Los días que transcurrieron me permitieron sopesar el impacto de una nueva proyección cinematográfica, en la sala matancera de los estrenos imposibles, y el no menos intenso del filme proyectado. Ambos me permitieron descubrir latentes señales de vida en la emblemática sala oscura de la Atenas de Cuba.

Han pasado los años, el Velasco no cuenta con equipos de proyección y ya forma parte de los recuerdos esperar en nuestra sala los estrenos que se anunciaban en la capital de todos los cubanos. Por cierto, muchas veces la prensa nacional daba por hecho las fechas de estreno en las capitales de provincia.

Pero esta vez, el único cine que le va quedando a la ciudad, luego de someterse a necesarias acciones de mejoramiento por el aniversario 330 de la urbe, pudo acoger el encuentro del audiovisual matancero.

Idos son los tiempos en que los cines matanceros gozaban de una programación de lujo y un público ávido de disfrutar sus propuestas.

En los años 60, una vez superadas las primeras dificultades impuestas por  la ruptura del mercado tradicional de cine, junto a los filmes recibidos de los países socialistas una verdadera avalancha del mejor cine llegó a nuestros cinematógrafos.

El Neorrealismo italiano, la Nueva Ola francesa, el Free Cinema inglés, el Nuevo Cine Latinoamericano, el polaco, soviético o japonés, entre otras producciones foráneas junto a la creciente producción nacional, daban cuenta de una cuidadosa política de exhibición cuantitativa y cualitativamente reconocida. Por lo regular pocos meses bastaban para que los cubanos disfrutáramos los mejores estrenos del mundo.

Eran los días en que el éxito de muchas películas aseguraba largas colas durante todas las tandas del día, en ocasiones exhibidas en varios cines a la vez. Entonces la ciudad de Matanzas llegó a tener 8 salas de cine: el mencionado Velasco, que con el teatro Matanzas y Atenas eran las principales salas de estreno, y los cines Abril, Moderno, Lincoln, Bahía, Misha y Arcoiris, los tres últimos construidos durante los 80. El Abril había desaparecido para esta última fecha.

Por lo regular  los filmes de estreno se proyectaban durante una semana o más, acompañados por el esperado Noticiero Icaic, algún otro corto y varios animados. Los sábados a medianoche se proyectaba la película de estreno de la semana entrante.

El resto de las salas reprogramaban lunes y martes una película, otra los miércoles y jueves y finalmente una tercera propuesta para los viernes, sábados y domingos,  siempre con otros materiales.

El cine siempre fue espacio para la cita enamorada o amistosa, incluso para clandestinos encuentros amorosos. De cualquier modo muchas veces constituía el esperado paseo de la semana, donde seguramente coincidirían muchas amistades y vecinos.

Pero el deterioro de los equipos y la competencia de las tecnologías, entre otras causas, fueron minando la que fuera una de las más concurridas manifestaciones culturales.

Con los años las salas fueron pasando a otras manos y funciones y el propio Velasco apenas abría sus puertas alguna vez en el año para proyectar con equipos alquilados filmes como Inocencia o El Mayor, amén de otras actividades culturales.

Por eso resulta señaladamente significativa la reapertura del cine Velasco en ocasión de la 48 Semana de la cultura matancera y el Nelson Barrera In Memoriam.

La proyección en tanda única de la película cubana Línea Roja, del realizador Alejandro Gil, dio la nota más alta. El filme cuyo estreno se ha pospuesto por más de 9 años por la dosis de violencia que se le señala y alguno que otro trámite de derecho de propiedad, sencillamente conmovió. Y no precisamente a este viejo relator, que por supuesto también se aferró a su butaca, sino a un público numeroso, joven y más cercano a la historia que nos cuenta Alejandro Gil, director también de películas sensibles como Inocencia.

La violencia y el llamado bullying, que se manifiestan en algunos centros escolares como una dolorosa realidad de los nuevos tiempos, cobran el total interés de los espectadores. Exclamaciones encontradas, comentarios y aplausos recibió el filme de cientos de estudiantes de la enseñanza media invitados a la proyección. Qué magnífico termómetro para aquilatar los innegables valores éticos y estéticos de la obra.

La propuesta, que por demás se disfrutó a toda pantalla con equipos también alquilados, gozó de una óptima proyección.

Durante la semana fue exhibida una programación de cine cubano que también recibió una singular acogida. Vale el ejemplo para reconsiderar la necesaria recuperación de las funciones de cine, aunque sea únicamente en la centenaria sala Velasco. Ya sería un gran paso el rescate de un público existente que solo reclama una programación estable.

La sala oscura da señalas de vida y hay que insuflarle su necesaria  y posible vitalidad. (ALH)

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